El joven consumista: Nivel de atracción, dependencia y control sobre el consumo

Monserrath Alonso-Mendoza
Escuela de Psicología, Universidad Lasalle, Morelia (México)
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Resumen

Esta investigación parte de fondo por el deterioro ambiental que se ha venido evidenciando en la sociedad de consumo actual, de modo que, el objetivo principal de este trabajo consiste en describir los niveles de dependencia al consumo de bienes de manera desproporcionada, para lo cual, se tomó como muestra 58 jóvenes de entre 18 y 29 años de edad, para la aplicación de la escala FACC-II en su versión chilena, haciendo uso de la plataforma SurveyMonkey para su distribución en redes sociales, obteniendo como resultados, en el contraste de género, un mayor nivel de dependencia al consumo en hombres que en mujeres, con lo cual se consigue un gran diferenciación entre las investigaciones que abordan esta temática, ya que los resultados, en cuanto al género se refiere, muestran datos contrarios; y en cuanto al ingreso económico, se observó que, a medida que este aumentaba el impulso por consumir disminuía.

Palabras clave: consumismo, dependencia, autocontrol, jóvenes

Abstract

This research has been presented in the real consumer society, so the main objective of this work is to describe the levels of dependence on the consumption of goods in a disproportionate way, for which 58 young people aged 18 and over were taken as a sample. 29 years of age, for the application of the FACC-II scale in its Chilean version, making use of the SurveyMonkey platform for its distribution in social networks, obtaining as a result, in the contrast of gender, a higher level of dependence on consumption in men that in women, with which a great differentiation is obtained between the investigations that approach this subject, since the results, as far as the gender, to the opposite data; and in terms of economic income, I know that, in turn, the impulse to consume decreased.

Keywords: consumerism, dependence, self-control, youth.

Introducción

Desde hace algunos años Garcés ha dedicado gran parte de su vida profesional a la investigación sobre el consumo, creando una guía para la investigación y a su vez para la prevención y tratamiento sobre el consumidor inmoderado, y él como Bauman, García, entre otros, han sido grandes críticos del tema, y quienes, en su trabajo, buscan dar sentido a los conflictos que socialmente surgen entorno y a partir de la sociedad de consumismo.

Este trabajo se origina en base a esos conflictos que, como sociedad, inmersa en un sistema con más alternativas de fracaso que de éxito, al menos para las comunidades más vulnerables, han venido padeciendo, no únicamente a nivel político o económico sino fundamentalmente a un nivel medioambiental, destacándose de tal cuan desfavorecedor resulta el circuito de producción y consumo imputado en las bases del capitalismo, el cual en su apogeo actual reproduce un impacto directo contundentemente negativo para el sistema ambiental natural, a sabiendas de la importancia de este para la propia supervivencia.

A continuación, se hará un recorrido sobre algunos estudios clásicos que abordan la temática del consumismo, así como las críticas en torno al mismo, y en base a ello, en este trabajo se estará exponiendo en las páginas que siguen una recolección de datos estadísticos sobre el nivel de consumismo en jóvenes que en la investigación presente se han obtenido, a través de la aplicación de la escala de FACC II-B en su versión chilena, a fin de consensar las características generales de las personas que tienden al consumo desmedido, y con lo cual se espera hacer servil los resultados como una guía informativa para la acción comunitaria en la posteridad, respecto al control sobre el consumo inmoderado en pro del bienestar común y medioambiental.

Planteamiento del problema

Es sabido que, el consumo es el principal motor de economía casi en cualquier país; sin embargo, desde hace ya algunos años hasta la actualidad, se han publicado diversos textos literarios (García, 1995; Martínez, 2007; Bauman, 2012; Pérez, 2013) que optan por exponer de manera crítica la conducta consumista de la sociedad en general, que se prevé tal como un atributo del sistema económico actual, para lo cual se establece una distinción importante, en estas lecturas, entre el consumo y consumismo, y de igual forma se han realizado algunas investigaciones (Lara, 2009; Neves, Machado y Fernández, 2015;) que se centran principalmente en los hábitos del consumidor.

Javier Garcés, licenciado en psicología y derecho, ha dedicado algunos años al tema del consumismo, y junto con la Dirección General de Consumo de la Junta de Comunidades de Catilla-La Mancha, en España, han dirigido un estudio, en el cual, obtuvieron resultados estadísticos muy interesantes. Por un lado, en un primer momento se descalifica que la adicción al consumo es mayor por parte de las mujeres que de los hombres, y no es hasta posteriores investigaciones que se anula tal igualación de consumo en cuestión de género, ya que se evidencia que quedarse observando el escaparate de una tienda, el simple hecho de ir a acompañar a alguien a hacer sus compras o ir a los grandes almacenes sin que se tenga nada que comprar, y terminar haciéndolo, se suele atribuir como efecto de la depresión, para afrontar tristeza o abatimiento, que se asume como más común en el caso de las mujeres que de los hombres.

Garcés en este sentido concluye que “el comportamiento de los consumidores en las grandes superficies (…), resultan inadecuados y poco racionales, pero se aceptaban como habituales y perfectamente normales”, ya que ha encontrado en sus investigaciones que un alto porcentaje de personas cuando van a un supermercado, sin siquiera tener idea de lo que van a comprar, solo con intenciones de “mirar”, terminan por realizar alguna compra.

Los datos estadísticos que se obtuvieron en las diferentes regiones en que se realizó dicha investigación fueron muy similares; un 33% de la población adulta (32% de los hombres y 34% de las mujeres) tiene problemas de adicción a la compra, de compra impulsiva y de falta de control del gasto; un 18% de ellos de forma moderada; un 15% presenta un nivel importante de adicción y un 3% llega a niveles que pueden considerarse patológicos. En cuanto a la población joven, el porcentaje de adictos sube hasta el 46% (53% de las mujeres y 39% de los varones) y el 8% presentan niveles que puede rozar lo patológico.

