Convergencias del materialismo histórico y el psicoanálisis. Reflexiones sobre la formación psicoanalítica individual y grupal

Silvia Radosh Corkidi
Profesora e Investigadora de la Maestría en Psicología Social de Grupos e Instituciones. Universidad Autónoma Metropolitana-X (México)
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Resumen

Realizamos un estudio sobre la patología de la “formación psicoanalítica” a través de puntos de convergencia del psicoanálisis y el materialismo histórico: las grandes contradicciones entre formarse y psicoanalizarse. Proponemos que la ignorancia de los hechos reales que determinan la historia, da lugar a la búsqueda de explicaciones míticas y religiosas, la creencia en estas formas de fe se va haciendo cada vez más necesaria para el reforzamiento de la ideología del sistema capitalista, porque ésta lleva a situaciones hegemónicas donde la lucha por el poder es lo fundamental y el sistema de explotación así, es inamovible. El aprendizaje de amar al censor, a la ley y sentirse amado por ellos, tiene ya un viejo origen, el Derecho Canónico, sin embargo sigue vigente. Es nuestra hipótesis que éste es también el origen de las asociaciones psicoanalíticas. La institución psicoanalítica se forma con las mismas normas y estructura de aquellas instituciones que la atacan.

Palabras-clave: formarse, institución histórico, patología, psicoanalizarse. psicoanalítica, materialismo

Abstract

We intend to study the pathology of ‘psychoanalytic training’ through convergence between psychoanalysis and historical materialism: the contradictions between formation and being in psychoanalytical process. We propose that the ignorance of the facts that determine history, gives rise to the pursuit of mythical and religious explanations, belief in these faiths is becoming increasingly necessary for the reinforcement of the ideology of the capitalist system, because this leads to hegemonic situations where the struggle for power is the fundamental and the operating system as well, it is unremovable.

Learning love the censor, to act and feel loved by them, is already old in origin, Canon law (Derecho Canónico), however remains in force. It is our assumption that this is also the origin of the psychoanalytic associations. The psychoanalytic institution is formed with the same rules and structure of those institutions that attack.

Keywords: psychoanalytical training, psychoanalytical institution, historical materialism, pathology, being in psychoanalytical process.


Los analistas se interrogan desde hace cincuenta años sobre la conveniencia del análisis didáctico. ¿No hay posibilidades de volver en algún momento a un análisis personal?

Maud Mannoni (1979)

Formar: dar forma; constituir, componer, modelar. Reunir, formar un grupo; poner en orden; formar una compañía; criar, instruir, crear, educar; colocarse en formación; ajustar los moldes de imprenta; desarrollarse una persona.

Pequeño Larousse Ilustrado (1978)

Puntos de Partida

En el presente trabajo pretendo acercarme a una contradicción ampliamente debatida, entre analizar-se y formar-se y su relación con el deseo —consciente e inconsciente—, el narcisismo y la ideología. Por esta última, entiendo el concepto amplio de la misma que abarca la visión consciente e inconsciente que las personas tienen de las normas que rigen la sociedad. Sabemos que hay un uso polisémico de la palabra ideología, pero no lo desarrollaremos aquí. Debo aclarar que se habla de “patología de la formación” en tanto el análisis debe ser realizado desde el deseo del sujeto de hacerlo y no desde una “obligación académica” y aquí entra la primera contradicción, pues no se puede ser analista sin pasar por este proceso, pero se deforma al ser un “requisito” que hay que cumplir. Otra importante contradicción es que el análisis intenta liberar la palabra propia del sujeto y las instituciones intentan “normarla”. Esto impide de forma importante un análisis realmente libre y propio. Muchas personas una vez que se han “formado” empiezan más libremente su análisis. Estos y otros diversos problemas se juegan en la formación, incluso se han realizado congresos desde hace ya largos años, así nombrados, “patologías de la formación psicoanalítica”. Claro, el término patología lo usamos metafóricamente.

Las vías para pensar este tema son múltiples y además han sido ampliamente desarrolladas y escritas, razón por la cual nos limitaremos a enfatizar dos puntos de partida y tal vez de llegada.

