Lorena Bower
Licenciada en psicología
“…Yo vengo a ofrecer mi corazón. Uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo me iré despacio, y te daré todo y me darás algo,
algo que me alivie un poco más…”
Fito Páez, Yo vengo a ofrecer mi corazón, 1985.
Resumen
En una época en la cual los referentes clásicos de intervención han sufrido un franco deterioro y se han visto sustituidos por otros, fundados en principios de mercado; la dimensión del acto se instituye, entre los adolescentes, como forma privilegiada de expresar el malestar. El acto y sus extravíos se presentan como solución en cortocircuito para escapar de los impasses en relación al goce y a aquello que no se puede decir en la relación con el Otro.
Introducción
El mundo contemporáneo atraviesa un período de profundas transformaciones sociales, culturales y económicas. Las innovaciones tecnológicas, y los sucesos políticos y económicos de las últimas décadas, han producido intensas mutaciones determinando que las certezas acerca de la bondad del progreso científico oscilen favoreciendo la aparición de nuevas formas de fundamentalismo.
En el nuevo contexto se configuran estilos de subjetividad diversos; sin embargo, el rasgo común parece ser el sentimiento de mudanza y de embarazo que es fiel reflejo del momento que toca vivir.
La sociedad del impasse
La sociedad toda muestra los impasses en la transformación de la estructura familiar, del marco socio-educativo, del tejido empresarial y laboral. Los valores y creencias de la modernidad precipitan en el olvido, pero aquellos preconizados por la postmodernidad parecen no venir a cubrir estos espacios. Hoy resulta casi imposible identificar qué es lo que ha venido a sustituir dicha estabilidad (si es que algo lo ha hecho).
Las instituciones, sostenedoras del discurso de una época, muestran en forma cada vez más evidente su ineficacia como patrones normativos reguladores de los vínculos que se deben instituir entre los miembros de la comunidad. Se erige entonces un vacio que profundiza los sentimientos de inseguridad y desamparo colectivos que impactan, fuertemente, en la construcción de las subjetividades.
En la actual polis abierta se valora el riesgo pero se promueven ciudadanos temerosos ante las relaciones y los compromisos. Las problemáticas afectivas, las fluctuaciones del ánimo se hacen presentes en las modalidades de la depresión situando al sujeto entre la exigencia del ideal y la renuncia o la ruptura de los vínculos. Se instaura el culto al individuo solo, pero libre; fruto directo de la destrucción de estructuras colectivas provocada por el neoliberalismo. Empero, al exaltar el valor de la realización personal, el respeto por la singularidad, se generan individuos libres… pero solos.
Al decir de Lacan (1970), es el imperio del discurso del amo el que suscita el igualitarismo al tiempo que segrega el modo de satisfacción de cada uno. La economía se estatuye como eje articulador en torno al cual gira el sentido de los objetos: utilidad, eficacia y rentabilidad son los significantes a partir de los cuales hoy se designa al hombre, o mejor dicho, al «recurso humano«, ya que el sistema de producción lo evalúa y nombra en función de la utilidad que pueda aportar. A consecuencia de ello “nadie accede al estatuto de sujeto sin antes convertirse en un producto de consumo” (Bauman, 2007). Adviene así la fatal circulación de sujetos-mercancías, mercancías que pueden ser a veces suntuosas, a veces miserables, pero siempre productos que responden disciplinadamente a la mercadotecnia. Se instituye la tiranía de una globalización que impone la igualación obligatoria entre los sujetos y que aniquila toda diversidad promoviendo la cultura del consumo.
Contradictoriamente, el mismo sistema es un caldero de segregación, ya que los sujetos se diferencian en base al éxito que son capaces de conseguir, es decir, en pos de su eficacia y su rendimiento. En suma, tal vez nunca las sociedades fueron tan desiguales en sus oportunidades pero tampoco fueron tan igualatarias en las demandas que imponen.
Los sujetos del impasse
Más que nunca la dependencia de los objetos es extrema; el sujeto es tomado por la adic(c)ión y sumido en el caprichoso imperativo del satisfacere ( satis : bastante; facere : hacer) consume hasta el exceso de la satisfacción. Este hacer-en-demasía, este consumismo intemperante se aplica a todos los ámbitos de la vida humana, de modo que no sólo se consumen objetos sino que se consume tiempo, espacios, palabras, imágenes e incluso sujetos. Lo que caracteriza la subjetividad actual es la depresión, el vacío, y ya no el abismo de los remordimientos mortificadores.
El sujeto es presa (y preso) de un goce que es a un mismo tiempo único y globalizado; goce que no pasa por el Otro del lenguaje, el Otro social, incluso el Otro sexual. Vale destacar que incluso las vestiduras de este Otro han mutado. Ya no se trata del Otro que antaño oficiaba como soporte sobre el cual se conjugaban las identificaciones con determinados ideales y anhelos de la cultura. Identificaciones a través de las cuales los sujetos se reconocían como iguales y trababan nuevas identificaciones, esta vez transversales. Hoy se trata de un Otro prescindente, vacío e incapaz de actuar como referente u ordenador; un Otro que intima al sujeto con una presión que se ejerce, no tanto en la dimensión de la prohibición, sino en la demanda de goce.
