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Conocer y comprender el funcionamiento de la mente, de los mecanismos que determinan los sentimientos, pensamientos y conductas ha sido históricamente una de las grandes aspiraciones del ser humano. Pese a todos los esfuerzos realizados en ese sentido, aún hoy, en los comienzos de un nuevo siglo, sólo hemos alcanzado pequeñas aproximaciones, sin que hayamos resuelto los grandes enigmas de nuestra psique. Seguimos siendo unos desconocidos para nosotros mismos, seres imprevisibles capaces de los más grandes logros pero también de los más terribles actos.

En el continuo que media entre uno y otro extremo millones de seres sentimos, pensamos y actuamos sin saber cómo ni por qué. Esta incertidumbre nos corroe, y para no ceder a ella hacemos lo imposible por explicarlo todo; nos armamos de una coherencia a la que por compromiso colectivo llamamos «verdad», y es a través del cristal de esa verdad subjetiva que percibimos la realidad: la realidad del mundo, la nuestra y la de los demás. Pero somos incapaces de no fragmentar y parcelar esa realidad; así, hemos alcanzado un alto nivel en distintas áreas de conocimiento, pero no la comprensión de dicha realidad; porque el conocimiento ha seguido una línea de progresión cuantitativa y la comprensión requiere de un cambio cualitativo en la manera de sentir, pensar y actuar. La Psicología se ha desarrollado lastrada por los mismos errores que las demás ciencias; la escisión del objeto de estudio devino en múltiples perspectivas teóricas abocadas a un abordaje fragmentado y parcial del ser humano. La Psicología ha acumulado conocimientos, pero no ha llegado a comprender al ser humano. Seguimos siendo unos desconocidos para nosotros mismos.

El histórico desafío sigue vigente, y debemos asumirlo con imaginación y creatividad. Ya no nos sirve una manera de pensar parcializadora y reduccionista, una manera de pensar simplista al fin y al cabo; la realidad es compleja, porque todos sus elementos interaccionan permanentemente unos con otros y no hay ningún aspecto de la misma que no esté de alguna manera y en alguna medida relacionado con los demás. Los seres humanos, como parte de esa realidad, somos también complejos, y nuestro funcionamiento psicológico depende de múltiples factores que están íntimamente interrelacionados; factores que no sólo se vinculan a los aspectos individuales, sino a los innumerables elementos que configuran el universo en el que vivimos. No podemos abordar el estudio de cualquiera de estos elementos por separado sin relacionarlos con los demás. Así, un profundo conocimiento que nos lleve a la comprensión del funcionamiento de la mente humana requiere como condición necesaria un abordaje interdisciplinar que dé cuenta de su enorme complejidad y riqueza.

Así como otro mundo y otra sociedad son posibles, también otra Psicología es posible; una Psicología centrada en las necesidades y padecimientos del ser humano, capaz de proporcionar a las personas instrumentos que le permitan conocerse a sí mismas y permitan el pleno desarrollo de los potenciales individuales, el fortalecimiento de las capacidades creativas y de una conciencia crítica que derive en aspiraciones de un verdadero cambio que favorezca la modificación de los aspectos negativos del medio como único camino para alcanzar el pleno desarrollo y la felicidad.

Lamentablemente, gran parte de la Psicología actual considera que el alivio o la cura de los trastornos psicológicos se logran favoreciendo la adaptación de los individuos al medio, olvidando que esta adaptación conlleva en muchos casos una sumisión a la mediocridad, renunciar a las expectativas de cambio y traicionar las aspiraciones de realización y bienestar, tanto individual como colectivo.

Lejos de etiquetar y clasificar a las personas en categorías patológicas, lo cual en el fondo promueve y facilita la discriminación, la marginación y la sumisión de las personas al orden establecido, en muchos casos injusto, la Psicología debería atacar frontalmente los aspectos que determinan o contribuyen a la aparición de la enfermedad mental, sin ambigüedades y sin servilismos ideológicos o institucionales, tanto desde el ámbito teórico y de la investigación como desde el punto de vista aplicado.

Se calcula que entre un diez y un quince por ciento de la población mundial sufre trastornos que deben o deberían requerir la atención de un profesional. Un número mayor de personas sufre depresiones leves o moderadas, ansiedad u otro tipo de trastornos emocionales, a lo cual se deben sumar los efectos producidos por el consumo de alcohol y otras drogas, la incidencia de enfermedades tradicionales y otras nuevas como el SIDA, así como los terribles efectos de una sociedad caracterizada por: la prevalencia de valores mercantilistas, competitivos y agresivos; la mayor importancia dada al «tener» en detrimento del «ser»; el consumismo desenfrenado; el individualismo insolidario; la reducción de la calidad del medio ambiente o su destrucción; el crecimiento de las diferencias entre países desarrollados y en vías de desarrollo; el aumento de las diferencias entre los ingresos económicos y las clases sociales; el incremento de la pobreza, el hambre y la enfermedad en el mundo; la inestabilidad laboral; la desocupación; la discriminación y la marginación; la inseguridad permanente en todos los aspectos de la vida, ya sea a nivel personal como colectivo; la prevalencia en todos los ámbitos de la solución no dialogada de los problemas; las amenazas contra el entendimiento y la paz; los conflictos bélicos, etc.

En un momento de reestructuración del capitalismo (conocido por el eufemismo de crisis económica) todos estos problemas se ven agudizados y multiplicados, lanzando a millones de personas al abismo de la incertidumbre vital y, por consiguiente, al desequilibrio psicológico. Si la Psicología se queda cruzada de brazos, contemplando impávidamente lo que ocurre a su alrededor, como una disciplina que nada tiene que ver con los problemas cada vez más acuciantes de las personas y de la sociedad, sin intervenir activa y decididamente en todos los ámbitos a fin de difundir un mensaje claro y orientar decisiones, equivocará el camino y perderá la oportunidad de convertirse en una ciencia capaz de promover en el mundo imprescindibles transformaciones.

Hemos creado epsys como parte de un proyecto cuya aspiración es contribuir a que la Psicología adopte una posición clara y comprometida. Nuestro propósito es que desde la Psicología, y junto con otras disciplinas, se abra un foro de permanente debate e intercambio de ideas en el que tengan cabida sin exclusiones todas las tendencias y opiniones a fin de desarrollar un ámbito de colaboración conjunta en el largo camino de construcción del conocimiento y promoción de la cultura, y como instrumento de cambio. Pensamos que es uno de los muchos senderos que pueden favorecer una nueva manera de ver el mundo y sus fenómenos y de alcanzar una comprensión más amplia y profunda de la realidad para poder transformarla. Nos gustaría que esos caminos apenas esbozados tomaran formas claras, convergieran y se enriquecieran con aportaciones recíprocas. Quizás de este modo al fin empecemos a conocernos y nos sea dada la posibilidad de sentar las bases de una civilización cualitativamente superior en la que podamos vivir en paz y armonía con nosotros mismos y con nuestros semejantes, y con el universo del cual formamos parte inseparable.

Tal vez sea esta una aspiración desmesurada, pero creemos que merece la pena intentarlo. Por eso os invitamos a participar en esta apasionante aventura.

Coherente con estos principios, epsys permanece abierta a todos/as quienes quieran colaborar con sus artículos, ideas y opiniones.

También son posibles otros modos de colaboración, como por ejemplo traducciones, correcciones, búsqueda y actualización de contenidos de nuestra Web, etc. epsys está abierta a todas las propuestas de colaboración que los/as usuarios/as realicen.