El primero es la interpretación de la historia desde el punto de vista psicoanalítico, que alude a los orígenes mitológicos del hombre y la formación de la sociedad, tomando en cuenta el subsiguiente desarrollo de ese pensamiento primitivo, que desembocará en la formación de las diversas religiones e instituciones. El segundo punto de partida, es la interpretación materialista de la historia que retoma los hechos tal cual sucedieron (en la medida en que eso es posible) y relata cómo fueron creando diversos tipos de sociedades con formas particulares de gobernarse y relacionarse.

Aun cuando se dice que la historia tal cual queda escrita no alude a lo que realmente sucedió, (y esto aplica tanto a la memoria del individuo como a la memoria de los pueblos), es claro que esto no puede tomarse al pie de la letra pues en ambas hay “presencias” constantes que remiten a ese pasado:

El inconsciente es ese capítulo de mi historia que está marcado por un blanco y ocupado por un embuste: es el capítulo censurado. Pero la verdad puede volverse a encontrar; lo más a menudo ya está escrita en otra parte; a saber, los monumentos y esto es mi cuerpo, es decir, el núcleo histérico de la neurosis […] en los documentos de archivos también y son los recuerdos de mi infancia […] en la evolución semántica […] el estilo de mi vida y mi carácter […] en la tradición también, y aun en las leyendas que bajo una forma heroificada vehiculan mi historia […] en los rastros, finalmente, que conservan inevitablemente las distorsiones, necesitadas para la conexión del capítulo que lo enmarcan, y cuyo sentido restablecerá mi exégesis (Lacan, 1972, p. 80).

De otro lado, tomando en cuenta el análisis socioeconómico de las estructuras sociales actuales, encontraremos constancia de los hechos reales, es decir, el profundo y complejo análisis que realizan Marx y Engels (1845) nos habla de que la vida toda, social, política y espiritual, es dada y puede llegar a ser comprendida por las condiciones materiales de la época, lo que viene a revolucionar todas las ciencias históricas, no sólo la economía política, de ahí la frase de Marx, que dice no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia; en otro texto en vez de conciencia utiliza vida. Es una tesis fuerte para pensar (Cfr. Marx y Engels, 1845).

De manera esquemática y reducida, abordaremos los orígenes a los cuales alude el psicoanálisis a partir de Freud, su concepción acerca de la estructuración de la sociedad y las relaciones, e intentaremos entrecruzarla con los planteamientos del materialismo histórico. Veamos. Freud (1913) plantea que:

«El dominio de los componentes sexuales sobre los sociales es el factor característico de las neurosis. Pero las propias pulsiones sociales se han generado como unidades particulares por conjunción de componentes egoístas y eróticos […] Los sentimientos sociales fraternos sobre los cuales descansa la gran subversión (el parricidio) conservan a partir de entonces y por mucho tiempo el influjo más hondo sobre el desarrollo de la sociedad» (Freud,1913, 1979, pp.77-78, 147).

El nacimiento del ideal estaría en la plenitud del poder y la ilimitación del padre primordial antaño combatido (ibid., p. 150) y el deseo: ser igual al padre a través de la incorporación de sus partes mediante el banquete totémico:

«[…] pero nadie podía obtener ya ni tenía derecho a hacerlo, aquella perfección de poder del padre que empero todos querían alcanzar […] ese deseo que tuvo que permanecer incumplido a consecuencia de la presión que los lazos del clan fraterno ejercían sobre sus miembros […] Y posteriormente ante la dificultad de sostener la originaria igualdad democrática, se reanima el antiguo ideal del padre en la creación de los dioses […] en cada quien, dios tiene por modelo al padre […] dios en el fondo no es mas que un padre enaltecido» (ibid., pp. 149-150).

El mito sobre el padre primordial, creado por Freud, se plantea como origen de religiones e instituciones, no se confunde aquí al dios cristiano con el padre primordial, sino que en esos tiempos primitivos, todavía no se erigía al dios cristiano; se crearon primero los “tótems” y sus correspondientes tabúes, fue en años posteriores que se iniciaron las religiones primero politeístas hasta llegar al monoteísmo. Desde la interpretación freudiana, dios es un “padre enaltecido” (como lo plantea la cita antedicha) y pudiera rastrearse su origen en el mito del padre primordial.

