El proceso biocultural de la adquisición de la lengua

Juan Carlos Zavala Olalde
Maestro en antropología. Profesor de evolución. Facultad de Ciencias. UNAM (México).

Resumen

Este trabajo expone el proceso de evolución biocultural y el mecanismo posible para su desarrollo evolutivo. Con ello se explican dos fenómenos fundamentales para la comprensión del ser humano como resultado del proceso de evolución biocultural. Se expone la naturaleza biocultural de la adquisición de la lengua como ejemplo de evolución biocultural.

Palabras clave: evolución, biocultural, proceso biocultural, adquisición.

Abstract

This paper describes the process of biocultural evolution and the possible mechanism for human evolution. Are explained two key phenomena for understanding the human being as a result of the biocultural evolution. Biocultural evolution explains the nature of language acquisition as an example of biocultural evolution.

Keywords: evolution, biocultural, biocultural process, acquisition.

Introducción

El objetivo de este trabajo es describir el proceso de adquisición de la lengua como un proceso biocultural. Tanto en su aspecto evolutivo como en el ontogénico.

Para cumplir con el objetivo primero contextualizo el estudio biocultural, luego entonces se delimitan las características de un proceso biocultural. Posteriormente se establece el aspecto evolutivo-ontogénico del cual deriva la adquisición de la lengua. Entonces será posible buscar resolver una serie de preguntas como son las siguientes: ¿Qué es un proceso biocultural? ¿Por qué algunos procesos de nuestra especie poseen dicho carácter? ¿Por qué la adquisición de la lengua es un proceso de ese tipo? ¿Cuál es el origen del proceso biocultural de adquisición de la lengua? ¿Cómo está caracterizado? Para ello se propone una explicación del proceso de la evolución y la ontogenia biocultural.

La propuesta tiene tres mecanismos generales que hacen posible el proceso biocultural:

1. La selección sobre el individuo que genera la reproducción diferencial. Donde las unidades evolutivas son entes que poseen un comienzo o nacimiento, un final o muerte y una estabilidad suficiente para ser reconocidos como la misma cosa por toda su vida (Gould, 2004). Esta postura soluciona la problemática que surge de proponer como unidades evolutivas entes no vivos o análogos a lo vivo, como las ideas o los memes.
2. La selección sobre el grupo es la que genera la supervivencia de los individuos y la existencia de las agrupaciones. Este principio se incluye dentro del pensamiento poblacional (Mayr, 1997) en el cual la entidad que evoluciona es el grupo étnico, no hablo de una evolución cultural en abstracto (crítica de Fracchia y Lewontin, 1999), sino de la evolución de los grupos culturales (Sloan, 2010).
3. Estabilización por medio de la cultura de la oposición entre las necesidades individuales y sociales. Este es el contexto teórico evolutivo que sustenta la propuesta de los procesos bioculturales en la unidad del proceso de estos tres principios. La propuesta sustentada no es que la evolución humana pasa de una evolución biológica a una cultural, sino que parte de un proceso biológico, explicado por la teoría evolutiva, a uno biocultural que aquí se expone.

El desarrollo como un proceso biocultural

El ciclo de vida en los seres humanos es un desarrollo biocultural. La idea de lo biocultural no es una propuesta reciente, la cita más antigua se remonta 1777, cuando Tetens afirmaba que la plasticidad humana era el resultado de cómo en la ontogenia se regula el desarrollo individual por la cultura y el ambiente. Hacia 1871 George J. Mivart presentó una argumentación por la cual la selección natural se establece como causal de los cambios adaptativos del comportamiento humano (Li 2003). Es la separación entre natural y aprendido lo que es construido históricamente. El autor de esta separación fue Sir Francis Galton quien lo propuso en 1874, y su valor fue poco a poco estableciéndose hasta reconocerse como valido hacia 1920 por parte de dos jóvenes disciplinas en los Estados Unidos de América; la psicología y la biología (Logan y Johnston 2007, Midgley y Morris 1992).

Ya en 1894 Baldwin había comenzado un largo recorrido de propuestas que buscaron vincular la cognición, el desarrollo y la evolución. Propuso conceptos como selección orgánica (que después se ha conocido como Efecto Baldwin y puede corresponderse con la selección ontogénica aquí utilizada), adaptación ontogénica, etc. (Logan y Johnston 2007). Con lo cual se hace patente que la distinción entre naturaleza vs cultura es una construcción “artificial” según palabras de Baldwin (Logan y Johnston 2007: 762). Podemos asegurar que es de utilidad didáctica, es pragmática para la investigación científica, pero no es indispensable para comprender los procesos desde una perspectiva integral. En el prólogo a el libro El paradigma perdido… Morin comenta que entre 1948 y 1950 había planteado la necesidad del vínculo entre lo biológico y lo cultural. El trabajo debió esperar una mayor madurez hasta 1974 en que el libro citado fue publicado. Una buena parte de las referencias en antropología se remiten al trabajo de Morin (1974) como seminal de la unidad biocultural.

Hacia mediados del siglo XX, con el establecimiento de la teoría sintética de la evolución se promovió la separación entre naturaleza y cultura así como se ignoró la relación entre la ontogenia y la filogenia (Logan y Johnston 2007). En cambio en la investigación sobre el desarrollo infantil se reconoció lo prioritario de la interacción biología-ambiente para definir el desarrollo. A mediados del siglo XX Carmichael lo defendió como continuidad del trabajo desarrollado por su maestro Kuo desde los 1920s (Carmichael 1957, Logan y Johnston 2007) En 1969, Alexander publicó; Children y adolescent: A biocultural approach to psychological development donde la unidad biología-cultura está definida explícitamente (Li 2003). Una gran similitud con Morín aparece en el trabajo de Ribeiro en 1971 donde se presenta la unidad organizada de tres sistemas; el adaptativo, el asociativo y el ideológico. A estos trabajos deben agregarse las contribuciones de Gottlieb desde 1970s, quien ha integrado a partir de los 1990s los análisis empíricos y los efectos en el desarrollo en la epigenética probabilística ya mencionada. Junto con Gottlieb se encuentran Lehrman y Schneirla, quienes establecen los fundamentos para la Teoría de los Sistemas del Desarrollo propuesta en 1985 por Oyama y presentada en el apartado anterior (Logan y Johnston 2007).

También en los 1990s se conoce el trabajo de Jack Kelso quien defiende una antropología biocultural para reconocer cómo la cultura afecta nuestras capacidades biológicas. Propone un concepto de cultura para reconocer que posee un componente interno y uno externo. Para Kelso la creación de significado es posible por la creación del espacio cultural. La cultura como una adaptación evoluciona en unidad con lo biológico (Kelso 1994, sin fecha). La lista de autores se incrementa exponencialmente así como los trabajos que desde distintas áreas de la ciencia apoyan esta unidad del conocimiento en la explicación del ser humano como un ser biocultural (La revisión más amplia es presentada por Li 2003, véase también Cavalli 2007, Ciao 2009, Cross 2003, Gergely 2007, Heintz 2008, 2010, IBCSR 2009, Mesoudi 2007, Wallace y Wallace 1999, Williams 1982, Zavala y Vargas 2011). La presentación de pruebas que apoyan el ser biocultural de nuestra especie resulta también sustentado por la evidencia del proceso evolutivo de nuestro linaje Homo (Boyd y Richerson 2009, Zavala 2009).