Garcés ha identificado que existen diversos factores que influyen en el comprador a la hora de consumir: el sistema de compra (accesibilidad), el pago diferido, estar en el supermercado junto a personas con carros repletos de tres productos, lleva a que se encuentren ante una necesidad compulsiva de consumir, hasta terminar por hacer que ceda hasta el más resistente comprador.

Menciona al respecto, que a pesar de que hay quienes tienen motivación por ahorrar, prefieren realizar sus compras en centros comerciales, y que, aunque efectivamente, los productos que se ofrecen en estos grandes sitios de venta suelen ser menos económicos que en los pequeños establecimientos, además de que se ofrecen mayores ofertas, el consumidor aun así gasta hasta un 20% más de lo previsto en una tienda departamental. Debido a que “en este tipo de comercios si no sabemos controlarnos es muy fácil que caigamos en la compra irreflexiva o impulsiva”, es decir, hacer una compra que no se tenía prevista.

Un ejemplo de ello es que, durante “La Gran Recesión” económica a nivel mundial en el 2008, se identificó que, aunque casi la mitad de los consumidores destinaba una gran parte de sus ingresos al ahorro, de la tercera parte lo gastó en vacaciones, ropa nueva, pago de deudas y créditos. A diferencia de los países latinoamericanos que después de dicha crisis económica, hubo gran preocupación por parte de la población, debido al incremento en los precios de los productos en los meses posteriores, lo cual llevó a que disminuyera el consumo de productos no prioritarios y se buscaran marcas más baratas y genéricas, de esta forma se reafirma lo mencionado por Almarza en el 2011, “el consumo no necesario es recortado cuando se aproximan tiempos de crisis, se da prioridad al consumo puramente necesario”.

En este sentido, se dice que “existe una gran diferencia entre el consumo de primera necesidad y el consumo no necesario (Almarza, 2011)”, son muchos los casos en los que las personas afirman que no siempre lo que se consume cubre una necesidad real, y que por el mero hecho de saberlo no genera mayor relevancia, como para pensar en la necesidad de cambio de hábitos, más se recae en la idea de ser una conducta de lo más habitual; tal conducta de consumo (que no parte de una necesidad real) se presenta con mayor frecuencia en los jóvenes que en los adultos (Neves, Machado y Fernández, 2015).

Los jóvenes son los más vulnerables a los hábitos de consumo inmoderado, debido a que son quienes más atienden al contenido explícito del mensaje publicitario, cual medio establece de manera cautivadora que el éxito, el prestigio y la felicidad, son efectos directos o consecuentes de la posesión o la capacidad adquisitiva sobre algún bien o producto. Y a pesar de que las personas son conscientes de que las técnicas mercantiles y de publicidad tienen la finalidad de persuadir e influir sobre el consumo, no se introduce como un factor de mayor relevancia, como para pensarse en llevar a cabo un cambio de hábitos (Neves, Machado y Fernández, 2015). “El ego y la vanidad encuentran una vía de satisfacción a través del ―tanto tienes, tanto vales― que es aceptado implícitamente por el uso social y es estimulado, explícitamente, por la publicidad” (Garcés, 2000).

Otro fenómeno que se observa es que, la adicción a las compras está en un rango del 1-5% presente en las sociedades, y que por lo general, de cada cinco personas, cuatro son mujeres las que padecen de este problema. Así mismo indica que tal comportamiento se manifiesta cerca de los 30 años, aunque en algunos casos se presenta antes; esta conducta es más frecuente en las mujeres por la presión social, sobre el tema de imagen.

En 2014 en México, el registro anual sobre consumo privado fue de 2.73%, siendo superior a la que se había registrado en 2013 al alcanzar un 1.02%; ambos datos fueron inferiores a lo que se había registrado durante el último trimestre de los 3 años previos (2010-2012), el consumo creció en este tiempo a tasas de 4.6%, en cada uno de los años, de acuerdo con algunos datos publicados por el INEGI en el 2014 (Plascencia, 2014).

Finalmente, el modelo circular de la economía (trabajo, salario, gastos, deudas, trabajo…) que impera en nuestra sociedad, produce grandes modificaciones en nuestro “modus vivendi”, en los roles, las actividades diarias, la elección en el propio estilo de vida, por consecuencia del mercado que se anticipa a las “necesidades” de los individuos; dice que Lara menciona que “los universitarios mexicanos (…) dan muestra de lo que el sistema ha logrado, impactar-penetrar en sus conocimientos, ideas, actitudes, actividades y acciones potenciales”.

En el sistema laboral actual existe una sobre producción de bienes en las grandes industrias, como la tecnología, la ropa, el calzado, autos, entre otros, que finalmente llegan a ser consumidos por el mismo productor, aun cuando escasean las posibilidades económicas para realizar la compra. Lo cual, por ende, tiene implicaciones a nivel económico, social y ambiental, ya que, de acuerdo con el último de estos factores implicados, se ha venido produciendo una perdida acelerada de los recursos naturales, que obstaculizan y generan nuevos desafíos para el desarrollo de la humanidad, ya que la problemática ambiental es a causa de los desechos que el mismo hombre produce, incluidos todos los bienes y productos que se consumen, y que después son desechados (residuos), los cuales si no son tratados terminan por generar contaminación. Por lo cual, esta investigación puede ser una guía para posteriores acciones individuales y comunitarias, que pretendan aplicar programas sobre la población para generar mejores hábitos de consumo en la población, lo cual no solo procura una mejora en el medio ambiente, sino también en salud física, mental y social.

Esta investigación tiene como objetivo principal describir el nivel de dependencia al consumo de bienes y productos, vinculándolo al nivel adquisitivo con que se cuenta, en una muestra de mujeres y hombres jóvenes adultos voluntarios.

Se pretende responder a las preguntas: ¿cuáles son los hábitos de consumo en hombres y mujeres adultos?, en la actualidad, ¿se puede seguir afirmando que se presenta mayor dependencia al consumo en las mujeres que en los hombres? y ¿existe alguna correlación entre nivel de ingresos y dependencia al consumo?