En Moisés y la religión monoteísta, Freud (1939) desarrolla ampliamente esta idea. Indica allí que el origen de la búsqueda del monoteísmo está en la concentración y el aumento del poder político en una sola persona: “en Egipto el monoteísmo había crecido, hasta donde lo comprendemos, como un efecto colateral del imperialismo, Dios era el espejamiento de un faraón que gobernaba sin restricciones sobre un vasto imperio universal” (Freud, 1939, 1979, p. 62). Podríamos pensar que en la actualidad también se ve espejado la unión del imperialismo y la iglesia, al ver su búsqueda del poder político, social y económico universal y al ser propuesta a su vez como modelo de toda clase de instituciones. “Épocas de un remoto pasado poseen una atracción grande, a menudo enigmática, para la fantasía de los seres humanos” (ibid., p. 68). Fenómeno difícil de explicar en la Psicología de las masas (Freud, 1921): “Que una tradición ignorada ejerza un efecto tan poderoso sobre la vida anímica de un pueblo” (Freud, 1939, 1979, p. 67).

Es justamente en este punto, donde la propuesta de Freud, se articula con la de Marx y Engels (1845). En La ideología alemana (Cfr. Marx y Engels, 1845, p. 28-31) plantean que las relaciones de los hombres de forma natural están fuera de su voluntad consciente, manejadas por una especie de poder enigmático y terrorífico que les impone el olvido y después la ignorancia con respecto a las razones y los hechos por los que los hombres luchan y crean sus normas; de aquí surge el concepto de enajenación:

«Por relación social se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin […] la “historia de la humanidad” debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio […] la fuerza de producción, el estado social y la conciencia entran en contradicción dada la división del trabajo […] la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativa del trabajo y sus productos; es decir la propiedad cuyo primer germen, cuya forma inicial se contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son los esclavos del marido. Por lo demás, la división del trabajo y propiedad privada son términos idénticos: uno de ellos dice, referido a la esclavitud, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta […] finalmente, la división del trabajo nos brinda ya el primer ejemplo de cómo, mientras los hombres viven en una sociedad natural, mientras se da por tanto una separación entre el interés particular y el interés común, mientras las actividades por consiguiente no aparecen divididas voluntariamente, sino por modo natural, los actos propios del hombre se erigen ante él en un poder ajeno hostil, que le sojuzga en vez de ser él quien los domine.»

De esta forma, Marx y Engels (1845) proponen la dominación consciente por parte de “poderes misteriosos” que en realidad nacieron de la acción de unos hombres sobre otros y que hasta ahora se han impuesto sobre ellos como potencias absolutamente extrañas, aterrándolos y dominándolos [1]. La consciencia de nuestros orígenes y nuestra historia, la abolición de la propiedad privada y la transformación de las relaciones entre los hombres, tanto sociales como económicas, sería la posibilidad de cambiar esta condición de alienación: “La esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad el conjunto de las relaciones sociales” (Tesis 6 Feuerbach en Marx y Engels, 1845, 1982, p. 9).

En Freud (1939) encontramos que enfatiza la esperanza de una mejor vida en la creencia de un padre primordial quien lo recompensará y distinguirá. Señala (al igual que en otros artículos anteriores) que la fe religiosa contiene el carácter de síntoma psicótico pero al ser un delirio de masas, no pasa como tal y no produce aislamiento (Cfr. Freud, 1939). Tienen la ilusión de ser elegidos al creer en un ser grandioso y único y participar de su enaltecimiento. Esto refiere a cómo los seres humanos se encuentran todavía fundamentando sus vidas, sustento y satisfacción “real” en una culpa original de la cual buscan ser perdonados para lograr una satisfacción. Ésta será también ilusoria: ser perdonados, reconocidos y amados, independientemente de las situaciones reales que los dominan y sojuzgan. Este resulta ser un muy buen ejemplo de lo que Castoriadis (1975) nombraría como “imaginario social instituído central”.

Nos preguntamos entonces ¿qué intereses, ideales colectivos, ilusiones y esperanzas mantienen a los pueblos unidos, a pesar de su explotación y sojuzgamiento?

«Sabemos que Moisés había transmitido a los judíos el sentimiento arrogante de ser un pueblo elegido, en virtud de la desmaterialización de Dios se agregó una nueva y valiosa pieza al tesoro secreto del pueblo. Los judíos conservaron la orientación hacia intereses espirituales; el infortunio político de la nación les enseñó a estimar en todo su valor, el único patrimonio que les había quedado: su escritura […] En lo sucesivo fueron la Sagrada Escritura y el empeño espiritual entorno de ella lo que mantuvo cohesionado al pueblo disperso […]» (Freud, 1939, 1979, p. 11).