El modelo biocultural que sugiere la autora Li (2003) tiene varias ventajas. En primer lugar identifica y muestra evidencias del proceso biocultural, desarrolla un modelo del proceso y dicho modelo incluye tanto el desarrollo en el ciclo de vida, como la filogenia y lo que llama microgénesis (los efectos que sufren los individuos momento a momento). En una primera figura Li presenta un ciclo de la variabilidad heredable constituida de: 1. La evolución que le llama coevolución e incluye a las necesidades culturales y a la plasticidad evolutiva gen-cultura, 2. La genética y epigenética neuronal que incluye las necesidades genéticas y la plasticidad neuronal y 3. El contexto situacional social, la cognición y cultura del individuo que incluye las necesidades conductuales y la plasticidad cognitiva. Esta variabilidad heredable de la cual muestra evidencias en el anexo 1 de su trabajo, se expone a la selección en diferentes escalas de tiempo y niveles de interacción de los procesos.

Cada escala corresponde a un nivel de interacción, así: 1. La filogenia humana supone una interacción entre los genes y la cultura, con efectos en las presiones de selección, 2. La ontogenia del ciclo de vida corresponde a un proceso interactivo entre la cultura y el contexto situacional social, con efectos en el desarrollo cognitivo por la interacción interpersonal e intergeneracional, y 3. La microgénesis que es el resultado de los procesos de interacción entre la cultura y el individuo con efectos inmediatos en sus actividades, sus genes, neuronas, cognición y conducta, es decir el proceso de significación.

Este modelo permite comprender el proceso del desarrollo de la persona dentro del proceso general de la evolución humana y del particular de las vivencias individuales. Al estar integrado como unidad del proceso y en el marco de la teoría evolutiva incluye la modularidad del ciclo de vida humana. Es decir podremos explicar el proceso de significación cuando lo vemos dentro de este proceso unificado de la ontogenia humana biocultural. Por ello al mencionar el modelo se hace referencia a los fenómenos aquí presentados, la evolución del grupo sociocultural, la unidad de selección ontogénica que es la persona y la significación como la microgénesis.

Tiempo y comprensión del proceso biocultural

La antropología es la ciencia que nos permite comprender al ser humano en su amplia diversidad cultural y unidad biocultural. En la idea del ser humano el tiempo juega uno de los papeles más importantes, tanto para su desarrollo como para su comprensión (Zavala, 2009, 2010b). Considero que no puede desarrollarse una idea clara que permita comprender al ser humano sin incluir el proceso evolutivo del cual es resultado. Además, el ser humano está caracterizado como un ser vivo en pleno dinamismo, cuyas características de un momento contrastan con un instante posterior. Por lo tanto, observar y comprender lo humano sólo es congruente cuando se ve en el tiempo de su desarrollo evolutivo y ontogénico.

El proceso conceptualmente está ligado a su devenir en el tiempo donde se dan cita los distintos elementos que constituyen la estructura, es así como se forma el sistema del que dan cuenta. El sistema de la evolución biocultural visto en el tiempo como un proceso permite comprender la dinámica inherente a los seres vivos y es indispensable para saber cómo se desarrolla el ser humano. En la idea del ser humano se ha discutido mucho si es la cultura o la herencia biología lo que determina el ser del Homo sapiens y hasta qué punto una determina a la otra. Aún cuando tocaré el tema posteriormente, en este momento es útil decir que el proceso tiene como sustento primordial la unión dinámica de los elementos, es en el sistema donde se hace posible la integración explicativa de un continuo en transformación. Con lo cual introduciré la idea de que el ser humano es producto del proceso evolutivo y por lo tanto es tanto cambio y transformación como continuidad y preservación del cambio (Ayala, 1978, Mayr, 1978). El ser humano más que un estado o cualidad de un ser vivo es un proceso caracterizado por su continuo dinamismo con fines vitales teñido de su historia evolutiva.

Posiblemente el último ancestro común que podemos tener con los chimpancés o cerca de nuestra separación en linaje Homo es el Sahelanthropus tchadensis, su periodo de vida en la Tierra hace unos 7 millones de años nos conecta con nuestros primos Pan. Por lo que sabemos los chimpancés tienen principios de cultura evidentes. Basta con que sean principios o podamos llamarlos así, pues el carácter de la cultura puede ser considerado una plesiomorfía y en toda la descendencia, incluidos nosotros, simplesiomorfías. Es decir, un carácter ancestral que tan sólo ha ido cambiando y complejizado, cuyo origen ancestral, como una capacidad, se ha heredado a los descendientes. Puede ser exagerado, pero nadie pone en duda que los llamados Homo habilis fabricaron herramientas y por ello son denominados como seres culturales (Zavala, 2010b). La existencia de éstos últimos hace dos millones de años o los siete del Sahelanthropus establecen un extenso periodo de tiempo para que la biología de nuestros ancestros y la naciente cultura puedan ligarse hasta unificar en un único proceso biocultural. El primer supuesto está en que la vida en un entorno cultural por millones de años supone una variabilidad heredable que sostiene su existencia, a lo largo de la filogenia de los homínidos. Si bien la propuesta se sustenta en una base de variabilidad heredable a nivel genético, no debe olvidarse ni obviarse que actualmente se justifican otros tipos de herencia en el marco conceptual de la teoría evolutiva (Müller, 2007, Pigluicci, 2007, Tauber, 2010 y Dressino, 2010).

Es necesario preguntarse si el tiempo es suficiente explicación para que se vean ligados los elementos biológicos y culturales de nuestra especie. Aquí voy a plantear dos posibilidades: la primera es que mediante selección natural, generación tras generación se mantengan las características hasta constituirse como adaptaciones culturales que propician una supervivencia diferencial. La segunda es que la cultura sea un producto necesario de la evolución selectiva en características de sociabilidad, posteriormente las características culturales que eran secundarias adquieren un carácter adaptativo y primario cuyo fenómeno de preservación se limita a la selección que cada generación hace.

Como principio considero que el proceso biocultural parece caracterizarse por la dependencia de lo cultural en lo biológico y viceversa. El fenómeno supone que un proceso biológico se ve ligado como unidad con algo cultural, por ejemplo: al mostrar un elemento de regulación fisiológica (la ropa para la protección contra el frío), en el caso de la herencia genética (en la selección de pareja, y en la selección de los individuos que pueden consumir lácteos cuando adultos, en comunidades productoras de estos productos), en una característica metabólica (por la cocción y selección de alimentos), etc. Cada uno de estos fenómenos depende de un elemento cultural, como el tiempo de acción, el modo de acceso, el entorno y tipo de comunión, la comunicación, los límites o los excesos establecidos por reglas de regulación arbitrarias. Las características culturales por su parte no flotan en el aire y su único sustento real es la base vital de los seres humanos. La cultura existe sobre una facultad o capacidad biológica y no existe cultura sin seres vivos que la crean o interpretan como tal.