Las hipótesis de esta investigación son las siguientes:

  • Hipótesis de trabajo 1: existe un mayor nivel de dependencia al consumo en mujeres que en hombres.
  • Hipótesis nula 1: existe un mayor nivel de dependencia al consumo en hombres que en mujeres.
  • Hipótesis de trabajo 2: a mayor nivel adquisitivo mayores índices de dependencia al consumo.
  • Hipótesis nula 2: no hay relación en los índices de dependencia al consumo con el nivel adquisitivo.

Hipótesis Estadística

  • Población femenina (P1); Población masculina (P2)
    Ha: P1 ≥ P2
    H0: P1 ≤ P2
  • Nivel Adquisitivo (R1); Dependencia al Consumo (0)
    Ha: R1 ≥ 0
    H0: R1 ≠ 0

Marco teórico

Diferencia entre consumo y consumismo

El abordaje teórico en relación con el consumo es muy amplio, y algunos autores como Bauman (2007) comentan que se ha ido aplicando una connotación distinta en dicha actividad humana a lo largo de la historia, y más que al propio consumo a la conducta del consumidor, ya que como dice:

El consumismo es una condición permanente e inamovible de la vida y un aspecto inalienable de ésta, que no está atado a la época ni a la historia. Se trata de una función imprescindible para la supervivencia biológica, que nosotros, los seres humanos, compartimos con el resto de los seres vivos y sus raíces son tan antiguas como la vida misma (Bauman, 2007).

En cambio, la conducta consumista, se dice que, adquiere una actitud distinta en función del contexto histórico. En este sentido Martínez (2007) comenta que, en la modernidad el consumo se prevé como una necesidad del hombre, que de acuerdo con las circunstancias se establece como regla socioeconómica que permite el desarrollo y crecimiento de las sociedades y, por ende, se ve implicado en el propio desarrollo humano, puesto que, en la actualidad en el sistema capitalista, “el consumo representa una actividad cíclica”: ya que en las sociedades actuales la producción esboza la necesidad de consumir y esto a su vez de producir.

Citando al sociólogo norteamericano Jeremy Rifkin (2014), el incremento exponencial del consumo se produjo en la década de 1920 para “aliviar la sobreproducción en Estados Unidos, motivada por el aumento en la productividad y la bajada de la demanda por la existencia de un alto número de desempleados debido a los cambios tecnológicos que se estaban produciendo”.

En este sentido, Garcés (2000) en una entrevista expone que el consumismo resulta ser incompatible con el entorno medioambiental, lo cual, considera, es una realidad innegable, ya que, comenta, tal hecho es el primero de los problemas de la actividad del consumista. Además, agrega, que un segundo conflicto presente en la actividad de consumo es la conducta de exceso sobre la misma, que se adhiere a los modos de vida de las personas, y que se ha incluido de manera general en nuestras comunidades durante los últimos años. Ello supone un grave peligro para la salud física, emocional y para el equilibrio psíquico, además para el bienestar tanto personal como familiar.

A dicha falta de regulación de consumo se le conoce como consumismo, que se entiende como aquel impulso de compra o falta de autocontrol de gasto que, resulta de los deseos, ganas o anhelos humanos. Lo cual además, vuelca como el conducto central de la sociedad y su economía, que coordina la reproducción de los mismos deseos, la integración social, la estructura social en cada contexto histórico y la formación del individuo; con lo cual habrá de justificarse el funcionamiento del propio sistema, que como se ha mencionado anteriormente, a diferencia del consumo, el cual es un rasgo y una ocupación del individuo humano, “el consumismo es un atributo de la sociedad” (Bauman, 2007), en que cada vez se establece con mayor fuerza la supuesta relación entre el materialismo y la felicidad.

Formas de consumo a lo largo de la historia

A lo largo de la historia pues, el consumo ha tomado distintas connotaciones en términos administrativos que, de acuerdo con el contexto, varían y se introduce como el elemento central en la vida de las personas (Campbell, 2004. c.p. Bauman, 2007).

En relación al tiempo y la historia nos encontramos con una época en que la sociedad de productores, a través de la apropiación y posesión de bienes, ofrecían seguridad a sus compradores, es decir, que lo adquirido fuese resistente al tiempo o a la prematura caducidad y además que fuese confiable, lo cual aseguraba un futuro prometedor y una inagotable fuente de confort, una época en la que cantidad se establece como sinónimo de poder, aun cuando los bienes de consumo no eran adquiridos inmediatamente, por el contrario se ofrecían una promesa de seguridad a largo plazo y no al disfrute inmediato.

A principios del siglo XX el consumo consistía en la exhibición de la riqueza de lo sólido y duradero, que además buscaba que fuese perpetuado por las generaciones venideras, como una posesión de herencia de que se podía dar prueba. Sin embargo, en el camino que lleva al consumidor actual, el deseo humano de estabilidad que proporciona una vida material prolongada pasa a ser una falla para el propio sistema, ya que los deseos del hombre aumentaron permanentemente su volumen y se intensificó la necesidad de compra y reemplazo inmediato de los productos adquiridos (Bauman, 2007).

Producción en masa y obsolescencia programada

Saltear (1997) asevera que cuando se da tal urgencia de satisfacer los deseos se remplaza por productos, y entonces surge la producción en masas en las grandes industrias y la importante de la adecuación a la norma, que retoma el mercado para el empoderamiento y dominio de la población que aumenta la demanda de consumo. En este sentido se apresura las grandes fábricas a la reinvención de bienes y productos con una vida útil que va en descenso, es decir, como algunos autores nombran, se abre paso a la producción de sólidos con “obsolescencia programada” [1], oportuna para el crecimiento exponencial de las mismas industrias.