Tesis importante para pensar el que sea la escritura y el secreto factor de unión del pueblo judío. Sin embargo esto es parcialmente cierto si tomamos en cuenta que existen otras explicaciones basadas en las relaciones sociales reales, materiales. Explicaciones desde las “ideas” (religiosas, filosóficas…) con respecto a las relaciones entre los hombres, pueden ser ilusorias. Al respecto dirán Marx y Engels (1845) que es necesario explicar lo teórico en base a lo real existente, uno de los problemas es que quienes producen lo material, también producen lo espiritual y esto es lo que domina en tanto que los que se someten a estas ideas dominantes no tienen los medios necesarios para la producción ni material ni espiritual, así las ideas dominantes de una época son las ideas de la clase dominante y esto es necesario hacerlo consciente.

Es así que observamos cómo es frecuente que las ideas se separen del contexto de la clase que las produce, que es la clase dominante y se tomen como ideas por sí mismas: abstractas y universales. La dominación de una clase estaría dada por prevalecencia de estas ideas, en tanto adquieren un peso social mientras su origen es “olvidado” y su poder se mantiene como absoluto. También este aspecto es desarrollado por Castoriadis (1975) refiriéndose a la autonomía y heteronomía de las sociedades y pensamos que el predomino de dichas ideas puede relacionarse con el imaginario social instituido que es predominante (Cfr. Castoriadis, 1975). En consonancia con lo anteriormente dicho, tomamos una cita de Freud donde indica cómo

«[…] es notorio que el mito concede a los dioses la satisfacción de todas las apetencias a que la criatura humana debe renunciar, lo sabemos por el incesto […] Pero en la saga la divinidad no tiene nada del carácter de un superyó, sigue siendo representante de la vida pulsional hiper potente» (Freud, 1933, 1979, p. 175).

Para contrarrestar estas ideas y acciones dominantes, se plantea una posibilidad: La unión hace la fuerza, dirá Freud. La violencia es quebrantada por la unión y ahora el poder de “estos unidos constituye el derecho en oposición a la violencia del único. Vemos que el derecho es el poder de una comunidad” (Freud, 1933, 1979, p. 189). Idea que resuena con la salida que vislumbran Marx y Engels (1845) ante los intereses particulares y la competencia. Ellos encuentran la posibilidad de cambio a través de la lucha por los intereses comunes que se genera en la asociación, en la dependencia de la estructura familiar; así como también a través de la abolición de la propiedad privada.

Sin embargo, las posturas y planteamientos presentan dilemas. En el caso de Freud (1927), estos parecen hacerse visibles al acercarse a su texto El porvenir de una ilusión. En el mismo plantea cómo el privilegio de una minoría marca injusticia y hostilidad en los oprimidos, pero a su vez dice que los oprimidos por eso no interiorizan las prohibiciones. Siguiendo su escrito encontramos la siguiente cita: “al contrario, no están dispuestos a reconocerlas, se afanan por destruir la cultura misma y eventualmente hasta por cancelar sus premisas” y mas adelante:

«[…] huelga decir que una cultura que deja insatisfechos a un número tan grande de sus miembros y los empuja a la revuelta, no tiene perspectivas de conservarse de manera duradera ni lo merece […] los vínculos recíprocos de los seres humanos son profundamente influidos por la medida de la satisfacción pulsional que los bienes existentes hacen posible […] toman al otro como un bien mismo, si explota su fuerza de trabajo o lo toma como un objeto sexual.» (Freud, 1927, 1979, p. 6).

Seria necesario que pensáramos que el luchar por los derechos no lleva implícito el destruir una cultura. Habría que empezar por lograr que todos tengan acceso a ella, una vez que satisfagan las necesidades primordiales: “La primera premisa de toda existencia humana y también por tanto de toda historia es que los hombres se hallen, para ‘hacer historia’ en condiciones de poder vivir” (Marx y Engels, 1845, 1982, p. 26). Se buscaría que el hombre satisfecho con lo primordial y sin verse negado al conocimiento de su historia real, sin necesitar de una representación poderosa que le done la satisfacción de lo que este poderoso considere que merece, sino pudiendo ser parte activa de su proceso histórico; no necesitaría de representaciones del poder que lo dominaran y le dieran reconocimiento. Sin embargo, si partimos de las pulsiones destructivas en todos los sujetos, tendríamos que buscar, además de mayor justicia e igualdad, otros caminos de derivación. Freud sugiere que educados en el amor y con acceso a los beneficios de la cultura, tal vez se podría amar más a ésta.