Ahora bien, cuando esta demanda de goce se ejerce sobre estructuras en las cuales la función paterna no fracasó definitivamente, pero no terminó de constituirse, emergen toda una serie de comportamientos errados, extraviados: anorexia nerviosa, bulimia, algunas modalidades de obesidad, a-dicciones, actos violentos y/o delincuenciales, huidas, actings, pasajes al acto en los que se observa un gran compromiso corporal que coloca al sujeto al borde… de la muerte. Evidencias que vienen a patentizar la predominancia del actuar sobre el simbolizar, el imperio de una lógica fundada en modos de goce desplegados a partir del plus-de-goce y no del Otro, lo que revela un debilitamiento del orden simbólico.
En la contemporaneidad la elaboración mental parece intolerable y el sujeto elige actuar. Las conductas actuadas se suceden; se dice actuar, actuación en la que se destaca algo del registro de la acción pero sobre todo del acto, de la mostración, de la escena (ya sea para quedarse en ella o saltar fuera) y sobre todo la imposibilidad de dar tramitación simbólica a “eso” que emerge, que muerde, que duele y que se pretende expirar a través del cuerpo.
Es precisamente entre los adolescentes donde estos comportamientos se presentan con mayor frecuencia. Frente al real ineludible de los cambios corporales, la premura exigente de asumir una nueva identidad y a sabiendas que la red significante que usufructuaba como niño ha dejado de ser eficaz, el adolescente se posiciona a la deriva, sin emblemas capaces de orientarlo hacia el futuro adulto. Al decir de Stevens (2001), la “salida de la adolescencia es el nuevo síntoma normal”. Sin dudas hay salidas posibles pero también es posible no salir totalmente, lo que implica una adolescencia interminable o bien, la adolescencia da lugar a estas nuevas configuraciones más próximas al acto que a la palabra; subjetividades mudas.
Cabe preguntarse entonces qué hace falta para que el sujeto salga de la adolescencia. Para responder a ello es posible retornar sobre lo expuesto por Lacan en el 1957: “se trata de que el sujeto le encuentre a su yo otra forma y hace falta para eso que se oriente hacia gran I, hacia el Ideal del Yo”.
Constituirse un nuevo Ideal del Yo, implica una nueva elección con el significante: un nombre, una profesión, situarse y decidir qué hacer con su vida. Existe otra salida: que el sujeto se oriente hacia el falo imaginario, salida común por una razón de estructura.
Mucho se ha dicho del ocaso de la función paterna (encauzador de la función del Ideal del Yo) entonces frente a esta carencia de la función paterna, ¿sería posible servirse del padre?…
Lacan (1957) afirma que aun cuando el padre aparezca como un semblante es posible que el sujeto se sirva de él; se puede no creer en el padre pero servirse de él. Si esto no se logra, una resolución posible sería apelar a la construcción de estos actos, mostraciones o nuevos síntomas.
Los actos revelan una posición ambivalente frente al Otro, cuyo ocaso sumerge en el terreno de la A-dicción, cuando el Otro no dice ni pide ni espera suscitando un: “Haz lo que quieras. A mí no me importa. Ni te hablo ni te escucho” (Braunstein, 2006). Frase que en inicio puede parecer portadora de libertad “haz lo que quieras, nadie juzga, nadie ordena no hay ley que coharte tu posibilidad de gozar”…y es allí donde radica el problema. Ya no se trata del dios muerto que todo lo habilita sino que, precisamente, por que dios ha muerto nada está permitido. Cuando ese Otro se vuelve sordo y mudo, cuando no demanda ni ordena se torna letal.
En una sociedad a la que le faltan palabras y le sobran significados, el adolescente busca hacerse un lugar; hallar una mirada, un Otro que le permita ser, vivir, subjetivarse. No resulta sorprendente entonces que la pesquisa se haga por la vía del acto, reduciéndose a un cuerpo, cuerpo que goza, que sufre, que se ofrece. Ofrendar la vida, la carne a cambio de existir.
Referencias bibliográficas
BAUMAN, Z. (2007): Vida de consumo. México: Fondo de Cultura Económica.BOURDIEU, P. (1998): “L’essence du néolibéralisme.” En Le Monde Diplomatique, nº 528. Paris.
BRAUNSTEIN, N. (2006): El goce. Un concepto lacaniano. México. Siglo XXI Editores.
DÍAZ, E. (2000): Postmodernidad. Buenos Aires: Biblios.
FREUD, S. (1979): El malestar en la cultura. Obras Completas. Vol. XXI. Buenos Aires: Amorrortu.
LACAN, J. (1999): Seminario V. Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires: Paidós.
LACAN, J. (1987): Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
LACAN, J. (1992): Seminario XVII. El revés del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
LIPOVETSKY, G. (2006): Los tiempos hipermodernos. Barcelona: Anagrama.
MAFFESOLI, M. (1990): El tiempo de las Tribus. Barcelona: ICARIA Editorial.
STEVENS, A. (2001) Nuevos síntomas en la adolescencia. Conferencia dictada en la EOL- Rosario, Argentina.