Como segundo principio considero que en ningún momento se pierde la importancia dinámica de la supervivencia diferencial como mecanismo para la continuidad de la vida. Es necesario rescatar el sentido de selección que se encuentra en la denominación original de sorting sobre la cual Darwin constituye la teoría de la evolución por selección natural. La selección en este sentido corresponde a varios niveles en los cuales tiene efecto, constituyéndose una jerarquía de procesos evolutivos, cada uno con sus propiedades emergentes (Vrba y Gould, 1986, Sloan, 2010). Por lo tanto la teoría evolutiva es la explicación del hecho evolutivo que en los seres humanos incluye el nivel genético, el de los sistemas de información y procesos morfogénicos, de los individuos y de los grupos étnicos.

Presento el proceso evolutivo (Ayala, 1978) para así comprender la propuesta que fundamentamos en el mismo. El proceso evolutivo se sustenta sobre la variabilidad heredable, donde la herencia humana tiene cuatro niveles, el genético, el epigenético, el conductual y el simbólico. Cada nivel posee propiedades emergentes que se incluyen dentro de la variabilidad heredable dispuesta a procesos evolutivos (Jablonka y Lamb, 2005, Danchin et al., 2011). Esta variabilidad heredable está estructurada de acuerdo a la dependencia mutua de lo cultural y lo biológico (como se dijo en el párrafo anterior). El proceso evolutivo se completa con el mecanismo de selección, el resultado es la supervivencia diferencial del organismo. En el caso de los seres humano la solución es biológica y cultural. Para reconocer lo biocultural debe observarse la unidad del proceso, porque debe tomarse que el principio del que parte es el proceso evolutivo, sobre éste origen y sistema de relación se estructura el carácter biocultural.

El siguiente paso del proceso evolutivo incluye el concepto de selección, proceso por el cual aquello que propicia una mejor supervivencia en el ambiente debe ser seleccionado para permanecer y así hacer posible la continuidad de la vida o, dicho de otro modo, son los organismos que poseen ciertas características los que dejan mayor descendencia al reproducirse diferencialmente mejor (Darwin, 1872). Cuando aplicamos el principio a la cultura, en principio aparenta congruencia. Esto se debe a que los seres humanos, como portadores de la cultura, son capaces de elegir y así pretendidamente, seleccionar los caracteres o rasgos culturales más adecuados para su supervivencia. Si bien esto no siempre es cierto, pues los ejemplos de sacrificios o infanticidio femenino lo ponen en duda, lo que es relevante, sin duda, para el mecanismo evolutivo de la selección natural es un sustrato heredable para la variabilidad. Como los caracteres culturales son precisamente aquellos que carecen de una base genética que determine su aparición, no por ello dejan de ser potencialmente genéticamente heredables, no se pueden sugerir como la variabilidad heredable sobre la que actúa la selección. Además, si estamos pensando en el origen de lo biocultural es contradictorio suponer que ya existe. Es necesario pensar en el mecanismo de selección por el cual se inició la evolución de la relación entre lo biológico y lo cultural sobre un tipo de variabilidad heredable. En una base genética de herencia posteriormente se desarrolla la epigenética en el proceso del desarrollo, la conductual en la transmisión cultural y la simbólica que es primordial para la adquisición de la lengua.

Selección natural en la sociabilidad y el papel de la cultura

La propuesta evolutiva es que la selección natural actúa sobre un fenómeno propio de la evolución humana, que posee un sustrato hereditario, y que como subproducto tiene a la cultura. Por lo cual la selección no está actuando directamente en la cultura que no es susceptible de evolución por herencia biológica (Fracchia y Lewontin, 1999). La propuesta que sostengo se fundamenta en la herencia de la sociabilidad en el Orden de los Primates. El principio requiere reconocer que entre los primates los grupos sociales son más una regla que una excepción. Si la sociabilidad de los primates es un carácter ancestral, derivado posiblemente de la capacidad de los mamíferos de formar grupos para la defensa o la caza, entonces nuestros ancestros primates heredan el carácter social. El fundamento genético está en la herencia de la capacidad para constituirnos en seres sociales. Si efectivamente la sociabilidad es un carácter heredable entonces puede evolucionar por selección natural.

Las evidencias de una herencia genética de la sociabilidad la buscamos en los infantes y la reconocemos en: la búsqueda de interacción social y la imitación por el recién nacido (Meltzoff y Moore, 1989), el uso de conocimiento adquirido en proceso sociales generales en los que se incluye la interacción por imitación (Jones, 2006), la importancia del apego y el proceso por el cual se desarrolla en la infancia (Bowlby, 1995), la capacidad de los recién nacidos para generar en las personas reacciones hacia ellos (Trevarthen, 2010), finalmente la existencia de neuronas espejo entre los primates que hacen posibles los sistemas de interacción social (Triesch, et al, 2007). Incluso se sugiere que existe una diferencia biológica en las preferencias femeninas y masculinas hacia los rostros de personas en las primeras y de objetos en los segundos (Connellan et al. 2000). Si bien los infantes no nacen como seres sociales, si como seres capacitados para desarrollarse como tales (Berger y Luckmann, 1998), es esta capacidad sobre la cual llamo su atención en la propuesta aquí sustentada.

Tenemos un ejemplo de evolución de la sociabilidad, con una base genética, que permite contextualizar evolutivamente la propuesta. Es el fenómeno conocido como eusociabilidad que se considera precisamente un producto de la evolución biológica por selección natural. La eusociabilidad se observa en los insectos. Durante su primer estadio de desarrollo evolutivo de aquel proceso los organismos forman grupos que les permiten una supervivencia diferencial mayor que los de vida solitaria. En un segundo estado del desarrollo evolutivo los grupos determinan modificaciones en la capacidad reproductiva efectiva de los individuos del grupo. En esta etapa todos los organismos son reproductivamente viables, pero tan sólo algunos pueden tener acceso a una reproducción efectiva. Esta tiene continuidad porque la existencia del grupo sigue propiciando una reproducción diferencial mayor que los solitarios. En esta fase evolutiva existe una selección de la variabilidad que pudo aparecer en el estadio anterior o en la misma etapa en cuestión. Esa variabilidad es efectiva para hacer que genéticamente se pueda determinar la fertilidad de algunos organismos del grupo y no de otros. Con ello se pasa a una tercera etapa en la cual se ha generado haplodiploidía. Unos organismos determinan la capacidad reproductiva de algunos pocos y la infertilidad de la mayoría que está relacionado genéticamente con los fértiles. Evolutivamente aparecen los verdaderos grupos sociales como son las abejas y las hormigas, donde la constitución de una estructura social en estos organismos están determinada genéticamente (Gadagkar, 1990).