Ahora bien, la ideología dominante promueve una ilusión narcisista, la cual no buscaría ser alcanzada de lograrse lo anteriormente planteado. La naturaleza narcisista del amo se apoya en sus logros que le causan orgullo, en tanto que los oprimidos se identifican con estos amos a pesar de que los explotan y someten pues los ven como su ideal, esto —a decir de Freud— produce vínculos satisfactorios en el fondo, a pesar de su hostilidad justificada, y tal vez eso permite la pervivencia de las culturas. Pero, ¿qué significan “vínculos satisfactorios” en el fondo? ¿En el fondo de qué? ¿Acaso de necesidades narcisistas? ¿Satisfacción ilusoria? ¿Salvarse de los terribles castigos propuestos por ejemplo, por el derecho canónico a quien se salga de las normas? Y ¿cuál es su premio? ¿Será la vida en el más allá?

Y en esta alusión a la religión, a la cual nos remite la reflexión, el mismo Freud plantea que las clases poderosas bloquean el despertar intelectual de las masas porque lo mas seguro es que así no irán desapareciendo las ideas religiosas (entre otras de las ideas dominantes):

Mientras más accesibles a los seres humanos se vuelven los tesoros de nuestro saber, tanto mas se difunde la renegación de la fe religiosa […] Por eso sería una indudable ventaja dejar en paz a Dios y admitir honradamente el origen sólo humano de todas las normas y todos los preceptos de la cultura (Freud 1927, 1979, pp. 38, 41).

Siguiendo los pensamientos de Freud, en otra dirección, el sentido de la vida estaría dado por la búsqueda de obtener la dicha y el hombre elegiría diferentes caminos para ello. Pero, ¿por qué es tan difícil conseguirla? ¿Será por la hiperpotencia de la naturaleza o por la fragilidad de nuestro cuerpo, o acaso por la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos en la familia, el estado y la sociedad? (Cfr. Freud, 1929). Aunado a esto, enfatiza la comunión de los vínculos como rasgo indispensable para el desarrollo de la cultura: […] el modo en que se reglan los vínculos recíprocos de los seres humanos: los vínculos sociales que ellos entablan como vecinos, como dispensadores de ayuda, como miembros de una familia o de un Estado.

«[…] El elemento cultural está dado con el primer intento de regular estos vínculos sociales […] de faltar este intento, tales vínculos quedarían sometidos a la arbitrariedad del individuo […] la convivencia humana sólo se vuelve posible cuando se aglutina una mayoría más fuerte de los individuos aislados y cohesionados frente a esto […] Esta sustitución del poder del individuo por el de la comunidad, es el paso cultural decisivo.» (Freud, 1929, 1979, pp. 93-94).

Propuesta que concuerda con varios postulados del materialismo y que son aclarados y complementados gracias a la introducción como eje de la reflexión del factor económico. Si pensamos que la regulación de los vínculos sociales en su infraestructura está justamente dada por las relaciones económicas, se abre el panorama “sin salida” que se plantea si se piensa sólo en aspectos psíquicos (¡Ojo! que la inversa tampoco funciona). “Sin salida” que probablemente se viera reflejada en el hecho de que Freud fluctuará entre una posición pesimista de “nada se puede hacer dada la natural estructura del hombre” y la posición de la posibilidad de lazos productivos de la comunidad mediante las pulsiones eróticas.

En esta tensión, Freud, al pensar en la imposibilidad de la transformación de la sociedad, dada la naturaleza del hombre, liga a dicha naturaleza como aspecto constitutivo la agresión (pulsión de muerte, “Tánatos”). Postula que la misma no es producida por la institución de la propiedad privada sino que es un rasgo indestructible de la naturaleza humana que lo seguirá donde fuera. Plantea que es posible ligar a una multitud de seres humanos con tal que otros queden fuera para manifestarles la agresión. Esto supone que puede haber amor, unión y solidaridad mientras la agresión tenga un afuera donde proyectarse [2].

Al introducirnos en las propuestas del autor con respecto a la agresión y también a las pulsiones eróticas, se nos plantean una serie de elementos a pensar: si tal como dice él mismo, la represión masiva de la sexualidad embota la capacidad de pensamiento y la investigación, ¿de que manera confiamos en que alcanzarán el ideal psicológico, el primado de la inteligencia, personas que están bajo el imperio de la prohibición de pensar? [3].

