Alberto Sanen Luna
Doctor en Salud Mental. Psicoanalista. Catedrático de Grado y de posgrado. Coordinador de Enseñanza en Psicología. Adscrito al Hospital Psiquiátrico Infantil ‘Dr. Juan N. Navaro’ | México
Tras las constantes divisiones que surgieron dentro movimiento psicoanalíticos, se constituyeron diversas corrientes que fueron adaptadas a ámbitos socioculturales y económico políticos y respondiendo a estos hicieron modificaciones a la técnica psicoanalítica, comenzando a realizar propuestas teóricas que respondían a las demandas de su entorno, aun cuando no se vincularan con los postulados planteados por Freud.
De igual manera estas modificaciones estuvieron encaminadas a intervenir psicoanaliticamente con psicopatologías que comenzaban a ser estudiadas o enunciadas, como los trastornos de personalidad de tipo limite o las denominadas enfermedades mentales como la esquizofrenia, la manía o la depresión y en otros casos a realizar ajustes en cuanto a la edad de los pacientes, promoviéndose con ello el trabajo con niños.
A gran parte de estos se les denomino postfreudianos y en una aproximación individual (como todas) comenzaron a trabajar distintos aspectos de la obra de Freud, tomando elementos de manera parcial en algunas ocasiones o en su caso dando una vuelta de ciento ochenta grados a los postulados sobre la técnica y la teoría.
Un punto nodal de elaboraciones teóricas estuvo ligado en cuanto a lo que se ponía en juego respecto a la figura del psicoanalista, al como llevar a cabo su labor y cual era el papel que este tenia dentro del proceso, cual era su sitio, un sitio real, una condición imaginaria, el lugar de donde devenía el conocimiento o siendo su papel el de la enunciación.
Estas confusiones e interpretaciones no representan un hecho nuevo ya que es en el mismo Freud quien lo detona en sus escritos, en su obra el psicoanalista se juega en diferentes lugares, el del que debe de saber, el del sujeto supuesto saber, el de aquel que tiene que llevar a cabo una cuestión educativa, el de seductor ese que sugestiona y orienta hacia su propio interés. Estos son lugares visibles mas aquel espacio inconsciente queda de lado oscuro, el del deseo del analista se pierde o se oculta, pero como ocultar algo que le constituye a uno mismo, ya lo dice Freud “más aquel que tenga ojos para ver y oídos para oír se convencerá de que los mortales no pueden guardar ningún secreto” (Freud, 2003b, 68)
El analista es un ser deseante que muestra su deseo por lo menos en dos vertientes que podemos enunciar en este momento en aquello que quiere escuchar, por algo estar allí y en la satisfacción narcisista de tener ese lugar, de que ese sitio le sea asignado. Si bien esto podría ser aplicable a cualquier analista de cualquier corriente, existe una vertiente que en sus postulados de trabajo deja de manifiesto su deseo y posición casi o completamente omnipotente, los psicoanalistas de yo, siendo abanderados por Kohut.
Estos “desarrollos post-freudianos “heterodoxos” afirman reconocer en Heiz Kohut a uno de los más recientes pilares fundamentales” (Harari, R, 1993, 160) del trabajo psicoanalítico, Un Kohut, lector de Lacan y Freud, pero que deja en el camino a los sujetos como veremos más adelante y que en todo caso se liga de manera importante con la satisfacción narcisista que mencionábamos, la cual esta demás mencionar que nunca se logra.
Pero, que nos dice Kohut en sus textos que nos lleva a que denominemos como omnipotente la postura teórica y practica que argumenta, Para comenzar menciona que únicamente hay dos ocasiones en la vida en las que se puede lograr una constitución adecuada, la relación temprana que se de con la madre y el padre y la segunda cuando se encuentra con el analista, hay aquí el deseo del analista de ser otro que no es un supuesto saber, es el saber en si, con lo cual se supondría que se estableciera una reorganización de los elementos psíquicos, dejando de lado la historicidad del sujeto y la manera inconsciente que se ha estructurado su psiquismo
Pero también podemos distinguir con ello otra jugada, la de poder ser como analista del yo el lugar del saber, es decir el gran Otro, mas un gran Otro sin barra, un gran Otro que puede organizar como ley y no como representante de ella, pues el representante el nombre del padre ya se ha encontrado en juego en su primera experiencia, de tal manera como lo propone Kohut el momento analítico es un retorno al nirvana, no un lugar de juego de transferencias, sino un lugar de completud.