Una reconstrucción hipotética, como toda filogenia lo es, del proceso evolutivo que llevó a la emergencia de la cultura es el siguiente. El proceso de evolución de la sociabilidad no dista de manera diametral con respecto de lo que es posible para el linaje de los primates en lo general. Para el caso de los primates sólo podemos ver las dos primeras etapas de la eusociabilidad, no obstante la oportunidad de una determinación hereditaria no es disparatada. La información del registro fósil de nuestros ancestros indica que vivieron en grupos sociales. Por las necesidades de defensa y alimentación es posible que la selección positiva sobre la sociabilidad haga mantenerla en nuestro linaje hasta la actualidad. Generación tras generación se mantiene la herencia de la sociabilidad porque la vida en grupo ofrece ventajas a la supervivencia de los individuos. Los grupos sociales más efectivos pueden ser aquellos que mediante un comportamiento pueden responder rápidamente a las exigencias del ambiente. Dichos comportamientos se ven complementados por aquellos que son culturales. La cultura funciona como el estado próximo y análogo a la haplodiploidía de los insectos, porque asegura que los individuos vivan por la sobrevivencia del grupo. Por lo tanto la evolución de la sociabilidad por selección natural es una posibilidad para tomarse en cuenta.

La propuesta es que unida al carácter hereditario de la sociabilidad puede haber estado la cultura. La cultura emerge como un carácter secundario (Gould y Vrba, 1982), por ejemplo: ocasionalmente ocurren fenómenos culturales, como utilizar palos para la defensa o ramas para obtener alimentos. Cuando ya no sólo son patrones de movimientos innatos que además requieren de un proceso de enseñanza-aprendizaje, el grupo social se encarga de llevar consigo a la cultura como un producto secundario. Lo efectivo de los patrones de comportamiento culturales es que los grupos sociales que los poseen tengan una supervivencia diferencial mejor que los que carecen de ellos. Los consideramos como una exaptación de la sociabilidad porque se refuncionaliza su estructura, desde una capacidad para la interacción social a una capacidad para adquirir cultura. La selección sigue ocurriendo sobre el fenómeno hereditario de la sociabilidad, anexo al mismo se mantiene el comportamiento cultural como un subproducto. Evolutivamente propongo que los comportamientos culturales son un producto secundario de los comportamientos sociales innatos. Planteo por último la refuncionalización de la capacidad para la interacción social y comunicativa en una capacidad para la comunicación y vida basada en signos en el grupo.

Si seguimos con la idea de la evolución eusocial hay una etapa en la cual la falta de la cultura no merma el carácter adaptativo total, el fitness o adecuación para la supervivencia de nuestra especie. Entre los primates actuales existen tradiciones culturales que propician una reproducción diferencial mayor que los que no poseen comportamientos culturales. No obstante, ambos grupos siguen existiendo al ser seleccionados sus integrantes positivamente. Las posibles pruebas con las que se contrasta la hipótesis es aquello que, comparativamente, podemos observar en la evolución de la sociabilidad en otros primates como los gorilas y chimpancés. Estas especies con estructuras sociales muestran que en los Pan las actividades culturales han diversificado más que en los Gorrilla, en ambos géneros la capacidad para el uso de signos junto con Homo se presenta como ancestral. De modo semejante, la hipótesis del carácter social en los seres humanos puede observarse al reconocer el estado alterado, junto con otras facultades mentales, en el caso de autismo. Donde se señala un estado patológico de la sociabilidad con un componente de variabilidad heredable.

Si aceptamos que un elemento determinante de la sociedad son los comportamientos, lo que se sugiere en este trabajo es que se han incluido los comportamientos culturales dentro de la herencia social. Para dar continuidad a la propuesta con un fin posible resulta necesario considerar la afirmación de Hoebel quien dice que la cultura domina la estructura social: “en el caso de los seres humanos casi todas las interacciones sociales están dominadas por la cultura existente” (Hoebel, 1975). Esta afirmación debe ser analizada. En su principio habla de las interacciones sociales, esas interacciones sociales en nuestra especie están definidas por la comunicación. En cuanto al término dominación, refiere a la capacidad que tiene la cultura de establecer vías para su desarrollo. Finalmente Hoebel habla de un tipo de cultura, es decir asume que la cultura en función dentro del grupo social será la encargada de tal proceso. Con esta explicación se propone que en determinado momento en la historia evolutiva de nuestro linaje Homo la herencia biológica, dentro de la cual se incluye la social y da origen a los comportamientos culturales, van a depender en una siguiente etapa de los factores culturales, que de ser productos secundarios, se transforman en primarios y determinantes. Es cuando la viabilidad y variabilidad cultural que responde de manera rápida y eficiente a los cambios (el comportamiento cultural) comienza a dominar las interacciones sociales.

Como los sistemas culturales adquieren estructura por establecer reglas para la interacción, en este momento se establece la cultura como el estado consistente de nuestra especie. En una forma similar, con el estado de eusociabilidad de los insectos, se concreta una estructura donde los individuos para su supervivencia actúan directamente en la del grupo. Como propongo la conducta se fundamentó en la cultura y se hereda de manera social mediante el proceso de enseñanza-aprendizaje. Ese proceso se desarrolla en el entorno social. La finalidad es asegurar el éxito reproductivo que se vería mermado por su carencia. La evolución se manifiesta en los grupos sociales y estos responden mediante la selección de conductas de interacción entre sus individuos. El dinamismo y novedad de la cultura les hace predominar sobre las conductas innatas. Además la cultura tiene una velocidad de cambio vertiginosa en comparación con la evolución biológica y logra sobreponerse por sobre otro tipo de conductas sociales. La cultura después de haber sido un producto secundario de la evolución de la vida en la especie humana, poco a poco ha tomado un lugar principal. Así la cultura ahora es vista en primer plano, como la guía del proceso evolutivo y hemos descuidado conceptualmente lo que le provee su base evolutiva: lo social, que es susceptible de la evolución biológica.

Los grupos sociales evolucionan de modo que mantienen el proceso de enseñanza-aprendizaje como una clave para su desarrollo. Es la emergencia de los grupos sociales que logran mantener una conducta de enseñanza-aprendizaje de sus constituyentes, son exitosos, se reproducen diferencialmente mejor y perviven mientras que dicho proceso de enseñanza-aprendizaje mantenga al grupo social. El proceso de enseñanza–aprendizaje en primates no está ampliamente establecido y los ejemplos son excepcionales (Thornton y Raihani, 2008). Esto sugiere la importancia de la enseñanza en el establecimiento de las conductas culturales, que las hizo primordiales en la evolución humana. Aquí tenemos la emergencia evolutiva del proceso biocultural: 1. Su definición evolutiva está a cargo de la herencia biológica y la selección de la interacción social, 2. La dominación de la cultura sobre lo social es el resultado de una herencia de lo biológico y donde la sociabilidad aparezca como la fundamentación de las características culturales, 3. La sociedad se encarga del proceso de enseñanza-aprendizaje que posteriormente ocurre según los lineamientos de la cultura en función. Este proceso opera durante la ontogenia, en el sentido de Garstang, la ontogenia crea a la filogenia (Hall, 2000), por lo tanto la ontogenia biocultural resulta en la filogenia del mismo tipo en nuestro linaje. El resultado es el fenómeno biocultural que observamos en nuestra especie.