Técnicas de mercado y “reflexividad”

Ahora bien, los individuos son parte de la conciencia social moderna que se concentra en tres fenómenos: industrialización, urbanización y exposición a los medios de comunicación social, los cuales son promotores de un estilo de vida que confrontan la propia condición que se tiene de sujetos reflexivos [2], es decir, se afirma que existe una propiedad efectiva de conformar un ser crítico en cada sujeto inmerso en una sociedad. Sin embargo, dicha capacidad de asociar y discernir sobre el entorno llega a ser invadida invariablemente por aspiraciones, prácticas y proyectos de los mismos promotores que influyen a través del tercero de los fenómenos implicados en la conciencia de los individuos y su contexto, los vastos medios “informativos”, de tal forma que la elección de determinada acción (en este caso no únicamente de compra) se ve limitada por el determinante campo de la publicidad (García, 2009).

Imagen pública y persuasión

Para sustentar el buen funcionamiento de algunas de las técnicas de mercado, el contenido de imagen pública es elemento central que opera en la publicidad, ésta está ligada especialmente a un elemento visual, y por lo cual se torna en riesgo ya que al momento de intentar comunicar la realidad en su totalidad se van haciendo modificaciones sobre la misma a fin de rellenar el ojo del expectante a través de una única imagen o una secuencia de estas que concretizan de qué modo verse el mundo (Patricio, 2011).

Lo anterior se puede entender desde el modelo teórico cognitivo-conductual, en el que, en primera instancia, ante la reproducción de una serie de impresiones (estímulo), surge enseguida cierto efecto en la conducta ante determinado estímulo (respuesta-percepción), de esta manera se da identidad a lo que se percibe, aunque no a un nivel consciente.

En este sentido, la persuasión sobre consumo es un proceso que se da de manera inconsciente, por medio de mensajes subliminales publicitarios, en donde el emisor codifica la realidad en función del producto, apropiándose de esta manera de un lenguaje que transmite valores principios y un modo de ver el mundo, es como da vida a un nuevo deseo para los compradores, adquirir un producto, el cual primero se inventa y después se le busca alguna función de utilidad. Sin embargo, el receptor se encuentra en la posibilidad de decodificar el mensaje según el contenido que resguarda a nivel intrapsíquico, sus parámetros, creencias, cultura, etc., y bien entonces, compra lo que se ajusta a tales reguladores de su consumo. (Rodríguez, 2008).

Osuna en 2008 realiza una descripción acerca de las técnicas de persuasión a través de distintas disciplinas psicológicas y sociales, además hace un recuento sobre la historia del fenómeno persuasivo, desde la antigua Grecia hasta nuestros días. Señala que, dicho fenómeno de persuasión radica en la personalidad, afirmando que es a través de la evaluación de esta, en sus puntuaciones más generales, que el mercado logra anticiparse a la forma en como espera que reaccione sus compradores potenciales ante el lanzamiento de un nuevo producto, ya que, como ya se ha mencionado, el cerebro se deja llevar constantemente por sensaciones y emociones para influir sobre las actitudes de los compradores recreando de manera persuasiva falsas expectativas provocadoras [3].

De esta forma el hipermercado, por medio de la influencia publicitaria, logra centrar la atención de su público. Por ejemplo, mediante técnicas de sensibilización, se construye un mensaje que explícita la posibilidad de ser plenamente feliz, y en el cual el contenido que subyace es la posibilidad de alcanzar la dicha a través del poder adquisitivo de bienes en el personaje quimérico, y justamente, las compras compulsivas son asociadas al hábito de quienes pasan mucho tiempo en los grandes almacenes, como una forma de huir del tedio de la cotidianeidad, lo cual se ve relaciona con sensaciones de insatisfacción (Freytas, 2012).

Identidad y cultura en la era del consumismo

Los hábitos de consumo se han convertido en una forma de culturizar a la sociedad, y perdura el hecho de hacer distinción entre grupos sociales. Una persona llega a ser definida en función de lo que consume y la cantidad que ha de gastarse en el producto, además de si los productos que compra son apropiados a la ocasión (temporada), lo cual también depende de la cantidad de dinero que se disponga, es decir, se produce distinción a través de los productos consumidos, aun cuando sean prácticamente lo mismo (Pérez, 2013). Por lo cual las exigencias del comprador, de estar al día, aun cuando no se tenga la posibilidad económica, aumentan y su ritmo de vida también.

Erich Fromm especialmente en dos de sus libros: Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea y Tener o Ser, hace un análisis de la mentalidad del hombre actual en la sociedad capitalista. Por un lado, destaca que el carácter humano se configura a partir de dos ideales de mentalidad: la mentalidad de ser y la mentalidad de tener, en donde esta última, que es la que a este respecto nos interesa describir, se refiere a la formación de la identidad propia a partir de los bienes que se poseen. Erich Fromm describe que la mentalidad de “los consumidores modernos pueden identificarse con la formula siguiente: yo soy = lo que tengo y lo que consumo”.

Estilo de vida

A modo de justificación de dicha actividad de consumo excesivo o hábitos del consumista, se encuentra el concepto de calidad de vida; y cual sea tal modus vivendi, también tiene un importante componente cultural. En este sentido García señala que no existe un significado unívoco que defina el estilo y dentro de este la calidad de vida sin alterar su contenido, pero en el sentido de que aquí se habla, se define como:

El conjunto de hábitos actitudes y gustos manifiestos que configuran el modo de vivir de un individuo o un grupo y que dan lugar a pautas de conducta significativas en el ámbito de la cultura material, particularmente en lo relativo a la adquisición y uso de objetos de consumo (Chaney, 1996; Douglas 1998; Geertz, 1990, c.p. García, 2007).

El estilo de vida forja un sentido de sí, de la propia identidad, que para la cultura contemporánea refleja la individualidad, la forma de expresión, la autoconciencia y los valores e ideas que se tienen sobre uno mismo y sobre lo que le rodea. El modo o los indicadores de la individualización del “propietario-consumidor” en nuestra sociedad, se da por el propio modo de vestir, de hablar, las formas de ocio, las preferencias a la hora de comer o beber, la casa en que se vive, el coche que se tiene, las vacaciones, etc. (Padilla y Gaffal, 2013).