Y por otra parte, para el analizando es como si se abriera un espacio en el tiempo en el que fuera posible el reencuentro con el objeto perdido, mas “no hay ninguna forma de encontrar el objeto sino es la continuación de una tendencia en la que se trata de un objeto perdido, un objeto que hay que volver a encontrar” (Lacan, J, 1984, 14), porque se abre este espacio del tiempo por el mismo juego del analista de mostrar por un acto de prestidigitación que esto es posible, que en este sitio si se puede retornar al objeto e incluso tenerlo, esto es solo una ilusión. Lo que se coloca en juego es el propio fantasma del psicoanalista de que inconscientemente si se abre la posibilidad de encuentro para el analizando especularmente se abre la posibilidad para él mismo.
Aun cuando lo anterior es su apuesta principal para lo que se da en el trabajo psicoanalítico, es el propio Kohut el que nos continua dando pistas de la distancia en la postura del psicoanalista y lo hace a partir de lo que considera como los puntos de diferencia con el psicoanálisis tradicional donde recalca “la psicología del si-mismo no difiere del psicoanálisis tradicional en su caracterización de lo que acontece entre analista y paciente para desembocar en una cura; si difiere en lo siguiente: a) la explicación que da del proceso de la cura, y b) las teorías, que al menos en ciertos casos, fundan las explicaciones” (Kohut, H., 1990, 159-160).
Es, sin embargo con esta distinción, que se aleja de la cuestión teórica en todos o casi todos los campos con el trabajo psicoanalítico y para interés de nosotros marca una distancia con uno de los agentes operantes en el trabajo analítico, tanto clínico como teórico, el psicoanalista.
Al cambiar este ultimo, al adoptar otro papel o al ser colocado en otro sitio, acontece la separación negada por Kohut, dándose una cadena de diferencias, si el analista es distinto: la relación terapéutica que es posible establecer con el paciente será distinta, la teoría que deberá de sustentar los cambios en la apuesta de explicación de los fenómenos tendera por fuerza a desplazarse a otro sitio, los manejos que se hagan de la teoría así como las distintas interpretaciones que se hagan de la misma se encaminaran a territorios que en inicio la apuesta psicoanalítica ha dejado de lado. Así tenemos la oportunidad de asistir a un proceso “psicoanalítico” diferente que por ende lleva a pensar la cura como algo muy alejado de lo que podrían ser las enseñanzas freudianas.
Pero avancemos con calma, como ya observamos se desprenden distintas líneas de trabajo, mas por extensión nos ubicaremos en un solo punto, el psicoanalista, que tiene que hacer y como debe de hacerlo, cuestionándonos en cada punto, mas no por dar una certera respuesta de quien esta mal o bien o que es adecuado o no, sino para dejar señalados una serie de problemas teóricos y prácticos que el trabajo del “psicoanalista” del si-mismo plantea mas no resuelve.
