Globalización ideológica e ideología de la globalización

Raúl Prada Alcoreza
Filósofo, sociólogo y escritor [1]
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Desde hace un tiempo se ha venido hablando mucho de globalización. Quizás desde la década de los ochenta con mucha asiduidad; a pesar que, ciertamente, la mundialización se da desde la conquista y colonización del quinto continente, desconocido hasta entonces, de Abya Yala, por parte de Europa. Se han formado como dos bandos; claro que hay más; empero, nos quedaremos con estos dos, por sus contrastes, dejando las otras interpretaciones, que son, en todo caso, menores. Lo hacemos para exponer el problema, considerando sus extremos, por así decirlo. Los unos, ven en la globalización un evento positivo; otros ven, mas bien, un evento negativo. De alguna manera, son conocidas estas posiciones y tendencias opuestas; no creemos necesario entrar en detalles y evaluarlas detalladamente, de acuerdo a sus variantes. En todo caso, ya expusimos el debate en otros escritos [2]. Suponiendo que se tiene una idea, aunque vaga o, si se quiere, general, del debate, los que interesa, ahora, es preguntarse sobre lo que se significa cuando se habla de globalización; se esté a favor o en contra.

Los que se inclinan por la positividad de la globalización, consideran que, este proceso de mundialización, beneficia a las sociedades, países y Estado; los que se inclinan por la negatividad de la globalización, consideran que destruye a las sociedades, a la cohesión, a las culturas, a la autonomía de las sociedades, a la soberanía de los Estado-nación. En los ensayos que difundimos, sobre todo, desde el 2010, hicimos la crítica a lo que llamábamos la globalización privatizadora, acercándola a la expansión planetaria del proyecto neoliberal, optando, en contraposición, más bien, por una globalización social, colectiva, solidaria, complementaria y conformada por reciprocidades [2]. Bueno; empero, ahora, debemos preguntarnos: ¿Hay globalización efectivamente? A muchos esta pregunta les puede parecer ingenua o desubicada; sin embargo, es menester hacerlo, pues requerimos saber si esta globalización es “ideológica” o efectiva.

Aceptemos que la globalización se da institucionalmente; la ONU es una corroboración institucional planetaria que esto sucede. El mercado mundial, cada vez más integrado, es otra prueba que el fenómeno se da no solamente a escala mundial sino que afecta a las sociedades en el plano de intensidad económico. La cultura-mundo parece ser la otra evidencia; ahora en los imaginarios, incluso en los habitus, en las conductas y comportamientos. La lista puede ser más larga, dando ejemplos de que la globalización concurre. Sin embarga, todo lo que se presente como verificación, no hace otra cosa que mostrarnos las formas institucionales de la globalización, incluyendo ciertas tecnologías y políticas. Cuando se habla de efectividad se está pensando, mas bien, en la articulación integrada de las sociedades.

Para poder hablar de una globalización, en este sentido, es menester que las sociedades del mundo, distinguidas por países, por lenguas, culturas, incluso estados, se complementen; es decir, se cohesionen, incluso manteniendo sus diferencias. Sin embargo, esto no ocurre, pues las sociedades no se complementan; al contrario, compiten, para usar una palabra tan cara los neoliberales. Las economías guerrean, por así decirlo, unas contra otras. Concretamente, como dice Joseph E. Stiglitz [4], las recetas generales del FMI no han hecho otra cosa que beneficiar a los “países desarrollados” y afectar a los “países en desarrollo”. En pleno ciclo de crisis, obligó a la austeridad a estos países, “en desarrollo”, comprimiendo más su economía, además de empujarlos a privatizaciones; lo que terminaba de beneficiar a los “países desarrollados” y a las grandes empresas monopólicas. Puede ser que la balanza económica se haya equilibrado, en términos estadísticos; sin embargo, esto ocurrió a un costo muy alto para la sociedad. Los pobres aumentaron significativamente, las desigualdades se incrementaron abismalmente. Esto no es exactamente globalización o mundialización, como se quiera llamar; sino, mas bien, distinción, también diferenciación, por la magnitud de las desigualdades. La paradoja es la siguiente: cuando más institucionalmente se globaliza el mundo, es cuando las sociedades se hacen más desiguales, más distintas, sobre todo, en lo que respecta a los beneficios de la globalización.