En contraste la perspectiva médico-epistemológica nos dice que no se puede negar que los bienes de consumo también son percibidos, se adquieren y se muestran como expresión de la propia disposición y gusto, es decir, del estilo de vida, el cual representa los hábitos de vida, que refieren al conjunto de comportamientos y actitudes que desarrollan las personas, cuáles pueden ser saludables o nocivas para la salud (Álvarez, 2012).

Como se ha mencionado antes, la segmentación del mercado de consumo consiste en dividir a los compradores en distintos subgrupos, y justamente en función al estilo de vida, personalidad y valores, al igual que como se dijo, se reconoce que en dichos subgrupos existe una fuerte influencia por parte de los factores culturales, sociales, personales y psicológicos, con los cuales se logra definir cual habrá de ser la de conducta del comprador, y entre dicho factor de personalidad se encuentra el determinante de lo que es nominado como estilo de vida.

Estatus social

Por tal hecho, se dice que el contexto condiciona y ofrece alternativas que permiten pertenecer a cierto grupo social, siempre y cuando se asemeje a las alternativas disponibles, y en efecto “los estilos de vida se han revelado como proyectos con significación ética y estética: […] podemos ver cómo la gente utiliza los estilos de vida para, en cierto modo, diseñarse a sí mismos” (Chaney, 1996; c.p. García, 2009). Y tal como reafirma Pérez, se cae en la paradoja de parecerse cada vez más entre sí en ese afán por distinguirse entre grupos sociales.

De tal manera que los proyectos de vida de una persona son definibles e identificables cuando los niveles de consumo y lo que consume le llevan a una serie de prácticas que lo ubican en cierto status social, y ello a su vez, a transformar en cierta medida su mentalidad humana; es decir, cuando una persona llega a cierto nivel o status social, su preocupaciones van más en función de establecer relaciones de consumo, en donde los objetos que se compran son comparados entre el grupo social de interacción, y en la medida que le permita ir adquiriendo un puesto importante en el mismo espacio de reunión, se comienza a buscar satisfacer necesidades que le produzcan mantener dicha valoración por sobre los demás, invirtiendo su dinero en una buena casa, en un buen automóvil, en cuentas bancarias, en las satisfacción de sus tiempos libres, etc.

Las personas van constituyendo, junto con los bienes o servicios que se consuman, el proyecto que gestiona su existencia, en donde el fin último es conseguir lo que se ha propuesto, y el objetivo planteado que la persona va a determinar como un estilo de vida. De tal manera, el mismo trabajo [4] y las relaciones sociales adquieren dimensiones de convencionalidad, perdiendo tras de sí el sentido primero que se le atribuye, y por lo cual, se dice que lleva a la misma persona a establecer nuevos parámetros deontológicos que, consecuentemente influyen en el propio comportamiento y la forma de actuar de una persona dentro de una sociedad.

Adicción al consumo, compulsión

Referente a ello García Corres dice que, la adicción a la compra es un “ciclo repetitivo”, donde el individuo se encuentra en un estado de conflicto, ya sea con las personas a su alrededor o consigo mismo, lo cual le produce cierto grado de ansiedad y a la vez posiblemente un estado de ánimo bajo, de manera que, el individuo en busca de la misma estabilidad del ánimo reproduce como respuesta reaccionaria evadir la sensación (a un nivel más inconsciente) a través de ciertas estrategias de escape (la compra compulsiva).

En psicoanálisis se maneja que la tendencia compulsiva a la repetición surge debido a que el sujeto es guiado por el principio de placer; hacia el bienestar, y en el caso que aquí compete, la angustia previa al consumo es el síntoma primario que alude a un desajuste intrapsíquico del mismo sujeto, pero además, Freud incorpora la pulsión de muerte para situar que existe una fuerza que trabaja silenciosamente, para fines que se sitúan más allá del principio del placer, y que subvierten la relación del sujeto con su bienestar, en este sentido Freud concluye, que una persona se ve complacida por sus síntomas, así que más allá de su anhelo consciente de curarse, opta inconscientemente por preservar dichos síntomas.

Desde esta misma perspectiva la angustia y posteriormente la compra compulsiva como síntoma, puede surgir como efecto consecuente de eventos traumáticos [5] en la vida de una persona, y en cuyo caso, según Freud sea cual fuere el síntoma, este produce sensaciones que dan sentido a la historia particular del paciente, por lo cual, aquí se retoma que la individualidad de experiencias subjetivas, y al mismo tiempo el contexto del sujeto juegan un papel importante en la movilización de este hacía la propia introyección de hábitos.

También se dice que hay casos donde se llega a presentar la bi-dependencia, en cuyo caso se instaura una adicción en compañía de otra. Por ejemplo, se menciona que la adicción a las compras, regularmente viene acompañado del trastorno del comportamiento alimenticio —bulimia nerviosa— de límite de personalidad y hasta cleptomanía a momentos de la adicción.
Según Cañas, las principales causas de los fenómenos adictivos son en principio, producto de disyuntivas existenciales presentes en la persona adicta [6]. Menciona que tales adicciones se instauran en personas “esclavas de sí mismas”, como un enganche a la realidad virtual [7], como consecuente del vacío existencial, los escasos recursos personales y estancamiento del desarrollo personal que se prevé.

Salcedo (2008) por su parte distingue tres tipos de consumo compulsivo, primero se encuentra la adicción a la compra, que es el consumo en sí mismo sobre el cual se sustenta la vida diaria y es la actividad que ocupa todo el tiempo disponible, después se encuentra la adicción al consumo que es el afán continuo de efectuar nuevas compras, que son en su mayoría innecesarias y superfluas, y casi inmediatamente se pierde el interés por la misma compra que se ha realizado, y finalmente esta la adicción al crédito, derivado del uso incontrolado de las tarjetas de crédito y la incapacidad de vivir con el propio presupuesto. Precisamente es el aumento de la capacidad de endeudamiento a través de los métodos de crédito lo que más favorece el consumo compulsivo.