Una manera de acercarnos a nuestro objeto de estudio el psicoanalista del si -mismo, es por medio de los textos que han elaborado teniendo por tanto que mostrar el texto del cual se han desprendido las reflexiones que componen nuestro trabajo
“He llegado a la conclusión de que en estos casos la situación psicoanalítica no produce la activación a largo plazo del caos central del si-mismo dentro de una transferencia operativa (…) Para alcanzar la cura causal del proceso terapéutico tendría que penetrar por debajo de las capas organizadas del si-mismo (…) Es sin duda concebible que, incluso en la vida adulta, la experiencia repetida de una frustración optima dentro de un medio de objeto-si-mismo homeostático arcaico, como el que ofrece la situación psicoanalítica, conduzca al nacimiento de un si mismo nuclear, según sucedió e la primera infancia. No obstante no puedo imaginar que un individuo se somete a la disolución de estructuras defensivas que lo han protegido a lo largo de toda su vida, y acepte por propia voluntad las inenarrables angustias que acompañan lo que, para él, es la tarea de enfrentar un estado prepsicologico que si permaneció caótico es por que el medio de objeto/si-mismo de su vida temprana carecía de la respuesta empatica que hubiera permitido al niño organizar su mundo y preservar su innata autoconfianza. Se que talvez este describiendo mis limites personales como psicoanalista, y por ende mi aceptación de la existencia de psicosis y de estados fronterizos (…) sea como fuere, mi experiencia clínica me sugiere que nos es posible lograr la disolución psicoanalítica de las estructuras defensivas formadas en torno de esa persistente oquedad en el centro del si-mismo del paciente, ni siquiera en los casos en que esta oquedad central es vivenciada por el aspirante a analizando como algo doloroso…Como ya dije, en la base de esta convicción mía este el sentimiento de que yo no seria capaz de mantener un lazo empatico confiable con el paciente cuando, al termino hacia la trayectoria hacia la transferencia básica, el debiera tolerar la prolongada experiencia del caos prepsicologico y tomar en préstamo –no en forma temporaria sino por largos periodos- la organización de la personalidad del analista para poder sobrevivir. Desde luego el hecho de que un terapeuta no sea capaz de acompañar a su paciente a los terrenos del caos prepsicologico no significa que no le pueda servir de ayuda. Aunque sea imposible crear en la terapia el si-mismo nuclear, aun así el paciente puede utilizar al terapeuta como objeto si-mismo a fin de deconstruir nuevas estructuras defensivas y en especial afirmar las ya existentes. En otras palabras, se establece una transferencia con el objeto/si-mismo en que le son expuestas al terapeuta las estructuras defensivas amenazadas para su aprobación especular, o en que la personalidad del terapeuta objeto/si-mismo es utilizada, a través de una fusión gemelar de objetivos idealizadores, para fortalecer las estructuras defensivas del paciente. Además, como consecuencia de actividades educativas directas del terapeuta, el paciente puede aprender como sacar el mejor provecho de dichas estructuras” (Kohut, H., 1990, 23- 24)
Si bien del presente párrafo se pueden extraer cuestiones relativas para todo lo que implica el trabajo psicoanalítico nos centraremos en la figura de quien se supone lo ejerce el psicoanalista
Algo de lo primero que encontramos en el texto es la noción de cura causal, cuestión que sin duda nos remite a la condición de enfermedad causal por su contrario, sin embargo esta noción fue abandonada tempranamente por Freud, entre otras cosas por que remitía a la condición medica y a la mirada que esta tenia de la enfermedad. De esto podemos inferior que esa es precisamente la idea de Kohut y de los analistas que le siguen, los enfermos están así por una causa, es condición de causa-efecto, el discurso impresiona pavloviano.
Cuestión que quizás nos podamos explicar por la necesidad de taxonomizar los padecimientos de este tipo de corrientes, pero que al taxonomizarlas inscriben al sujeto en el apartado de que solamente existe una dirección de la cura, la que determine el analista, que para si- mismo esto es lo que el ya ha alcanzado, una cura causal.
Otra cuestión que se nos presenta a la entrada es la condición de las “frustraciones optimas”, estos actos o discursos que el analizando lanza en un momento dado y que según Kohut dan cuenta, de las condiciones psíquicas de autonomía de los sujetos y que deben de ser esperadas por el analista y no ser vistas como resistencia. El no verlas como resistencia nos llevaría a preguntarnos porque. La respuesta que nos viene a la mente es por la propia resistencia de mirarse en falta del analista, de no poder enfrentarse a que ha cometido algo en el proceso terapéutico que estaba fuera del orden del mismo y por una vuelta en la perilla esto del orden del error lo lleva a recrudecer su postura de completud, estoy completo puesta hasta fallo.
