Juana Mejías Ramírez
María Luisa Rodríguez Ogando
Psicoanalistas
La verdadera causa de la miseria son las riquezas acumuladas en manos de quienes nada producen, y que se han concentrado en las ciudades. Los ricos se han reunido en las ciudades para divertirse y defenderse y los pobres vienen a ellas a nutrirse con las migajas de la riqueza.
León Tostoi
Aunque este texto, está escrito en un momento histórico determinado, a nadie se le escapa que gran parte, se podría escribir actualmente.
El capitalismo ha cambiado los hábitos de poder; tenemos un ejemplo en EEUU que ha declarado una guerra “al terrorismo” y cuyo objetivo es imponer el pensamiento único del capitalismo a escala mundial.
¿Por qué ocurre eso? Sabemos que la ética imperante en el capitalismo es el utilitarismo en donde el éxito se basa en la eficacia y el rendimiento. La identidad de los sujetos se juega en el tener y no en el ser. La paradoja que nos encontramos es que las sociedades son más desiguales en sus oportunidades y, a la vez, son más iguales en lo que se establece como mundo globalizado. Tenemos así que la globalización (que impone una igualdad obligatoria que actúa en contra de toda diversidad, promoviendo la cultura de consumo que nos iguala). Esta globalización es a la vez un excelente sistema de segregación, ya que las sociedades difieren en el éxito que consiguen sobre la base de su eficacia y su rendimiento.
Esto lo vemos también en los sujetos que componen dichas sociedades, donde cada vez las diferencias son más grandes en base al éxito que son capaces de conseguir y al mismo tiempo son más iguales, vemos que en distintas partes del mundo se cantan las mismas canciones y se dicen las mismas frases como “voy de compras”; los sujetos son atrapados en las imágenes (TV, internet, la play…) que los excitan hasta la saturación y que son promesa de satisfacción segura.
Pero el hombre no vive en el reino de la necesidad, que es de orden biológico, sino en el de la demanda, y por supuesto, lo que demanda no es una necesidad biológica, y eso lo utiliza el capitalismo; el capitalismo sabe que hay insatisfacción y también sabe que para esa insatisfacción no hay ningún objeto que pueda servir para colmarla y es ahí donde explota esa imposibilidad.
¿Cómo lo hace? Para el capitalismo todo es mercancía y propone objetos infinitos. Tenemos que todo es mercancía y toda mercancía producida es ya caduca en el momento de su adquisición y es destinada a ser reemplazada por un nuevo objeto más prometedor; por eso, todo objeto que es puesto en el mercado lleva una vocación de ser un objeto de desecho, ya que pronto será reemplazado por otro. Estamos hablando pues de plusvalía, el mayor valor de los objetos, que implica un empuje a volver a comprar, en una necesidad insaciable, que nunca es satisfecha, y en este circuito entra también el hombre como mercancía, como objetos de intercambio y de desecho.
Lo observamos en los emigrantes, donde sólo se les quiere para utilizarlos como mano de obra barata y como consumidores, este es claramente el discurso de la derecha, que después de utilizarlos querría que se volviesen invisibles.
Vemos como el discurso capitalista es un discurso astuto; lo encuadramos dentro de los discursos, porque fundamenta una forma de relación en la estructura social. Sin embargo, cuando hablamos de discurso, hablamos de aquello que es capaz de hacer lazo social, de establecer un vínculo con el otro a través de las palabras, y el discurso capitalista no hace lazo social, no hay palabras, solo imágenes.
Tenemos un sujeto atrapado entre satisfacción y satisfacción, de objeto en objeto. Sabemos que hoy en día se huye de la palabra, hay una falta de elaboración del discurso. No hay placer en la palabra, hay pereza y cansancio del otro cuando habla. Lo vemos también en la juventud actual que se relacionan con un lenguaje sintético, con monosílabos, reduciendo al mínimo la palabra, mientras las imágenes ocupan su lugar. Imágenes sin elaboración simbólica, que llegan directas al cerebro como proyectiles, que no permite una elaboración crítica.
La trampa letal que esconde el capitalismo es doble:
– Por un lado, caducidad instantánea del objeto que nunca satisface, produciendo tristeza y depresión.