«En general no he recogido la impresión de que la abstinencia sexual ayude a formar varones de acción reformadores; mucho más a menudo crea pusilánimes de buen comportamiento que más tarde se sumergirán en la gran masa que suele ir a la saga de los impulsos que parten de individuos fuertes.» (Freud, 1908, 1979, p. 176).

De otro lado, desde el punto de vista materialista, la transformación material no se fundamenta en el cambio de ideas o en que el hombre sea “bueno” o “malo”, “amoroso” o “destructivo”, sino en el cambio de las bases materiales y sus revelaciones.

Desde una perspectiva estrictamente económica, el capitalismo tiene una estructura tal que por sí mismo al “evolucionar” se va autodestruyendo (Ignacio Cepeda) [4]. Para persistir requiere de las masas y la relación entre países pero al mismo tiempo genera unas formas de regulación social, plantea diferencias de clase contradictorias y antagónicas. Esto nos llevaría a pensar que este sistema tendería a estimular y promover la pulsión destructiva del hombre y sus relaciones. Pero, si el humano es por naturaleza amoroso y destructivo, ¿por qué proyectar y alimentar un sistema social que impulse, enfatice y promueva esa destructividad? Acá Rozichtner (1979) piensa que son los obstáculos de la cultura en determinada época y estructura social, los que hacen que se responda de forma destructiva y no integrativa y si bien en parte le concedo razón, no concuerdo con él en que la pulsión destructiva sea un “resultado” de los factores sociales, políticos, económicos en tanto niega lo originario de dicha pulsión, que fue altamente discutido en las épocas de Anna Freud que así pensaba y Melanie Klein que más bien concordaba con Freud. Pienso que éste es un problema que surge cuando nos fundamentalizamos de un lado o de otro, la propuesta es no sólo pensar en orígenes psíquicos, como tampoco en socio-económicos, sino en el juego del adentro y del afuera [5] y en la íntima relación del aparato psíquico con lo social. Una de las propuestas de Freud era que los sujetos perdieran su esperanza en el más allá y pusieran la fuerza de su libido en la creación y la investigación en esta tierra, hoy. En esto coincide también con el materialismo dialéctico.

Formación analítica individual y grupal: narcisismo y poder

Ahora bien, de esta aproximación inicial al origen de las relaciones sociales, la cual requiere por supuesto mayor profundización, pasaremos a las instituciones, representantes y transmisoras de la ideología predominante (en donde retomaremos una vez más el concepto de Althusser “aparatos ideológicos del Estado”).

En trabajos anteriores hemos desarrollado reflexiones alrededor de las propuestas del análisis institucional con las cuales concordamos. La guía del análisis en la institución de lo libidinal, lo organizativo y lo económico (Cfr. Lourau, 1975) en relación con el sistema ideológico- político del país en que se desenvuelve dicha institución, nos parece sigue siendo útil.

Al respecto, deseo enfatizar por ahora, el texto de Legendre (Cfr. 1979a) quien apunta en esta línea. El autor realiza el análisis de los textos del derecho canónico (Edad Media) intentando penetrar en el “camuflaje dogmático” para desde ahí observar el fenómeno institucional enfatizado en la censura, importante tema trabajado por Freud, y tema fundamental de la institucionalidad:

«La censura, es decir, los medios eficaces de enterrar el conflicto, según las exigencias lógicas de un doble juego en el que se cumple la función vital de enmascarar la verdad […] Freud, como Galileo, después del descenso infernal, fue erigido en el signo fasto, para fundar de nuevo ese viejo dogmatismo occidental que sabe ordenar la verdad fulminando el error y pasar, cuando es necesario, del fantasma barroco a la ilusión surrealista […] el texto freudiano aunque solo esbozase una nueva teoría casual de la sumisión, decía demasiado […] la genética de la institucionalidad se encuentra completamente inscrita en una historia de las religiones de la que Freud ha presentido todo su valor […] Notemos que la religión plantea brutalmente la cuestión del poder, subrayando la pretensión de “hacer creer” de la que vive la institución […] el pecador que surge por su deseo es así invitado a buscar sustitutos; el objeto de reemplazo por excelencia, ideal y sublime es la misma ley, transformada en objeto de amor […]» (ibid., pp. 17-18).