Después hemos tenido el salto cuantitativo en el que la cultura se hace guía del proceso biocultural unificado. La biocultura en cada grupo se establece como la guía del proceso de desarrollo de la sociedad. Desde la infancia la cultura establece los caminos por los cuales ha de ser llevado un infante. Los hábitos culturales se hacen costumbre, de la costumbre la tradición se establece como un tipo de ley inviolable. Incluso las vías de escape de la cultura están trazadas en la misma constituyéndose como juez y parte en ciclos continuos.

La cultura se hace artífice del mundo por medio de signos que permiten pensar la realidad y establecen como vivirla porque se fundamentan en una evolución y consecuente ontogenia biocultural. La adquisición de la lengua y el mecanismo de la herencia biocultural El fenómeno humano para la evolución por selección natural es el social, ahora nos remitimos a su carácter de comunicación social.

Los seres humanos se agrupan en sociedades, en grupos de individuos con fines comunes por medio de la comunicación. La diversidad en las agrupaciones sociales corresponde a las posibilidades que la cultura les provee para el intercambio de información. Por lo tanto en su fundamento el fenómeno social humano es común, al menos, al fenómeno de asociación que observamos en otros primates. La capacidad para la comunicación es heredable, forma parte de nuestro bagaje evolutivo y se investiga actualmente a partir de los genes responsables del desarrollo y funcionamiento de los módulos encargados de la competencia lingüística (Benítez, 2006). Los grupos sociales se mantienen mediante conductas y las de carácter cultural son las que proveen de mayores posibilidades de selección positiva a los grupos sociales. El proceso de enseñanza-aprendizaje a cargo de la cultura se liga con lo biológico para mantenerse en la evolución de la especie en el proceso de adquisición de la lengua.

La adquisición de la lengua es el ejemplo ideal para dar cuenta de cómo ocurre la evolución biocultural que hace a un ser humano comunicativamente apto. Los patrones propios de la cultura no se desligan de las premisas de una entidad viva que asume la supervivencia. Aún cuando pueda justificarse la definición humana a partir de la cultura, los seres humanos no están desligados del principio biológico de la supervivencia de la especie. Como seres vivos la especie está limitada a la continuidad o a la extinción. Ningún proceso cultural o social puede ir más allá de dicho fundamento biológico en términos evolutivos para la especie.

En la propuesta del mecanismo para la acción del proceso selectivo por una parte los organismos tienen que asegurar su propia supervivencia, por la otra la supervivencia del grupo significa no sólo la supervivencia en abstracto de la especie, sino la supervivencia de los individuos gracias a la existencia y supervivencia del grupo. Los organismos con estas características están facultados para la supervivencia individual, así como también, en los grupos sociales, para la supervivencia en grupo. El primer paso está dado cuando los ancestros de nuestra especie pueden propiciar su supervivencia individual y su supervivencia en grupo. Esto deriva en dos posibilidades del análisis evolutivo que aún en la actualidad se confrontan, pero que ambos poseen pruebas a su favor que permite hacer patente la existencia de ambos proceso en la evolución biológica.

Me refiero en primer lugar a la propuesta de las estrategias evolutivamente estables que aseguran que la selección natural y el proceso evolutivo están fundamentados en la selección de individuos y de sus adaptaciones (Maynard Smith, 2000), y en segundo lugar a lo que se comenzó por llamar selección de grupo y que ahora se defiende en el reconocimiento de parentesco o kind selection que segura que los organismos son capaces de reconocer a los parientes próximos y actuar en consecuencia para la supervivencia diferencial mayor de los próximos dentro de los grupos sociales (Pffening, 1995, 2002).

Lo que observamos en la naturaleza es la supervivencia de los individuos y también la persistencia de los grupos sociales en algunas especies. Esto sólo es posible si los organismos sobreviven para sí mismos y también los organismos hacen posible la continuidad de los grupos por algún tipo de ventaja para el individuo en función con la existencia del grupo. Dicho antagonismo en términos de las relaciones humanas los llamamos egoísmo vs altruismo. Los organismos así calificados deben elegir entre su propia supervivencia; egoísmo y la supervivencia del grupo; altruismo.

Lo más importante ahora es que ambas son evolutivamente posibles y hereditariamente pueden ser parte del proceso evolutivo. Si hay dos procesos antagónicos la continuidad del grupo y la primaria supervivencia del individuo deben poseer un fenómeno o mecanismo de conciliación. Propongo que es la cultura, como un estado emergente distinto del biológico, la responsable de la conciliación entre el individualismo por la supervivencia y la continuidad del grupo. La cultura establece la relación entre lo puramente biológico de la supervivencia individual con lo particular y distintivo de la supervivencia del grupo más allá de lo individual. Donde ambos fenómenos (individual y social) han sido evolutivamente importantes, pero en cuya dinámica de continuidad no ha estado a cargo de cada uno de ellos, sino de la relación biocultural que se estableció.

El principal fenómeno biocultural de conciliación es la lengua y su adquisición. La lengua propicia la institución de reglas y la construcción de una mente como sistema biocultural. Por ello los individuos continúan buscando su supervivencia diferencial, bajo el sistema de reglas que asegura la existencia y continuidad del grupo. Evolución gradual o puntuada en el proceso biocultural.

¿Cuál es la solución, gradualismo o equilibrios puntuados en la evolución biocultural? Por la característica biocultural la hipótesis propicia es suponer ambos tipos de ritmo evolutivo. Existe una gama de ritmos de cambio, bien se puede existir una evolución acelerada por la cultura que coincide con los equilibrios puntuados. También el cambio gradual que se señala en la estasis morfológica. Es decir, un amplio panorama de ritmos de cambio resultan de la emergencia de lo biocultural.

La biocultura

Si la antropología tiene un principio general alrededor del cual se puede comprender la naturaleza social por medio de la actividad cultural es la triplicidad del don. Llamo naturaleza social porque, como se presentó, los humanos somos ancestralmente sociales y eso significa que nuestra sociabilidad es hereditaria y procede de la historia evolutiva de nuestra especie. La triplicidad del don es la obligatoriedad simbólica, la reciprocidad y el carácter sintético del don. Al dar, el individuo establece una alianza que obliga al otro a recibir (mientras no se quiera derivar en un conflicto o confrontación), el que recibe se ve requerido a retribuir, esto es un nuevo dar, por lo cual el ciclo se cierra y se abre al mismo tiempo. Constituyéndose así un ciclo imparable del don. Todo ello ocurre porque los seres sociales requerimos de los otros. Los seres humanos no se hacen en aislamiento. El vínculo requerido se manifiesta en la obligatoriedad del don. Lo hace como un fenómeno cultural y lo hace fundamento de la biocultura. Porque la herencia biológica se hace herencia cultural. La explicación, validación, valoración y educación de la importancia del don hacen de la herencia cultura y de nuestra especie ser biocultural. Mantiene sus requisitos, necesidades y determinaciones biológicas por medio de las obligaciones, posibilidades y variaciones culturales que los preservan.

Defiendo éste punto bajo el supuesto de la selección natural de la sociabilidad, los fenómenos que incluyen como la educación o la crianza infantil son productos necesarios. Si como consecuencia hay biocultura, según propongo, entonces el proceso biocultural está cimentado.