– Por otro, pretende universalizar la satisfacción, quiere un objeto que satisfaga a todos por igual y así desaparecen las diferencias, los sujetos quedan todos iguales ante el mercado (coches, vaqueros, móviles en todas partes del mundo, internet…). Así solo cabe la alternativa de que cada sujeto sea único en lo que es su síntoma.
Para el psicoanálisis tenemos que decir que el síntoma se define como el representante de la verdad del sujeto. Porque el síntoma viene al lugar de lo que no tiene palabra. Cuando una cosa no se puede decir, no se encuentran las palabras, se responde con el cuerpo.
En esta falta de diferenciación que hemos comentado aparece la marca, que iguala y a la vez nos diferencia de otros grupos. Los grupos quieren ser diferenciados de otros grupos, con tatuajes, con vestimentas propias, con nuevos signos. Esto es especialmente importante, porque de todo esto se alimentan los sentimientos nacionalistas.
No se soporta la diferencia, se ve muy bien en la adolescencia que es un ámbito muy familiar para todos. En un primer momento en el adolescente surge con gran fuerza la necesidad de ser diferente, diferente de si mismo, de su niñez, quiere ser diferente, quiere ser adulto y a la vez no soporta esta diferencia, recurriendo a la marca (vestimenta, signos…) que le incluyen en un grupo de iguales hacia la identificación.
Tenemos pues que el discurso capitalista no encuentra obstáculo, porque averigua la manera de incorporarlo dentro de sus elementos, ya que es capaz de metabolizarlo todo. Cuando desde los sistemas de producción aparece el hecho de que tenemos más tiempo libre, el capitalismo incorpora lo que hoy en día llamamos el mercado del ocio y a su vez aparece el mercado del aburrimiento, donde el sujeto tiene a su disposición innumerables fármacos, drogas, alcohol, ya que en la sociedad actual siempre se nos ofrece algo.
Por eso, en el psicoanálisis se dice que falta la castración en el discurso capitalista. La castración implica que no todo se puede y el discurso capitalista se basa en un todo se puede. Sin límites.
La castración es el límite que se establece para poder relacionarse con el otro. En la psicosis, es decir, en la locura no se hace lazo social, porque no hay castración. El loco es aquel que puede decirlo todo, sin límite, sin pudor. Los niños desde que aprenden sus primeras palabras aprenden que en la relación con el otro no todo puede ser dicho, se da cuenta enseguida (tiene que esperar que el otro le diga, tiene que soportar que lo que dijo no es lo que quería decir, que se sintió “tonto”). Es el límite de la propia relación al otro, que a su vez es el que permite el vínculo con el otro, es el límite que permite el lazo social.
Ese límite al que denominamos castración es el fundamento del deseo, ya que el no-todo da la posibilidad de desear algo. Y se desea ser entendido, ser querido… Este deseo es del orden de la demanda no de la necesidad biológica, como comentamos anteriormente. Este es el punto más astuto del discurso capitalista, saber que el deseo es del orden de la demanda y que por definición el deseo no se satisface nunca. Cuando la castración funciona el sujeto se tiene que hacer responsable de lo que dice. El capitalismo elimina esta responsabilidad.
En la teoría de Marx, es el funcionamiento del mercado donde aparece un resto: la plusvalía que es el beneficio y que ocasionó la lucha de clases. Cuando se habla de plusvalía, se habla del más valor de mi trabajo, entre el valor de sueldo que me pagan y el trabajo que realizo hay un resto que es el beneficio, que se lleva el capitalista (sueldo-trabajo-beneficio). En la teoría psicoanalítica, esto es el plus de goce.
En el capitalismo tenemos que sustituir el deseo del que hablábamos, donde es necesario un no-todo, para poder desear, por lo que los psicoanalistas denominamos goce, que es un concepto complejo. En el psicoanálisis, Jacques Lacan habla de goce para referirse a un modo de satisfacción donde placer y dolor se confunden.
Aquí vemos muy bien lo que comentábamos antes de la trampa capitalista: el placer del objeto conseguido es instantáneamente perdido, porque ese objeto tiene que ser sustituido por otro más prometedor, por lo tanto placer y dolor se confunden, y no hay espacio para las palabras, lo vemos muy bien en ciertas parejas donde no hay palabras, ya que la pareja ha dejado de ser “el objeto de nuestro deseo”, ya se encarga el capitalismo de confundir al sujeto con los objetos que se sitúan allí donde debería estar este deseo y coloca otros objetos que lo enmascaran, como querer un gran coche “para enamorar a una mujer”. Otro ejemplo, desde el lado femenino, es hacerse la cirugía estética para ser deseada como objeto.