Capitalismo y consumismo

Por otro lado, se dice que el sistema capitalista incide en el psiquismo a través de la violencia indirecta, estructural, mediante la explotación del hombre por el hombre en el sistema laboral, la inducción a la enajenación social en buscada del propio ser en el tener por medio de la ya mencionada manipulación publicitaria, la reducción de las relaciones interhumanas a relaciones económicas de intereses y la degradación en la miseria material y espiritual del hombre (Pavón, 2014).

Casas (2014) señala que el consumismo representa las formas ideológicas del capitalismo, ya que el capitalismo logra situare gracias a la inmensa multitud de actores que no ejercen el papel directo del capitalista, pero si contribuyen con el proceso de acumulación de capital para que sea exitoso y se encuentre en permanente crecimiento, y en cuyo caso tales actores sociales fundamentales para que el capitalismo prospere son el propio consumidor, aquel requiere su mercado ideal mantenga un fuerte deseo de acumular.

A este respecto el mismo autor agrega que el capitalismo fomenta la acumulación de capital únicamente como un medio instrumental que posteriormente lleva al futuro goce de más y mejores bienes para consumir, de tal manera que el reconocimiento social parte de la fortuna acumulada que pronuncia el capitalista sobre el reconocimiento del éxito en sus negocios.

Consumismo y teoría generacional

Por otra parte, dentro de las teorías generacionales se habla sobre el consumo entre el grupo etario de los millennials, generación comprendida por todas aquellas personas nacidas entre el año 1982 hasta el 2000, quienes han crecido en la incorporación de la tecnología. Los millennials conforman una gran porción sobre la totalidad de consumidores a escala mundial, y se estima además, que para finales de esta década el 75% de los consumidores pertenecerá a esta generación. Por lo cual las estrategias de marketing van dirigidas a esta población.

Algunas de las características que se les suelen atribuir a los millennials es que las elecciones laborales y en todo caso cualquier decisión que se toma se centra en el gusto y la satisfacción personal, movilizados por lo que les apasiona, el éxito lo vinculan con el hecho de poder obtener la satisfacción en todo aquello que se experimenta, más allá de lo laboral y lo económico.

Consumismo y medio ambiente

Cabe mencionar que justamente el círculo vicioso del producir y consumir bienes y servicios cuales sean estos, supone necesariamente un fuerte impacto sobre el medio ambiente en su conjunto. De tal manera que, a lo largo de la historia, a fin de obtener la calidad idónea en los procesos de producción y a la vez en lo que se produce, se dispone de los recursos naturales, generando una significativa transformación sobre el mismo entorno además de permitir significativos avances [8] culturales han traído y traen impactos de diferentes escalas y magnitudes sobre la salud del planeta (Córdova, 2009).

Se ha encontrado estrecha causalidad entre calentamiento global y las actividades humanas. Se menciona que es a partir de la Revolución Industrial se ha producido una fuerte elevación de dióxido de carbono concentrado en la atmósfera, además, de otros gases (metano, ozono, óxidos de nitrógeno, clorofluorocarbonos) de efecto invernadero, y se encuentra que la causa directa es por la utilización del carbón y del petróleo para la producción de energía y evidentemente su transformación en bienes de mercado (Córdova, 2009).

Finalmente, la Comisión para el Desarrollo Sustentable (1995), define al consumo sostenible como “el uso de bienes y servicios que responden a necesidades básicas y proporcionan una mejor calidad de vida, al mismo tiempo minimizan el uso de recursos naturales, materiales tóxicos y emisiones de desperdicios y contaminantes durante todo el ciclo de vida, de tal manera que no se ponen en riesgo las necesidades de futuras generaciones”. De modo que es urgente configurar una percepción pública más inclusiva, que refleje la situación ambiental y las necesidades que en esta se padecen.

Metodología

Población

La población está compuesta por un total de 58 participantes, 28 hombres y 29 mujeres jóvenes voluntarios de entre los 20 a los 30 años, con un nivel socioeconómico de medio a bajo. La selección y aplicación de la prueba fue vía online de acuerdo con los requisitos anteriores.

Instrumento

La prueba que fue aplicada para esta investigación fue la versión chilena del Cuestionario sobre Factores Psicológicos de Adicción al Consumo, Hábitos Personales de Compra y Tendencia al Sobreendeudamiento (FACC-II), instrumento que previamente ha sido utilizado dentro del Proyecto Europeo [9] como una guía para el diagnóstico y estudio de problemas relacionados con el consumismo ya sea presentes o latentes, fue desarrollada para su aplicación dentro del Proyecto Europeo.

El cuestionario FACC II pretende:

“Realizar la valoración individual de diversos comportamientos, actitudes e ideas de las personas en relación con la adicción a la conducta de compra y actividades consumistas, tendencia a la compra compulsiva, consumo dependencia, deficiencias en el autocontrol económico, tendencia al sobreendeudamiento y a desajustes económicos derivados de factores psicológicos” (Garcés, 1998, p. 3).

El FACC II posee tres versiones; la primera (Forma A) consta de 100 enunciados; la segunda (Forma B) consta de 76 enunciados; la tercera, en tanto, está dirigida a niños y a adolescentes o adultos sin independencia económica, consta de 50 enunciados y Garcés la denomina versión C. La versión B es la que fue utilizada en esta investigación.

El cuestionario está compuesto por 76 ítems, es auto-aplicado e investiga la compra impulsiva y los factores psicológicos asociados. Es la versión reducida una abreviación de la versión completa.

Este cuestionario está organizado a través de escalas de tipo Likert para cada uno de los ítems, presentados estos en forma de afirmaciones o juicios. Ante cada afirmación, el sujeto debió elegir una de las cinco opciones de respuesta (Totalmente de acuerdo, Muy de acuerdo, De acuerdo, Poco de acuerdo, Nada de acuerdo) y a las cuales les corresponde un valor numérico del cero al cinco.