Es fundamental esta observación acerca del don pues establece el dinamismo de las interacciones sociales que se pueden integrar en la propuesta aquí defendida de la evolución biocultural de nuestro linaje. Las características humanas son susceptibles de ser influidas y definidas dentro de los parámetros de la cultura, pues ésta es más dinámica y determinista por sus fundamentos y reglas. Así la biología se ve culturizada.

Por su parte la cultura posee la dinámica que el sistema nervioso homínido le ha permitido desarrollar. Aún cuando la cultura emerja como el ámbito de la creatividad, posee los límites que los seres vivos, nosotros, le otorgamos al ser humanos. Lo imposible está en lo impensable porque no somos capaces de pensarlo para hacerlo. Antes de la que Pfeiffer llamó la explosión creativa (Pfeiffer, 1986), la selección natural estuvo directamente actuando sobre la supervivencia diferencial. Con el desarrollo de los sistemas simbólicos la supervivencia tiene la misma importancia que la supervivencia cultural basada en signos. La supervivencia basada en signos sustituye a la biológica por lo que se ha llamado selección cultural. Según Harris en la selección cultural “el éxito reproductor no sirve como pulsión o apetito de selección cultural” (Harris, 1995: 120). En cambio “funciona conservando o propagando la conducta y los pensamientos que con mayor eficacia satisfagan las exigencias y potencialidades biológicas de los individuos de un grupo” (Harris, 1995: 119). La relevancia de la cultura se evalúa en función directa con las posibilidades de ese sistema y los límites que establece. Este fenómeno es al cual llamo la biocultura, pero en concreto y como proceso evolutivo es el fenómeno biocultural.

En consecuencia tenemos tres aspectos esenciales para la evolución biocultural: 1. Características hereditarias que hacen posible el carácter cultural y que son positivamente seleccionadas para mantenerse en la población. El factor de sociabilidad propuesto. 2. Características culturales que sirven al grupo y no se eliminan pues habría que eliminarlas en cada uno de los individuos. Lo cual significa un costo demasiado alto para la selección. Esto es el proceso de enseñanza-aprendizaje y las reglas culturales. 3. Características que posteriormente pueden ser cooptadas para usos culturales. El sistema de transmisión que con el uso de signos propicia la adquisición de la lengua donde el ser humano es un sistema biocultural de percepción y comprensión del mundo.

El lenguaje como “ad”-aptación biocultural

Se ha trazado el proceso filogenético hipotético para el proceso biocultural que caracteriza a nuestra especie. Como se ha visto son fundamentales la herencia biológica, su expresión en los grupos sociales, en estos últimos un estado emergente que es el proceso de enseñanza-aprendizaje que hace posible la permanencia de la cultura y su papel determinante en la evolución humana. Ahora bien, cada uno de los elementos y procesos antes dichos parecen verse reunidos con una asombrosa precisión en la evolución del lenguaje y con mayor detalle en el proceso de adquisición de la lengua por los infantes. Por lo cual es fundamental presentar dicho fenómeno de desarrollo infantil que ejemplifica el proceso evolutivo de nuestra especie biocultural.

Aquí se sugiere que el concepto adaptación debe ser dividido en varios términos, útil cada uno en descripciones de distintos fenómenos aptativos. Se fundamenta en el desarrollo de la lengua por considerarlo primordial del proceso de selección del lenguaje en nuestra especie o nuestros ancestros. La propuesta reformula la idea de Gould y Vrba que han explicado la utilidad de la redefinición y especificación del término adaptación (Gould y Vrba 1982). La adaptación ha de ser denominada en general como aptación para referir a la capacidad de los organismos de responder al ambiente en el cual viven de manera que puedan supervivir y dejar descendencia en el mejor de los casos, es decir, se hacen aptos.

La aptación se puede dividir en dos grandes grupos. El primero de ellos incluye a los proceso a largo plazo, es decir, aquellos que ocurren en una escala geológica o del ciclo de vida de la especie. El segundo grupo son los que suceden en una escala temporal del ciclo de vida del individuo. Los propios de la escala geológica son: adaptación (carácter o fenómeno que es producto de la selección natural y cuya carencia merma la supervivencia de los organismos) y exaptación (carácter o fenómeno que no necesariamente es resultado de la selección natural, es una producto secundario de la selección positiva sobre algún otro carácter y se hereda como un by-product, producto colateral necesario, pero tiene una función relevante en la supervivencia diferencial). En la escala del ciclo de vida humano tendremos a la aclimatación y la tolerancia-reordenamiento. El término aclimatación en ecología permite comprender por qué en ambientes distintos una misma especie desarrolla distintas formas. El término es sumamente útil para hablar de las transformaciones derivadas de la cultura en la adquisición de la lengua. Ya que la aclimatación se refiere a un estado permanente en la constitución del individuo. Puede también sugerirse utilizar constitución como sinónimo para lo que explicamos como aclimatación, lo cual permite referirnos al desarrollo infantil como una construcción (Mandler, 1992). En adquisición es la mejor manera de referir a las particularidades de adquirir una lengua. Por tolerancia-reordenamiento podemos comprender la capacidad de soportar, por periodos de tiempo que van desde instantes hasta años, fenómenos de la vida humana. Esa tolerancia genera cambios con persistencia variable que son perceptibles en la conducta de los individuos. Durante el desarrollo de la lengua hay momentos y hechos de aprendizaje guiado que los infantes reciben, éstos pueden mantenerse temporalmente o de manera permanente. Las constantes correcciones que hacen los padres en la primera infancia son ejemplo de lo primero y la lengua escrita un ejemplo de las permanentes (Zavala, 2010a).

Se ha propuesto que el lenguaje es una exaptación. Eso quiere decir que surge como un producto secundario de la selección de otra u otras características. Se sugiere que los elementos adaptativos como el sistema respiratorio y parte del aparato digestivo hacen que boca, labios, dientes, nariz, esófago, tráquea, cuerdas vocales, permitan que el aire se dinamice en estas regiones, y que de manera secundaria funcionen para producir sonidos con valor comunicativo.

Esta misma argumentación sirve para calificar de adaptación al proceso que posteriormente hizo del lenguaje el sistema primordial de la comunicación humana. Porque la exaptación se hereda en los descendientes que adquiere en ellos el valor aptativo para calificarla de adaptación. Para llegar de la tolerancia-reordenamiento hasta la adaptación debemos anexar esta explicación aptativa a la hipótesis filogenética del proceso biocultural.

En un primer momento, una vez establecida la cultura como elemento secundario, los infantes viven este nuevo nicho para su desarrollo (Odling-Smee, 2010). En posteriores generaciones efectivamente se muestran aclimatados y adquieren la lengua que funciona como proceso selectivo de su constitución lingüística. Finalmente esto que ha aparecido evolutivamente como una exaptación es indispensable para la sobrevivencia, la selección del tipo cultural ha establecido su importancia y podemos reconocer el carácter adaptativo de la construcción lingüística de los infantes en los entornos, nichos, culturales.

La preservación del lenguaje en nuestra especie sólo es posible por un grado de adaptación. ¿Cómo tenemos un fenómeno biocultural en la adquisición de la lengua? El proceso señala el papel principal de la ontogenia sobre el constructo teórico de la teoría evolutiva.