Así añadimos la segunda característica del capitalismo. La primera era que nada quiere saber de la castración y la segunda que nada quiere saber del amor.
Es posible que uno de los descubrimientos más importantes realizados por Freud, además del inconsciente, y definido por Lacan (estructurado como lenguaje), es el hecho de que exista en el ser hablante una tendencia que lo aleja del bienestar y del placer y lo impulsa a buscar una satisfacción que puede muy bien llevarle a la autodestrucción. Esto es lo que se conoce como pulsión de muerte.
En la extraordinaria transformación de la sociedad actual, las fronteras del pudor parecen desaparecer. En los programas de televisión donde la máxima “muestre todo, dígalo todo, que nada tiene consecuencias”, el discurso capitalista ofrece una doctrina destinada a olvidar la castración, esto conduce a una eliminación progresiva de la memoria histórica, tanto en el plano individual como colectivo y en España lo vemos día a día.
El premio Nobel de la Paz de 1980, Adolfo Pérez Esquivel explica que “los pueblos que olvidan, vuelven a cometer los mismos errores”. Es por eso que el psicoanálisis no puede pretender comprender el malestar humano sin adoptar un punto de vista ético. Es necesario que en la clínica donde se articula la verdad que rige el inconsciente se tenga en cuenta que es una verdad en el contexto de la historia del sujeto y en el de su memoria. Un sujeto degrada su existencia cuando se consagra al olvido de su verdad. Las civilizaciones también cuando aniquilan su verdad, cuando aniquilan su memoria.
Este olvido y este rechazo se paga con el síntoma, que habla con la voz del inconsciente, que es como el psicoanálisis ofrece una alternativa al sufrimiento de los sujetos y al malestar en las civilizaciones que reducen su memoria y se encaminan al silencio.
Podríamos intentar contestar a la pregunta ¿Por qué la guerra?. La respuesta que dió Freud es que los hombres tienen dentro de sí apetito de odio y destrucción y la guerra es la destrucción del otro, del competidor.
La clase dominante tiene “hambre de poder político” que se pone al servicio de los intereses económicos particulares, como los grupos que ven la guerra según su interés particular para fabricar y vender armamento. Esta minoría que tiene el poder político tiene bajo su influencia las escuelas, la prensa y por lo general la iglesia, para organizar y gobernar las emociones de la mayoría de la población.
El capitalismo es degradación. Degradación del pensamiento, del amor, de la vida humana, del respeto a la niñez, del respecto a la educación, al trabajo, a la solidaridad.
Sabemos que hay violencia y que puede haber más. La violencia entre compañeros, las quejas de los profesores por la falta de consideración hacia su tarea de enseñantes, las agresiones diversas entre iguales… reflejan el dominio de la homogeneidad, del todo vale y además da igual.
Por tanto, nos vemos obligados a reflexionar, sobre todo, cuando la palabra se alza para no responder con violencia. Nuestra propuesta de trabajo es una apuesta por la palabra, puesto que cuando se habla se abre el camino a nuevas propuestas ante el horror, se trata de no quedar paralizados, de no quedarnos sin palabras. Nos encontramos actualmente con sujetos autistas que no hablan, que no se relacionan y lo más grave no es que estos sujetos se callen, sino que no tengan algo propio que decir, ya que han quedado abolidos a ser objetos del mercado.
Referencias bibliográficas
FREUD, S.: El Malestar en la Cultura.
FREUD, S.: Psicología de las Masas y Análisis del Yo.
LACAN, J.: Seminario 7. La Ética del Psicoanálisis.
LACAN, J.: Seminario 11. Los Cuatros Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis.
LACAN, J.: Los Escritos I y II.
SLIMOBICH, J. L.: Lacan: Amor y deseo en la civilización del odio.
SLIMOBICH, J. L.: Letrahora nº 9.
ALEMÁN, J: Derivas del Discurso Capitalista.
Por gentileza de Revista Trasversales