El analista también debe saber manejar una tolerancia hacia una prolongada experiencia de caos prepsicologico. Ese que se supone es en el que se encuentra el paciente mas sin embargo cuando pensamos en un paciente psicotico este ya se encuentra en este caos que en realidad para él representa un orden y cuando hablamos de un paciente borderline, este también tiene un orden o incluso quizás dos ordenes. Entonces a que caos psicológico se refiere Kohut, es entonces el analista el que deberá tolerar su propio caos prepsicologico, esa situación que se le presenta como del orden de lo real y le enfrenta con su real mismo, como manejar esto sino es por medio de un fantasma de omnipotencia, de esta fantasía de se que así les sucede a ellos, los pacientes a mi no pues ya pase por las frustraciones optimas y poseo un si-mismo fuerte y nuclear.
Debe de mantenerse un lazo empatico con el paciente y aun más allá debe de ser confiable. Como inmediatamente se nos presenta la cuestión es la perdida de la neutralidad, esta ha desaparecido del panorama psicoanalítico, si bien seria casi (sino totalmente) imposible trabajar psicoanaliticamente con alguien que fuese de nuestro desagrado, aquí debe de fomentarse lo contrario, debemos de ser empaticos. El lazo empatico debe ser lanzado por el analista, es un analista seductor, debe simpatizar a su paciente, pero para que el sostén de la empatia sino para no sufrir una herida narcisista, saberse en falta y por tanto abandonar su posición de amo en la situación analítica y su paciente debe de ser lo suficiente mente confiable como para no dejarle, para no abandonarlo.
En este punto vale la pena agregar los factores que se consideran se juegan en la cura y que tiene que ver con la construcción empatica que tiene que ir fomentando el analista:
1. La presencia del analista, el que debe de encontrarse siempre en el juego analítico. Es decir comportarse como tal fuera del espacio analítico.
2. La atenta escucha. Lo cual deja en una encrucijada lo que se denomina como atención flotante.
3. El callado espejamiento. Nos coloca en una mirada que se considera silente sin que uno se dé cuenta que inconscientemente puede estar literalmente gritando.
4. La silenciosa serenidad, que es la manera de detenerse frente las afrentas del paciente, sin embargo esto nos enfrenta directamente con lo que expusimos en el punto anterior.
5. Fortaleza para plantear lo que se suscita en las sesiones
Dar en préstamo por largos periodos la organización de la personalidad. Y Lacan (2000) señalaba que la organización de la personalidad o mejor dicho la personalidad misma esta jugada en lo que conoceríamos bajo el nombre de la paranoia. Y es esa personalidad la que debe de tomar el analizando una paranoia prestada, que acaso no le baste con la propia, esta organización de la personalidad esta envuelta en el caos prepsicologico del analista. Además entra a jugar aquí otro elemento, esta personalidad únicamente es manifiesta por la ortopedia del Yo, el analista solo mostrara su yo ortopédico de tal manera que “permite al analista operar por identificación, dando al sujeto su propio yo” (Lacan, J., 1983, 369), el analizando se toma una ilusión que se encuentra montada sobre una alucinación para supuestamente desde allí crear su ilusión misma No hay marcha atrás se da lo que no se tiene en este momento de interacción “Yo soy completo y te ofrezco la posibilidad de que tu lo seas”.
Colocarse en posición de objeto si-mismo. Aun cuando pareciera observarse en los párrafos anteriores que se ha tratado solo de relación de sujeto analista y objeto analizando y que en este momento se invirtieran los papeles, esto es sumamente engañoso, a lo que asistimos es a la posibilidad de ser todo por parte del analista, ser el objeto de deseo, el objeto perdido y no el ser el objeto a (causa de deseo), no puede ser de otra manera ya que el implica la posibilidad de reestructuración de las relaciones gratificantes, es la nueva oportunidad de encuentro con el objeto. Que significa esto que él al colocarse como el objeto puede ser aprendido por quien inconscientemente lo ha dejado en ese lugar, siendo de esta manera rescatado de su propio caos.