El cuestionario FACC II versión B mide tres variables principales. Además, se agregan a éstas la variable T, que es más una valoración global de las tres variables anteriores, y la variable S se relaciona más con el control interno del propio cuestionario, deshonestidad en las respuestas, falta de coherencia o bien la resolución apresurada del cuestionario.

Por su parte, la variable A delimita el grado de atracción a los estímulos de compra y el refuerzo positivo que recibe de parte de éstos, independiente si se compra efectivamente o no. La variable B indica el grado de satisfacción al comprar, mientras que la variable C valora las deficiencias en el autocontrol económico, la conciencia del gasto, la tendencia al sobreendeudamiento, el sobreuso de créditos y el autoscurecimiento del gasto (Garcés, 1999).

La evaluación de las respuestas proporciona una puntuación entre 20 y 100 para cada una de las variables, salvo para la «S». La valoración de la misma sigue un orden descendente; es decir, una mayor puntuación indica poseer en mayor grado las características definidas por cada una de las variables. Dicha valoración se realiza en función de la media y desviación típica de la población que se ha utilizado como referencia.

Finalmente, con respecto a la confiabilidad, según análisis del autor, ésta arrojó en los países aplicados de la Unión Europea: 0,90. Se menciona que esta confiabilidad es general, por lo cual no hace distinciones entre las variaciones entre las distintas versiones del instrumento. Con respecto a la validez, ésta es descrita sólo como predictiva con un valor de: 0.788. F.

Procedimiento

La prueba de FACC-II adaptada a Chile se subió a la plataforma SurveyMonskey, para desde ahí acelerar la distribución vía internet, a través de las redes sociales, se envió a un aproximado de 250 personas, recibiendo respuesta únicamente de 58 de estas, en un lapso de 20 días para hacer la revisión de los datos totales.

En la plataforma además de los 76 ítems de la encuesta se agregaron nueve preguntas sobre datos sociodemográficos, en las consignas se les pidió que contestaran en tiempo breve sin reflexionar las respuestas, y que distribuyeran las preguntas con sus contactos en las redes sociales.

Diseño

El diseño de la presente investigación se define como no experimental, descriptiva, debido a que lo que se pretende únicamente es observar los fenómenos como se dan en su contexto natural para luego analizarlos (Hernández, Fernández y Baptista, 1998).

No se busca causalidad, se pretende definir la relación entre variables dependientes e independientes, es decir, cómo se puede comportar un concepto o variable conociendo el comportamiento de otra u otras variables relacionadas, en la primera hipótesis hablamos de un estudio correlacional de tipo positivo que asume la posibilidad de como una variable cuando aumenta conduce a un aumento sobre otra y viceversa.

Resultados

Descriptivos sociodemográficos

Tabla 1. GéneroTabla 1. GéneroLos participantes de la prueba fueron un total de 28 hombres y 29 mujeres. El total de las aplicaciones fueron 58 con un único dato perdido.

Tabla 2. Grupo de edad
Tabla 2. Grupo de edadLa mayoría de las personas que participaron de la prueba, 65.5% estaban en un rango de edad entre los 21 y 29 años, el 27.7% eran jóvenes de entre los 18 y los 20 años, únicamente el 3.4% eran menores de 17, y una única persona que conformaba el 1.7% de los participantes estaba en un rango de edad de entre 40 a 49 años.

Tabla 3. Lugar de residencia

Tabla 3. Lugar de residenciaEn esta tabla se obtiene los datos del lugar de residencia de los 58 participantes, un total de 28 personas, 48.3% de estos pertenecían a la ciudad de Morelia, el 17.2% pertenecían a la comunidad de Aguililla, 18 personas, el 31% eran pertenecientes a otras comunidades diversas.

Tabla 4. Grado de estudios
Tabla 4. Grado de estudiosEl grado de estudios de la mayoría de la población participante es de preparatoria, con un 48.3% del total, 43.1 % eran jóvenes universitarios en curso o que habían cursado, y únicamente el 6.9% tienen algún posgrado.

Tabla 5. Lugar donde se vive: Propio o rentado

Tabla 5. Lugar donde se viveDel hogar de residencia la mayoría de los participantes viven encasa propia, 34 de las 58 aplicaciones, y 23 de las personas, el 39.7% de estos habitaban en casas de renta.

Tabla 6. Ingresos en pesos
Tabla 6. Ingreso en pesosSegún lo que muestra la Tabla 6, el ingreso mensual en pesos de 16 de los participantes es de $27,000 a $67,999 los que conforman un 27.6% del total de los participantes (58), 17.2% tienen un ingreso mensual de menos de $26.999 pesos, igualmente 17.2% tiene un ingreso de $68,000 a $115,999 pesos mensuales, 15.5% tienen un ingreso de entre $350,000 a $849,000 mensuales, y únicamente un 5.2% tenían un ingreso de $850,000 o más.

Descriptivos de las variables

Tabla 7. Estadísticos descriptivos de las variables
Tabla 7. Estadísticos descriptivosEn la Tabla 7 podemos observar que, por un lado, del conjunto de las personas que participaron de la prueba, existe un alto nivel de atracción sobre los estímulos de compra con respecto a la variable A, en cambio la variable B se ubica en la descripción de un grado muy alto de satisfacción relacionada con la adquisición de nuevas cosas, manteniéndose sobre la muestra un nivel medio alto en cuanto a las deficiencias de autocontrol económico. Con lo obtenido en el final de instrumento podemos hablar de que existe en general sobre la muestra un al grado de impulso por la compra, comparando la media de 195.23 con la media propuesta en la tabla de valoración de los parámetros sobre los datos estadísticos del FACC-II a nivel general (Garcés, 2005), que considera “Impulsivo” si el puntaje total es igual o superior a 165,06.