La ley transformada en objeto de amor, y así amar al censor, ¡qué eficaz trampa!, que tiene como origen la desvalidez del ser en su muy temprana infancia, lo que le lleva a la creencia casi absoluta del poder de los padres. Legendre continúa retomando el tema de la confesión, que en ocasiones se ha confundido con el lugar del curandero y aún también del psicoanalista (en parte Foucault, en 1971, y otros lo plantean), y no dudamos de que algunos así lo crean y lo practiquen, mas es deber nuestro distinguir un lugar de otro, pues el psicoanalista no juzga (no participa del derecho penitencial), no perdona ni condena, no castiga, su ética es de otro cariz, no le propone al sujeto ceder sobre su deseo sino al contrario, descubrirlo, no debe borrar la falta sino conocerla, etc. El hecho de que pueda representarle al paciente todos esos personajes, no implica creérselo sino por lo contrario, le ayudará a desmontarlo trabajando en y con la transferencia Esto ejemplifica muy claramente la hipótesis central que queremos plantear: el lugar del analista puede ser en lo imaginario, el del confesor que tiene la palabra que cura; este personaje se va creando y adquiere esas características que aunque ilusorias, pueden tener eficacia real, puesto que son roles social y económicamente poderosos y dominantes. De esta manera, este lugar puede favorecer la transmisión de la ideología dominante, la religión, la posición narcisista. Conviene pues darnos cuenta que todo el trabajo que se va logrando está siempre atravesado por lo colectivo implícita o explícitamente. Y esto puede suceder en la formación psicoanalítica tanto individual como grupal.

Enfatizamos pues que si los profesionistas, entre ellos los analistas, no nos cuestionamos al servicio de quién trabajamos [6], no estamos más que repitiendo al infinito la historia y oponiéndonos al cambio social que de todas formas se va dando. En otro artículo Legendre (1979b) afirmaba que efectivamente el psicoanálisis puede participar en el blof universal o contribuir a efectos verduguientos (lo que no es poco decir, ejemplo de ello fue la utilización del psicólogo para efectos de la tortura en las dictaduras del Cono Sur), pero lo que importa es que pone el desorden en lo instituido de la cabeza, da incerteza a los saberes, nos lleva al deseo de los sujetos.

Quisiéramos pues, señalar con claridad la hipótesis fundamental de este trabajo: las propuestas de comprensión y acción del marxismo con relación a la historia de las sociedades contribuyen a aclarar el uso y abuso de la autoridad, el poder, las desigualdades. Al igual que los antagonismos y la creación de sociedades fundamentadas en la repartición y concentración desigual del poder en unos cuantos y la explotación de la mayoría con el fin de que esto se mantenga.

Proponemos pues, que uno de los vértices donde podría articularse el psicoanálisis (que ha profundizado en el individuo) y la sociología científica (que aclara los fenómenos sociales) estaría dado por el análisis de los fenómenos colectivos, fundamento también posible para el análisis grupal.

De otro lado, será importante que tengamos en cuenta el análisis de diversas posiciones caracterizadas por la posición del “jefe primordial” y que proponen un sistema de oposición como lo es: dioses/ creyentes, reyes/ súbditos, amos/ esclavos. Posiciones que están en profunda relación con el surgimiento de la religión monoteísta donde se concentra el poder absoluto de un sólo Dios que no puede ser ni nombrado, ni representado visualmente, pero que será “encarnado” en “representantes terrenales”: profetas primero, rabinos después.

Esta religión desencadena en la forma actual donde hay un sólo dios que sí es nombrado y representado, que es aparentemente humilde pero que tiene el poder absoluto y al cual todos tienen que parecerse. Quienes se salgan de sus normas y credos tendrán un castigo divino, brutal, sanguinario y torturante. También este poder tendrá un representante máximo en la tierra: el Papa. Al respecto Legendre dice que es una figura omnipotente y castrada al mismo tiempo (en tanto cancelada toda su vida sexual y “negada” a todo placer).

Estas creencias adquieren un lugar fundamental en medio de los pueblos al asegurar principalmente una cosa: el silencio sobre la muerte, el fin de la vida como inexistente dada su promesa de que existe otra vida más allá donde se va a premiar al sufrido, al pobre, al abnegado, al no rebelde, al que no protesta, al esclavo, al que no osó “tomar el lugar del padre”. Los demás, como ya lo mencionamos, tendrán su castigo, irán al infierno. Esto también es un consuelo para no pensar en la muerte.