Pero además que se otorga en esta relación sino es la gratificación de la que ha carecido el paciente y también el analista, esta nueva oportunidad de reencuentro con el objeto en estos términos es imposible pues como menciona Lacan “no se trata en absoluto del objeto considerado por la teoría moderna como objeto plenamente satisfactorio, el objeto típico el objeto por excelencia, el objeto que da al hombre una base para una realidad adecuada, prueba de madurez” (Lacan, J., 1984, 14). Así por un lado la dificultad y la fantasía, el fantasma de ser objeto perdido, ya que abre la posibilidad de ser encontrado y esto quizás es el fantasma inconsciente que más se manifieste, el analista se convierte en el falo de alguien que lo ha perdido aun cuando nunca la tuvo permitiéndole con ello acceder al lugar del gratificador, del que da, del que es demandado sin que logre observar que el demanda ser demandado, del que tiene el poder sin que pueda asumir su lugar de esclavo, del garante a manera de renegar de ello y de objeto de deseo sin reconocer su deseo propio, el es él que impone la ley, el que la ejerce y quien da los dones, no hay nadie después ni antes de él.
Dar la aprobación especular que le es solicitada. Esta aprobación o negación están jugadas ineludiblemente con la mirada, esa que constituye, jugada en lo que se denomina el estadio del espejo que es “un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación: y que para el sujeto presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad y a la armadura por fin asumida de una identidad enajenante” (Lacan, J., 2003, 90).
Es entonces con la mirada de la madre con la que quiere encontrarse el sujeto y es esa mirada de la madre la que desea ocupar el analista para poder cumplir con su deseo de ser uno mismo, demando que me demandes, demando que demandes mi aprobación, mas paralizándose en este momento se llega a la enajenación tú eres el analizando (que no analizante) y yo soy el analista, asigna lugares mas no muestra sujetos, pues con la enajenación de la mirada se da la enajenación del discurso mismo, estableciéndose una relación de Yo a Yo, Yo y semejante y viceversa sin que se vislumbre en el panorama el sujeto mismo.
En el plano de la mirada que uno de los que se nos presenta en este punto se observaría una única relación posible, una relación ortopédica entre dos yo, que sin reparar, en el sujeto únicamente nos devuelven nuestro propio mensaje de manera invertida y que nos alienan a esa imagen que nos devuelven, atrapando a ambos en el juego de los espejos.
Se introduce una dimensión de Yo a Yo, que nos lleva a pensar en realidad en un acto de moldeamiento y modelamiento, una dimensión conductual que sin duda se aleja del trabajo psicoanalítico y si en cambio se inscribe en el ámbito de lo que se conoce como Análisis Conductual Aplicado, en donde se menciona que el modelamiento es, “el mostrar al sujeto en repetidas ocasiones la conducta deseada, reforzándola constantemente” y el moldeamiento que es “definir cual es la conducta final que deseamos obtener (….) el paso siguiente consiste en restringir la amplitud de estas conductas y hacerla cada vez más parecida la conducta deseada, mediante un reforzamiento de índole diferencial” (Ribes, E., 1980, 29-30).
Colocándonos entonces en una determinada posición la de la vuelta a la experiencia psicoanalítica freudiana desde la mirada de Lacan, con este modelo se constata lo que sostiene este último en cuanto que:
“De manera innegable que la concepción del psicoanálisis se ha inclinado allí hacia la adaptación del individuo hacia la circunstancia social, la búsqueda de los patterns de la conducta y toda la objetivación implicada en la noción de las humans relations (…) Así pues a la distancia necesaria para sostener semejante posición es a la que puede atribuirse el eclipse en el psicoanálisis de los términos más vivos de su experiencia, el inconsciente, la sexualidad” (Lacan, J., 1984, 235).
Se ha perdido con ello entonces el inconsciente mismo y todo lo que le implique, en tanto construcciones inconscientes, las pulsiones, los objetos internos, las identificaciones…etc.
Si bien nos queda claro con ello la alineación del ser cabe resaltar la posición que tiene entonces el analista, ya que su labor será la de determinar las conductas a tratar, los problemas psíquicos a resolver, es un analista completo, por lo menos en su fantasía, y en ese modelo, ese Ideal en el que se ha autocolocado y que cree ser, se da con toda la violencia que esto implica la alineación discursiva, donde es aún más patente la desaparición del sujeto y la puesta en marcha de un modelamiento clásico, devenido de las técnicas de modificación de la conducta (Ribes, E., 1980, 29-30).