Como se puede ver, no se trata de estar a favor o en contra de la globalización, ciertamente, reducida a los acuerdos institucionales, sino de contrastar esta tesis con lo que acaece en el mundo. Stiglitz también asume que hay globalización; empero, a diferencia de la burocracia del FMI y del BM, considera, que si bien, se notan aspectos positivos, en el balance, se puede observar que, al final de cuentas, es negativo. Empero, ¿hay efectivamente globalización? No hablamos de si se preservan o no la lenguas, las culturas, los condicionamientos histórico-culturales, sino de la integración de las sociedades, países, Estados, culturas; también, por supuesto, economías. No la hay. Entonces, como se puede hablar de globalización efectivamente.

Este es un buen ejemplo de lo que dijimos respecto de la gran diferencia entre el mundo de las representaciones y el mundo efectivo. Los que interpelan y critican la globalización, parecen solamente constatar las consecuencias destructivas; en contraste, los que hacen apología de la globalización, parecen solamente constatar las consecuencias constructivas. Empero, es menester preguntarse si este fenómeno tan mentado se da efectivamente.

Sacando consecuencias de lo que expone Stiglitz, podemos decir que, para que se dé efectivamente la globalización, las condiciones de vida deben ser equivalentes, aunque se preserven las diferencias culturales, las lenguas, los contextos sociales. No basta mostrar que los supermercados, los moles, son los mismos, son las mismas cadenas o parecidas, en todos los países. No basta mostrar que las clases medias tienden a consumir prácticamente lo mismo o parecido; no basta mostrar que ven los mismos programas, de las mismas producciones, en la televisión. No basta mostrar que las conductas y comportamientos, sobre todo, de las clases medias, tienden a parecerse cada vez más. Las sociedades no se reducen a estas características, las sociedades son complejas, son composiciones singulares; para poder hablar de globalización en sentido positivo, manteniendo este término, que no compartimos, lo hacemos por motivos de exposición, las sociedades deben de complementarse, articularse e integrarse, incluso, manteniendo du diversidad y heterogeneidad. Si, se diera el caso, que esto no ocurre, sino una globalización homogeneizante, también, la globalización se puede entender como modernización única, no heterogénea. Pero, no es así, no aconteció, ni ocurre esto.

Se entiende que la tesis de la globalización, ayuda a construir explicaciones manejables de las sociedades y sus problemáticas en el mundo. También se entiende que esta tesis ayuda a operar a los gobiernos, a los estados, a las organizaciones internacionales. Sin embargo, sobre todo por las consecuencias de lo que acaece con este supuesto de la globalización, debemos contrastar la tesis con las historias efectivas en el mundo, los países, los estados y las regiones. Si los resultados son, más bien, el aumento de las desigualdades; para decirlo, usando una figura tan reiterada; los ricos se hacen cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres; además, los pobres cada vez más son más numerosos. Sin hablar de otras diferenciaciones.

No hay, pues, tal globalización, sino, más bien, desintegración de las sociedades; paradójicamente, cuando aparentemente se comienzan a parecer. La globalización “ideológica” se da institucionalmente; son las instituciones las que cada vez se parecen más; son prácticamente lo mismo. Si se puede hablar de globalización, habría que decir que se trata de la globalización institucional; por lo tanto, de globalización no efectiva.

¿Qué es lo que hay? La proximidad de las sociedades, en el sentido del acortamiento de las distancias, debido al avance tecnológico, aunque unas produzcan la tecnología y otras consuman los efectos de la tecnología, debido a la velocidad de las comunicaciones, de los transportes, no las convierte en parte de una globalización. Las hace solamente próximas, como compartir un mundo, interpretaciones de ese mundo; consumiendo cosas parecidas, distinguiendo clases sociales. Las sociedades no es que sean diferentes no solo por su singularidad, sino porque no se han integrado, con todas las diferencias que puedan contener.

Por lo tanto, la globalización es una tesis “ideológica” que legitima tanto a las posiciones positivas de la globalización, así como las posiciones contrastadas. Paradójicamente, la tesis de la globalización coadyuva a multiplicar las separaciones. Se trata de entender, comprender y conocer lo que acaece efectivamente; si se logra un avance, en este sentido, se trata de transformar el mundo, vinculando a los pueblos, a partir de la complementariedad de sus singularidades.