La propuesta de Legendre (1979a) es que todas las instituciones estarían fundamentadas en el derecho canónico. Derecho canónico que está en relación directa con la postura religiosa anteriormente descrita y basado en los preceptos de culpa ante la sexualidad, sometimiento absoluto ante los poderosos y desigualdad en todas las pertenencias. Revisa pues en sus textos, la repetición de éste desde hace siglos, hasta el siglo actual.

Tendríamos entonces que preguntarnos: ¿cae la institución psicoanalítica inevitablemente en esta estructura y a su semejanza, los psicoanalistas irían tomando el lugar del “padre primordial” (que sólo hay uno y que todos los demás han anhelado ocupar y lo cual nunca será posible mas que imaginariamente con esa misma estructura)? ¿A qué llevaría todo esto? ¿Nuevamente a una concentración del poder, del saber y la riqueza? Pero entonces, ¿cómo se relaciona esto con el deseo de ser psicoanalista y formarse como analista? Si el origen histórico del psicoanálisis es el mismo que tiene la formación de las sociedades en general, sus gobiernos, ¿qué se privilegia dentro del mismo? ¿El saber psíquico, absoluto y desde allí la concentración de poder y dinero? ¿Será una muestra de esto? Pasando del nivel abstracto del apoderamiento del saber y la escritura, ver la realidad del psicoanálisis como terapia privilegiada de unos cuantos, situación que hace que la praxis se restringa a una clase social determinada, que es por supuesto, la dominante, ¿no termina esto finalmente en el empobrecimiento de su avance teórico y práctico como lo ejemplifican diversos autores: Castel, Compagnon, Lourau, Lappasade, entre otros? Preguntas a seguir pensando.

Notas

1. Años después Castoriadis desarrolla estas ideas nombrándolas como el “imaginario social” que rige a las sociedades. Lo que este autor logra es un ensamble particular de lo psíquico y lo social en su noción de “Imaginario Social” tomando en cuenta nociones psicoanalíticas básicas, como la dimensión inconsciente, las pulsiones y sus vicisitudes, el tema del deseo, lo imaginario, lo simbólico, etc. Y asimismo, aunque desde una visión crítica, utiliza refrentes del marxismo, por lo tanto resulta un buen apuntalamiento para reflexionar sobre estos temas.

2. La corriente psicoanalítica freudo-lacaniana (con sus particularidades) plantea el concepto de pulsión como un “entre” lo biológico y lo psíquico, no es ni lo uno ni lo otro. Remite al “empuje” a la energía interna, al resorte que nos hace actuar. Es un concepto complejo que ya Freud indicaba como lo más oscuro de su teoría. La pulsión no surge a la consciencia como tal, sino representada, esto alude al concepto psicoanalítico de representación, que es lo que uno se representa, el contenido de un pensamiento, aquello que reproduce una percepción anterior (algunos la identifican con el concepto de “significante” de Lacan). Después de varias propuestas Freud se decide por dos pulsiones fundamentales que rigen la vida de los sujetos: pulsión de vida (Eros) y pulsión de muerte (Tánatos). En mi opinión nada de lo psíquico es ajeno a la realidad material social e histórica. Es por los otros y desde los otros que nos configuramos como sujetos y ya Freud hablaba de ello en su conocida frase de que la psicología individual es al mismo tiempo psicología social. Pienso que si los sujetos tomamos conciencia de que somos poseedores de ambas pulsiones, podremos tratar de buscar caminos de derivación de la pulsión tanática, no así si lo negamos.

3. Por cierto es en este temprano escrito de Freud donde defiende a la mujer y a su escasa producción mostrando la prohibición explícita hacia ella de pensar y mostrar curiosidad, que son los antecedentes de una actitud investigativa.

4. Comunicación personal basada en las tesis de Marx.

5. Pienso ahora, al revisar este material para su posible publicación, que hoy contamos con avances que pueden apoyarnos en este complejo tema, como son las teorías sobre el poder de Foucault, el imaginario social de Castoriadis y tantos otros.

6. Esto nos remite al concepto de “intelectual orgánico” de Gramsci (1967).

Referencias bibliográficas

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Por gentileza de Teoría y crítica de la psicología