El primer paso está en reconocer a la variabilidad heredable como la ontogenia, al ser éste proceso del desarrollo infantil el que presenta la expresión diferencial del sistema de información para el desarrollo del organismo (Maynard Smith, 2000). La ontogenia como variabilidad heredable establece las rutas por las que transita el desarrollo del organismo por la selección interna, es decir, el orden para la integración de las partes del organismo en determinado ambiente (Caponi 2008). En éste caso se da la estructuración del sistema para la adquisición de una lengua. El desarrollo se establece por la interacción modular (Maynard Smith, 2000) que lleva al nacimiento de un ser humano.

El siguiente paso es la acción de la selección ontogénica (Catina, 2001), reconocemos este proceso en la socialización y educación infantil que hace del infante un individuo que se rige por las reglas del grupo cultural y sobre el cual actúa el sistema social señalando el modo de su acción en el mundo. La selección ontogénica conduce al infante hasta la etapa reproductiva. En el transcurso se incluye el proceso de adquisición de la lengua como efecto palpable de la selección ontogénica representada por el ambiente lingüístico y social.

En este punto es donde se incluye la posibilidad de creación de la filogenia por la ontogenia, es la fase del ciclo de vida en la cual puede actuar la selección natural (Darwin, 1872).

El paso que sigue como consecuencia es la reproducción diferencial, los organismos que dejan mayor descendencia le heredan el proceso ontogénico y filogenético del cual son parte, centrándonos aquí en la adquisición de la lengua. Esta herencia histórica supone la genética de la capacidad para adquirir una lengua, la epigenética de transformación ontogénica del sistema nervioso para el uso del sistema de signos de una lengua en particular, la conductual lingüística y la simbólica para la competencia lingüística y comunicativa en el mundo de una red de significados (Jablonka y Lamb, 2005).

El resultado es un ser biocultural por su ontogenia que crea la filogenia en el proceso evolutivo de la herencia en cuatro dimensiones. El sentido biocultural de la adquisición de la lengua La dinámica que guía al proceso biocultural es precisamente la confluencia de la biología y la cultura. El carácter emergente es algo que ni lo biológico, ni la cultura poseen en sí mismos ni por separado.

Así tenemos que en nuestra especie la base biológica, cognitiva para desarrollar una lengua, no se desarrolla sin el estímulo una lengua. Los infantes que no se ven expuestos al lenguaje son incapaces para desarrollar sus facultades comunicativas en plenitud. La lengua, como sistema de comunicación, es tan natural para la forma adecuada de vida de nuestra especie que sin ella somos unos lisiados (Midgley, 1989).

Tampoco hay duda que el sistema nervioso central es el encargado de capacitar a nuestra especie para desarrollar una lengua. Los ejemplos de afasias comprueban que daños precisos en regiones del cerebro incapacitan a los individuos con esas patologías para percibir u organizar una lengua claramente definida. La base biológica es tan profunda que resulta inaccesible al control consciente cuando hay un daño. Por ejemplo; un joven de aproximadamente 20 años quien después de una lesión por un choque automovilístico es incapaz de organizar las palabras en secuencias sintácticamente adecuadas. Su daño es muy específico y debido a su preparación intelectual, es capaz de comprender qué le pasa, pero no puede producir un habla sintácticamente adecuada como el su estado previo al accidente.

Evolutivamente vemos que la forma antecede a la función y hace posible el valor funcional de la forma así como de su transformación. Aquí se tiene el punto primordial para integrar el desarrollo de la lengua. En biología evolutiva la biología evolutiva del desarrollo, evo-devo (del inglés evolutionary development biology), asegura que la forma define las posibilidades de la funcionalidad. En nuestra especie la forma para producir sonidos y comprender su carga de significado hicieron posible el desarrollo del lenguaje y las lenguas en particular. Durante el desarrollo infantil sucede éste proceso.

En los primeros años de vida el desarrollo infantil va acompañado del desarrollo de su capacidad para comunicarse. Todo desde el punto de vista biológico, desde el punto de vista biocultural la ontogenia tiene como causal epigenético a la lengua que hace funcional a la estructura para la adquisición de la lengua. Unificadas la biología homínida con la facultad cultural emergen con un nuevo sistema que es la lengua. Este nuevo sistema posee características propias y que no presentan cada uno de los constituyentes por separado.

En primer lugar la capacidad de comunicar por signos, signos que pueden ser arbitrarios en diverso grado, como índices, íconos y símbolos. Puede usarse un número limitado de elementos para generar cadenas sintácticas infinitas, así como cascadas paradigmáticas de variación en sus elementos. Se pueden describir eventos en temporalidades diversas. Es posible inventar, mentir, engañar. Es decir, es posible crear mundos paralelos o mundos posibles mediante la lengua. La posibilidad de combinar constituyentes y asignar significados antes del lenguaje no existe en lo biológico, sino en la reunión de la base cognitiva con la emergencia cultural. Planteemos la hipótesis de que la llegada a esta unificación de la biología y la cultura procede de la selección que sobre la forma se dio en el desarrollo infantil. Comenzando con una exaptación que sería el origen de la morfología para la lengua hasta su carácter adaptativo para la comunicación. Por eso la ontogenia del desarrollo lingüístico es la causa de la filogenia lingüística de nuestro linaje.

La biología para la capacidad simbólica está unificada con la cultura para cuando aparecen en la historia evolutiva los H. sapiens. Esta especie tiene un desarrollo infantil muy extenso. Durante ese periodo el sistema nervioso adquiere un desarrollo pleno. De igual manera los elementos corporales que participan en la producción de una lengua. Lo que debió ocurrir es que sobre la forma para producir sonidos se desarrolle la facultad para el uso de signos en un contexto social. Como la base biocultural o de interacción biológico-cultural, unificada ha evolucionado por un millón de años por lo menos, ahora sólo se agrega el aspecto del desarrollo simbólico como emergencia que sintetiza los dos aspectos. Eso es lo que vemos durante el desarrollo infantil, la facultad para adquirir la lengua la poseen todos los infantes, pero la deben desarrollar en su entorno comunicativo.

Cuando el infante está en el vientre materno es capaz de reconocer sonidos de la lengua. No se sabe si los fetos discriminan con precisión los sonidos, pero parece tener una preferencia por ciertos tonos, como el de la madre. Eso quiere decir que en el más pleno desarrollo biológico, la cultura del lenguaje ya tiene cierta influencia en el desarrollo. En muchos casos los infantes tienen nombre desde el vientre o un tipo de denominación que no deja de ser una influencia lingüística (Karmiloff y Karmiloff-Smith, 2001). En un principio los infantes producen sonidos con el sentido biológico de llamar la atención de los padres (Tervarthen, 2010). Lo cual es indispensable durante una especie con una infancia tan larga y exigente de cuidados maternos (Carmichael, 1978). Estos fenómenos en el desarrollo infantil nos muestran la oposición que nos ha servido de mecanismo para la evolución biocultural; aquella entre las necesidades individuales y sociales que se resuelven por medio de la cultura que media, en este caso la lengua.