Con lo anterior se cancela la condición del sujeto ya que este habita en el Otro y la intervención analítica que observamos se establece bajo la premisa de una relación imaginaria, que obstruye el paso del mismo, en un encuentro entre semejantes pero en potencia de similares, abriendo la ilusión del encuentro con la totalidad.
Coloca entonces esta persona la imagen grandiosa del psicoanalista en una fusión gemelar con aquellas idealizaciones que se han tenido a lo largo de la vida, es decir se metaforiza al analista con otros personajes que han sido relevantes en la existencia, esto le sirve al analista para cubrirse, para tener una coraza que impida que el analizando le ataque, ya que por un lado menciona lanzara agresiones a las figuras que no le han sido garantes e su infancia y al analista le tomara como ejemplo de cómo debe de comportarse alguien que si tiene un si-mismo nuclear, es decir cuando se gana, gana el analista y refuerza con ello su estructura narcisista, cuando se pierde, el fantasma del analista inmediatamente vela esta realidad atribuyéndola a la desorganización del si mismo, a la vez que considera que él ha motivado esta frustración optima
En todo momento también se encuentran presentes actividades directas educativas por parte del analista, es aquí en que se ponen en juego las propias ideas de Freud cuando señala en su obra “en esta labor educativa, la mejor intelección del medico, difícilmente desempeñe un papel decisivo (…) digamos que el médico en su obra educativa se sirve de algunos componentes del amor” (Freud, S., 2003, 319). Mas sin embargo ya Lacan, lo coloca en su dimensión de problema mencionando que:
“Es la tentación que se le presenta al analista de abandonar el fundamento de la palabra, y esto precisamente en terrenos donde su uso, por confinar con lo inefable, requeriría más que nunca su examen: a saber la pedagogía materna, la ayuda samaritana y la maestría dialéctica. El peligro se hace más si le abandona además su lenguaje en beneficio de lenguajes ya instituidos” (Lacan, J., 2003b, 233).
Esta tentación psicoeducativa, que se presta a discursos hegemónicos de poder, en los cuales la condición de productividad es la única asociada a estar sano o tener salud, es la que se ve reflejada en una postura tendiente a pensar como estar curado igual a estar adaptado. En este juego el analista esta curado pues se ha adaptado a una dinámica de producción.
Ahora bien para acércanos al final de estas líneas que le lleva a Harari a decir que es un psicoanalista restaurante primer enunciado que componen nuestro titulo, precisamente las pretensiones del análisis Kohutiano, mencionando “se procura la expresión creativa y alegre de un Self activo, por medio de la restauración de lo fragmentado o deficitario. Así al analista Kohutiano cabe denominarlo, con toda propiedad, un analista restaurante” (Harari, R., 1993, 162)
A la par de ello nos indica lo que considera como el punto motor del análisis Kohutiano y que se empareja a lo que venimos planteando, organizando su postura a partir de una nota al pie de página en donde se dice lo siguiente:
“La conducta orgullosa o afirmativa de algunos animales… se expresa por movimientos antigravitacionales… ¿Es la postura “erecta”… la que, como la más reciente adquisición en la secuencia del desarrollo, se presta mejor para convertirse en el acto simbólico que expresa la sensación de orgullo triunfante? El sueño y la fantasía de volar podrían entenderse entonces como la expresión individual del deleite de la raza… ante el hecho de que la cabeza se eleva ahora por encima del suelo, de que el ojo que percibe, órgano central del Self, se ha desplazado hacia arriba, ha superado la influencia de la gravedad” (p. 88). Aquí está no sólo el qué quiere hacer Kohut de su analizante, sino también el qué quiere que el analizante haga de él”
Ahora bien que nos lleva a nosotros el declarar que el analista operando de esta manera es restaurado, inicialmente el es quien envía un mensaje de esperanza al analizando, de posibilidad de encuentro con el objeto, esperanza que se juega en el mismo “si tu tienes esperanza yo también”, no hay en este sentido reconocimiento de falta o en todo caso de la posibilidad que existe de una constante negación de ella.