Estadísticos inferenciales

Tabla 8. Prueba de hipótesis variable A, B, C y final instrumento en relación con el género
Tabla 8. Estadísticos inferencialesEn esta tabla inferencial sobre la Prueba U de Mann-Whitney de muestras independientes, se obtiene como resultado que existe un mayor nivel de impulso (atracción, satisfacción y autocontrol) al consumo en hombres que, en mujeres en el total de la muestra, es decir, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta la hipótesis nula, en cuanto al género, en el caso de todas las variables del instrumento.

Tabla 9. Correlaciones no paramétricas

Tabla 8. Correlaciones no paramétricasEn la Tabla 9 se observa que existe una correlación significativa entre la variable A y B, y cuando una aumentan la otra tiende a hacerlo de igual forma, así mismo se presenta una correlación significativa en el caso de las variables A y C, ambas consistentemente aumentan o disminuyen, y en cambio se obtiene una correlación negativa entre las tres variables y el ingreso económico de los participantes, atracción, satisfacción y autocontrol disminuyen a medida que el ingreso económico aumenta, a la vez que estas mismas variables aumentan cuando se habla de un ingreso menor por parte del participante.

Conclusiones

Tal como se plantea en un principio esta investigación, la temática sobre el consumismo desde hace algunas décadas ha sido ampliamente abordada desde muy diversos enfoques, sin embargo, el contexto social, histórico, económico, político y demográfico independientes entre sí, constituyen el elemento distintivo entre cada una de las perspectivas teóricas, ya que como se logra identificar en esta investigación, se ha reparado en resultados contrarios a los esperados, fundamentalmente en lo que respecta al género, puesto que la mayoría de las investigaciones (Garcés, 2007), por ejemplo, reafirman y corroboran entre sí que hasta hace poco se llegaba a asociar la dependencia al consumo con el sexo femenino, debido a que, para dar salida al malestar emocional presente, la mujer solía adoptar una conducta de consumo desproporcionado para postergar dicho malestar.

Ahora bien, en esta investigación se obtienen resultados contrarios a estas versiones, y se reproducen dos estimaciones para su comprensión. Por una parte, se considera pueda deberse a que, en el sistema social actual, en cuanto a los roles entre hombres y mujeres, han venido surgiendo grandes cambios, y justamente se evidencian estos en las personas más jóvenes; tales modificaciones consisten en que los hombres ahora se encuentran en iguales posibilidades de mostrarse afectados a nivel emocional, hecho que antes solo se consideraba parte de caracterología “débil” de la feminidad.

Por otra parte, se piensa que este hecho de dependencia al consumo por parte de los hombres, también pueda deberse al sistema capitalista que acredita el éxito en la acumulación y ostentación de bienes, lo cual, relacionado con lo dicho por Pavón (2014) y Casas (2014), por la alta exigencia de mantener a las personas en un sistema de producción y consumo, y siendo el hombre, quien aún, en buena parte del contexto mexicano, es quien provee materialmente dentro una familia, se sobrecargue al querer cubrir tal exigencia, lo cual a su vez, le lleva muy probablemente a presentar cierto grado de frustración, que al final cesa solo a partir de la adquisición de bienes,

En cuanto al nivel de ingreso de los participantes, se pudo constatar una correlación negativa en relación al impulso sobre el consumo que en la escala FACC-II se describe, de modo que, las personas con más alto ingreso económico se dejan llevar menos por los estímulos que buscan atraer al comprador, al igual que se identifica en estos mismos casos de acuerdo al ingreso, que existe una menor satisfacción a la hora de comprar. Sin embargo, esto por el contrario a lo que se podría pensar, según Garcés en sus investigaciones, lleva a que la persona tienda a realizar compras desmedidas o compras que no representan una necesidad real, es decir a tener un menor autocontrol de compra, lo cual corrobora nuevamente la hipótesis nula.

Finalmente, se puede decir con lo anterior, de manera general, que las personas independientemente de su estatus socioeconómico o su género encuentran en el hábito de la compra un especie de refugio en el cual proveerse de satisfacciones que en la línea de la permanente exigencia social permita dar sentido al deseo incesante y a la atracción por lo que se vincula con aquello que es visto como el éxito y la felicidad, aun cuando después de obtener provisiones materiales emerja la culpa que, relacionado con lo que dice García (2009), le da sentido a saberse sobre lo que se es a partir de lo que se obtiene materialmente.

Notas

[1] Véase: La obsolescencia programada (Salcedo, 2014) y La bombilla de mil horas.
[2] El término es empleado por distintas áreas del conocimiento y en la misma literatura. Véase: García, P. (2009) El concepto de ‘reflexividad’ en la sociología del consumo: algunas propuestas. Universidad de Zaragoza, pp. 85-102.
[3] Véase anuncio BMW “¿te gusta conducir?” premiado como mejor spot en los últimos 25 años.
[4] El trabajo no es en sí un medio para la producción de mercancías sino un fin en sí mismo, que pueda ser buscado por sí mismo y gozado. El trabajo, más allá de la dimensión económica, se define en las propias categorías antropológicas: “Principio de Movimiento” Karl Marx.
[5] El trauma en psicoanálisis es el alejamiento sobre una experiencia que fue tremendamente satisfactoria, lo cual se dice, es parte de una condición cotidiana del ser, es decir, Freud dice que todos los seres humanos han experimentado alguna pérdida de satisfacción que produce para después sentimientos de abandono y desvalidamiento en las personas.
[6] Cañas hace la aclaración de que no forjan parte constitutiva de su —Ser íntimo—.
[7] Los llamados workaholics (Adictos al trabajo).
[8] Véase La estructura de las revoluciones científica (Kuhn, 1962), Este término se ha vinculado con el texto de Kuhn, y en particular a lo refiere en cuanto a los cambios de paradigmas, en lo cual se reproduce una crítica al llamado “progreso” o “evolucionismo” de la sociedad a lo largo de las diferentes épocas por las que ha atravesado la humanidad.
[9] Se basa en la liquidación del nacionalismo de los Estados que centralizan la etnia, la identidad cultural, la tradición y la lengua. Es un legado europeo que empezó con la ilustración y las ideas de libertad y ciencia.

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