Al nacer los infantes son capaces de reconocer entre los sonidos aquellos que son propios de la lengua, por si fuera poco identifican la diversidad de sonidos de las múltiples lenguas. Esta capacidad es específica de la especie, conforme el desarrollo llegan a controlar su conducta prefiriendo más unos sonidos que otros (Fernald, 1985). Posteriormente sólo son capaces de distinguir aquellos sonidos que son pertinentes para los fines comunicativos de su lengua materna. Eso quiere decir que la influencia cultural sobre el desarrollo de la lengua está teniendo efecto. Concretamente, la biología se ve ligada a la cultura y cuando un infante crece y hace uso de su lengua manifiesta unificadas las anteriores interacciones y la integración entre la biología y la cultura simbólica.

Los infantes son capaces de identificar palabras en los continuos del discurso. Como en español la derivación paradigmática muestra una variedad en las conjugaciones, se ha sugerido que los infantes son capaces de identificar los significados de la palabra por su parte final (Alva, 2007). Esta característica del español, como la cultura simbólica, hace que los infantes adquieran ese corpus de palabras con relativa facilidad. En el caso del inglés sus diferencias en derivaciones son sólo evidentes en la terminación del tiempo pasado. Los infantes anglo parlantes requieren más tiempo para adquirir la complejidad propia de su lengua. En comparación con sistemas de flexión verbal como es español, el polaco y el italiano (Pye, 2001).

En cuanto a la sintaxis Chomsky (Hauser et al., 2002, Fitch et al., 2005) ha propuesto que poseemos un LAD, language acquisition device o “herramienta para la adquisición del lenguaje”, que establece una serie de principios comunes a todas las gramáticas. Son los principios de una gramática universal. Esos principios se desarrollan de acuerdo a los límites característicos de cada gramática o lengua, sus parámetros. La propuesta asume que el LAD es innato y por lo tanto los principios deben serlo. Por su parte los parámetros son propios de cada lengua. La sintaxis muestra la unificación de los principios biológicos y los parámetros culturales a partir del desarrollo de la facultad para la lengua que tiene como entorno en su desarrollo una cultura lingüística.

Quienes no están de acuerdo con esta postura, precisamente sugieren que el papel de la interacción social es aún más relevante. Para Tomasello el proceso de desarrollo hace posible un núcleo canónico de una gramática infantil, genera un alto nivel idiosincrático propio de cada lengua y una gama de variaciones intermedias entre una gramática propia del desarrollo infantil y la gramática adulta. El punto medular de su propuesta está contenido en el título de su obra, esto es; el uso constituye la fuente primordial del desarrollo del lenguaje (Tomasello, 2003). El uso es la consecuencia, la causa está en la forma que puede tener el desarrollo infantil en el entorno sociolingüístico.

La propuesta biocultural que se ha argumentado nos explica cómo lo individual y lo social confluyen, en tanto la cultura hace posible su coherencia. Es por ello que la propuesta de Chomsky et al. y la de Tomasello pueden coincidir si lo vemos desde la perspectiva de la evolución biocultural. Las necesidades del desarrollo individual se ven junto a las opciones sociales que derivan en una lengua que hace coherente la relación entre lo individual y lo social, la facultad y su modo de empleo.

Cecilia Rojas ha identificado la importancia de la pragmática en la generación de preguntas. El uso de palabras interrogativas tiene las funciones de la expresión discursiva y directiva, y sólo en una etapa posterior para solicitar información. Eso se explica como una gradual expansión de los dominios de referencia de los infantes. Dominios sobre los cuales pueden tener un acto directivo (Rojas, 2001). El proceso habla de la complejización en la que deriva el proceso biocultural del desarrollo del lenguaje. Los infantes se encuentran ante novedades comunicativas y va resolviéndolas con su facultad biocultural para el lenguaje que se está desarrollando.

Aquí se puede ligar la pragmática, el uso de la lengua, con la semántica. Generalmente se deja a la semántica al final dando la impresión de que es lo último y como se podrá ver no es así. El significado es propio desde la identificación del valor comunicativo de los sonidos hasta el discurso. El desarrollo del significado todavía está poco estudiado en comparación con lo fonológico, lo morfológico y lo sintáctico expuestos. Desde luego que hay propuestas como que la composición semántica determina el desarrollo de la morfología verbal. Con lo que ligamos la semántica cultural con el desarrollo morfológico biocultural. Finalmente, aprender la importancia semántica de los ordenes de las oraciones (Sujeto-Verbo-Objeto, en sus combinaciones OVS, VSO, VOS, SOV, OSV) muestra la injerencia de la cultura en el desarrollo biocultural con valor semántico.

Lo mencionado hasta aquí se consideraba que abarcaba el proceso de adquisición hasta aproximadamente los cinco años de edad. Actualmente se sabe que a los 12 años el proceso todavía tiene remanentes y en cuanto a la cantidad de léxico podemos aprenderlo a lo largo de toda la vida. Hay transformaciones sumamente importantes en cuanto al uso de la lengua a lo largo de la infancia. Por ejemplo, hay una estructuración más consciente del discurso hacia el principio de la adolescencia (Barriga, 2002). Eso quiere decir que el proceso de la ontogenia biocultural abarca todo el ciclo de vida.

Lo que observamos a lo largo de desarrollo de la lengua es cómo se ven ligados el desarrollo biológico del individuo con la influencia de cada cultura sobre él. No existe uno sin el otro para hacer posible la adquisición de la lengua. En consecuencia se evidencia como un proceso biocultural en los términos establecidos en éste trabajo, donde la ontogenia en cada ciclo de vida recuerda su valor en el proceso filogenético de la emergencia biocultural.

La adquisición de la lengua en la infancia es un ejemplo claramente definido de un proceso biocultural. El lenguaje humano existe en la medida en la cual: 1. El desarrollo biológico puede verse influido por la cultura, 2. La cultura simbólica sostenida por lo biológico, y 3. En realidad existe un único proceso biocultural general para el desarrollo de la lengua.

Conclusiones

En este trabajo se ha planteado ¿Qué es un proceso biocultural? por la explicación tanto de la biología culturalizada del don, como del proceso del desarrollo de la lengua. Se buscó contestar a; ¿Por qué algunos procesos de nuestra especie poseen el carácter de biocultural? Por lo cual podemos afirmar; el largo proceso de evolución de nuestros ancestros sociales han tenido en la cultura el mecanismo para la sobrevivencia diferencial que soluciona las necesidades individuales de supervivencia y las sociales por la continuidad. El proceso del desarrollo de la lengua nos muestra cómo su adquisición es un proceso biocultural donde se establece la intima e ineludible relación entre lo biológico y lo cultural. El resultado es la emergencia de la lengua como una nueva función para la interacción comunicativa. Al argumentar el mecanismo de evolución biocultural podemos reconocer que la lengua es parte de la cultura que hace posible la unidad de las necesidades sociales e individuales unificadas para la sobrevivencia de los individuos y la continuidad del grupo. Con lo cual tenemos el proceso biocultural de adquisición de la lengua.

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