Esto se da negando la demanda misma, ya que la demanda es quedar frustrado, es la no-aparición del objeto, en esta frustración que conlleva toda demanda me encuentro con la ausencia del objeto y ala vez que la demanda pueda ser frustrada abre la posibilidad del deseo, pero en el analista con las características que venimos enunciando, lo que aparece es el fantasma de esperanza de no tener demanda sino solo quedarse en el ser demandado sin que se percate que es su propia demanda la que se le presenta.
Aparece entonces el analista como un ser completo ya que al estar en el papel del saber, al tomar la posición de la madre, toma por ello el lugar del objeto perdido y fantasmaticamente se coloca en un estado nuevamente de completud, “si soy la madre y también el hijo no me hace falta nada”, esta jugado en directo con su deseo de reintegración, su deseo Edipico que se cumple en la fantasía inconsciente.
Que hay entonces con el analista del si-mismo, este que se coloca en el lugar del Gran Otro, de esa A mayúscula, tesoro de significantes pero sin barra, es tan perfecto, que deja ver que se equivoca, esta completo, asume todas las posiciones, es el padre imaginario, el padre simbólico, el padre real, el deseo de la madre, la falta misma, a él no le hace falta nada, por eso puede ser padre, falo, maestro, sujeto, objeto, madre, hermano, amigo, compañero, cómplice etc. El gran problema se hace presente pues desconoce que lugares puede ocupar. Y aun con ello así es como se muestra, más como sabemos todo eso que se muestra es ortopédico, se acomoda a la situación, no se es todo en todo momento.
Con todo esto se ira marcando una gran distancia con respecto a aquello que será trabajado por Lacan, en distintas partes de su obra, y que estará bajo la denominación del deseo del analista y aun cuando queda sin resolverse la cuestión de cual es, si nos deja algunas puntas al respecto de con que cuestiones no se engarza o no debiera de engarzarse, quizás una puntuación de ello sea lo siguiente:
“El analista no actúa en función de un ideal sea cual fuere; por ejemplo, a partir de una representación del hombre, que la neurosis, la psicosis o la perversión vendrían a corromper y que se trataría de recuperar. Tampoco se actúa partir de lo que seria una hipotética pulsión de curar, aspiración samaritana cuyo efecto solo podría ser fastidioso. Por ultimo si ha llevado lo más lejos posible su cura, se puede suponer que se ha librado de la captura del fantasma en tanto regla la realidad de cada uno, y que en particular es menos dependiente de ese Otro del que, en el fantasma, cada uno se hace objeto” (Chemama, R., 2001, 96 – 97)
Tomando en cuenta lo anterior observamos que cae entonces el analista reducido a objeto de deseo de ese Otro, es dependiente de ese Otro y por tanto solo puede mostrarse como yo, es decir ni siquiera en la actitud de modelamiento puede ser sujeto, como mencionábamos en un inicio los sujetos han quedado fuera de la jugada, pero además en Otro como inconsciente también ha quedado eliminado como lo muestra nuestro esquema, insistiríamos los vértices han desaparecido.
De esta manera lo que se manifiesta en el acto “psicoanalítico” es una pantomima psíquica, la imposibilidad de ambos de mostrarse como sujetos se pone de manifiesto y es cubierta por el fantasma de una buena adaptación, adaptación que lleva del analista restaurante a un analista restaurado.
Referencias bibliográficas
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HARARI, R. (1993) “El analista restaurante” en ¿Cómo se analiza hoy? Argentina. Manantial.
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LACAN, J. (1983) “Introducción del gran Otro”, Seminario 2. Argentina. Paidós. 1983.
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LACAN, J. (2003) “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” en Escritos 1. México. Siglo XXI.
LACAN, J. (2003b) “Función y campo de la palabra” en Escritos 1. México Siglo XXI.
RIBES, E. (1980) Técnicas de Modificación de Conducta. México. Trillas.