Lo problemático de todo esto, es que mientras las instituciones, conciben que se da efectivamente la globalización; hasta pueden haber conformado mallas institucionales, que se conectan globalmente; el mundo efectivo se mueve en sus devenires, en los ciclos vitales, afectado, en sus planos de intensidad aislados, ocasionando la desintegración, la diseminación demoledora en las sociedades. Las organizaciones internacionales, los Estado-nación de las potencias “desarrolladas”, no dan chance a que los pueblos puedan deliberar, puedan sopesar, y actuar en consecuencia, en la perspectiva de las emancipaciones y liberaciones múltiples. Las organizaciones internacionales ya saben lo que se tiene que hacer; su recetario compartido por todos los países. En el lado opuesto, el pueblo, las sociedades alterativas, también saben lo que se quiere hacer.

Sabemos que no basta compartir luchas sociales, aliarse, comprometerse, ser solidarios; es urgente, a estas altura de la crisis múltiple de las sociedades, vincularse, conectarse, conocerse, en sus singularidades, es decir, en sus diferencias, complementándose. Ya no pueden ignorarse las sociedades; ignorancia que se da, a pesar de que estén informados, a pesar de que repiten ciertos rasgos que, aparentemente, les hace parecerse. Las sociedades tienen que compenetrarse respecto de sus singularidades; con estas comprensiones, integrar sus particulares en el mundo efectivo, dinamizado por las singularidades.

A pesar de su petulancia, de su seguridad engreída, las organizaciones internacionales, los Estado-nación, las representaciones, la “ideología”, los intelectuales, no pueden sostener efectivamente la tesis de la globalización, pues las sociedades no logran parecerse en lo que respecta a las condiciones de vida. Un mundo de las representaciones, que responde a la tesis de la globalización; un mundo del limbo, entre el mundo de las representaciones y el mundo efectivo; no es pues, un mundo globalizado, sino un mundo desarticulado, desintegrado, en crisis. Desintegración que se oculta y que se efectúa, paradójicamente presentada como mundialización.

¿Qué efecto tiene que las instituciones internacionales y nacionales crean en la globalización, si efectivamente, se produce otra cosa, la desintegración? Las sociedades se desarman; no pueden resolver los problemas que enfrentan. Si bien parece que las burguesías, sobre todo la híper-burguesía mundial logra prolongarse, aparentemente fortalecerse, lo que pasa no es un augurio de su permanencia tranquila; todo lo contrario. Es una marcha implacable al apocalipsis, por así decirlo, por el camino de la competencia, de la concurrencia, basados en la estrategia de las dominaciones. La híper-burguesía no tiene una estrategia de largo alcance; el imperio y los imperialismos que lo componen, no cuenta con una estrategia de largo cuelo, que le permita desenvolverse en el ciclo largo. Sólo tienen, en vez del conocimiento adecuado, de la comprensión de la complejidad, la pretensión de saberlo todo, basada en la pretensión de dominar el mundo, sustentada en el amor propio, en la autocomplacencia, y en el desprecio a los demás, que no conoce. No se da cuenta, que, si no se resuelven los grandes problemas heredados de la humanidad, no hay futuro para nadie.

Notas

[1] Raúl Prada Alcoreza. Filósofo, sociólogo y escritor boliviano. Profesor-investigador en la Universidad Mayor de San Andrés. Participa activamente en la política boliviana y en organizaciones y movimientos sociales. Es miembro de ‘Comuna’, colectivo vinculado a los movimientos sociales antisistémicos y a los movimientos descolonizadores de las naciones y pueblos indígenas y asesor de las organizaciones indígenas del CONAMAQ y del CIDOB. Se desempeñó como miembro de la Asamblea Constituyente boliviana de 2006-2007 y como viceministro de Planificación Estratégica del Ministerio de Economía y Finanzas.

[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.

[3] Ver de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización; también Descolonización y transición. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15.

[4] Ver de Joseph E. Stiglitz El malestar en la globalización. Debolsillo; Madrid 2015.

Por gentileza de Bolpress