La poliédrica realidad. Lacan

Mariano M. Constantino
Psicólogo, escritor y profesor de psicología
.

«Una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo».

Alejandra Pizarnik

El pensador, el escritor, el intelectual, es aquél ser que intenta de alguna forma abordar ese vitreaux que se le presenta ante sí, cierta Cosa, la realidad cual fuere, ob-jectum a estudiar. Recorte, construcción, proyección, objetivación… más allá de la posición o encuadre filosófico o político, siempre se da el caso «del Ser y el desafío».

Si repasamos un poco el conjunto de vertientes de pensamiento que aún poseen vigencia, descartando posturas teóricas expulsadas fuera del campo del saber (por poseer tintes racistas, ser antiéticas, falaces o simplemente inconducentes) notamos en principio que todo abordaje subjetivo que pretenda ser un modelo sostenible, hoy o de aquí en más, debe despojarse de todo anhelo simplista: la subjetividad, e incluso, la Cultura, obedece al orden de la «complejidad«. Por ejemplo, así como en Neurociencias la Frenología —si bien pueda atribuírsele algún mérito pionero en su idea eje de la localización espacial de ciertas funciones cerebrales— pertenece mayormente al mundo de lo anecdótico, las psicoterapias Naiff circulan lo mediático y a veces no llegan a tener anclaje por lo etéreo e incluso vertiginoso de su propuesta; ni hablar de su objetividad.

Esto último, lo «objetivo» de una actividad, es lo siguiente a tener en cuenta: la seriedad de un estudio radica en su no desentendimiento de los otros, en todas sus afirmaciones, en tanto se propone un camino aparejado a las convenciones. Esto, dicho de otro modo, sería lo que distingue la estructura de las teorías científicas a diferencia de las delirantes. Poéticamente, es lo que faltaría a esa caricatura de sistema filosófico deformado nombrada por Freud cuando se refería al pensamiento paranoico. Un ejemplo menos tierno sería el fundamento esotérico del nacional-socialismo de la Alemania de la primera mitad del siglo XX acerca del origen atlante de la superioridad de la raza aria.

Yendo hacia mi posición al respecto, me aficiono a la afirmación lacaniana de que el psicoanálisis es objetivo, pero no objetivable (evaluable, mensurable, etc.). Evidentemente Lacan no perdía de vista el surgimiento y desarrollo de la ciencia en la cultura Occidental, a saber: la ciencia como scientia (proveniente del verbo latín scire, «saber») donde lo considerable de la acepción está en la capacidad de captación de un acontecimiento y su relación con un esquema general producto de una decantación de la interacción de diversas ramas del saber. Esa pertenencia de ése evento singular a ese conjunto hace que él tenga consistencia y que otro no la tenga, y que entonces nos oriente sobre lo apropiado del método para abordarlo.

Entonces, si conscientia es la capacidad de saber, the unconscius es aquella dimensión de la realidad del Ente que implica ciertas leyes de abordaje que dejan por fuera toda pretensión de una ciencia de lo simple (comunicable, etc.), y por tanto de una amplia porción de perspectivas teóricas.

No es ociosa ni redundante la demarcación. Si bien un ordenamiento de las profesiones en la actualidad, con sus responsabilidades constitucionales, políticas, etc., es imprescindible, siempre que se generen distintos ámbitos para el disenso y la reinvención de nuevas posturas, empieza a perder peso la idea de toda posible clasificación de la subjetividad y su estudio, y de los genuinos y singulares intercambios sociales que emanan de ella, siempre en movimiento.

En resumen, el núcleo epistémico estaría en ciertas nociones universales del acontecer humano, pero admitiendo que en sí son vivenciadas en forma relativa y «singular» (a diferencia de «particular»), caso por caso, lo que nos advierte de claudicar de toda intención de generalismo.

Aún antes de toda historicidad, la originalidad de la obra de Lacan reside en la implementación de un método formal: me refiero a la matematización de la Realidad (ob-jectum).

Lejos de todo afán cientificista, que proponga un reduccionismo de la Naturaleza a la matemática moderna, y a desmedro de una terminología que mejor me permita transmitir la peculiaridad de la experiencia de análisis, digo que a una realidad (que desde Freud se ha oficializado en el discurso contemporáneo como «realidad psíquica») multidimensional, poliédrica en el sentido de la multiplicidad y proliferación de vivencias distintas como discursos haya, Lacan elabora una lógica de relaciones. Es que a una lectura engañosamente «fácil» de la obra de Freud, que resalte la energética propia de la época victoriana, le faltaría un factor, como a Da Vinci le ocurrió con sus máquinas de volar y el factor de rozamiento del aire: explicitar la estructura del discurso, de Saussure a nuestros días. Parece un mero dato el que expreso, si no se tiene en cuenta que a veces, en la práctica, al desentendernos de las relaciones lógicas (topológicas) del Sujeto, podemos llegar a una posición pre-psicoanalítica, más allá del deceso histórico de un autor. Tal materialidad es la de la lógica comprendida en éste escrito.

Que poseamos ciber-herramientas, virtualicemos nuestros intercambios y que fraccionemos y coticemos el tiempo del reloj quizá nos lleve a la ilusión de poder desglosar los sucesos sociales con razonamientos concientizables, con la creencia de que tal o cual aplicación dé por tierra de una vez por todas la vida pulsional inherente a toda conceptualización de la realidad. Francamente, que las obras artísticas, las idiosincrasias de los pueblos originarios y sus mitos, etc., se vean subyugadas a ser meras admisiones tolerantes que hace una sociedad en particular porque algo hay que hacer con la energía libre (o sea, no ligada a representación pre-consciente), es más una forma de hacer recircular dentro de las políticas de mercado las singularidades de los sujetos y los pueblos que aceptarlas como tales. Lamentablemente, una de las bisagras, a mi entender, de las articulaciones entre las costumbres de dominio y las presentaciones espontáneas del devenir de las sociedades está en el ámbito de quienes poseen el lugar de «sabios en la materia», o sea todo el conjunto comprendido por la aparatología profesional-rentable que dirigen el sentido de los discursos contorsionando los espacios en pro de la solvencia.

Lacan estaba advertido de ello, por lo cual transmitió sus seminarios en un estilo muy propio. Entiendo que sólo así es posible dar un estatuto a algo que posee sus propias leyes y que son leyes siempre distintas a un método explicativo que devenga en una reducción homoformizante de la realidad.

Entonces, el punto al que llegamos es que hay un accionar que emana de una visión ex céntrica (descentrada del Yo) del Sujeto, donde el relato del sueño revela verdades de una «noche boca arriba» (1), donde Newton convive con un suelo que siempre esta arriba y un cielo que está siempre abajo, donde a veces se entra afuera con Moebius, y donde la singular relación del Sujeto con el Goce hace que el «progreso» de un análisis, como enseña el psicoanalista argentino Antonio De Luca tenga fundamentalmente que ver con una creación poética del analizante. Algo que evidentemente, de acuerdo a lo que vamos diciendo, sólo se produce en transferencia, en la medida en que un autoanálisis o las terapias del Yo sólo hacen que el discurso caiga en saco roto y mantenga en pie una Nada psicotizante, y el trabajar del analizante en presencia a alguien que ocupe la posición de analista (la de deser) hace que el Sujeto del discurso se relacione a un vacío (vide), lo que genera la posibilidad de poner a dar vueltas al caballo en el picadero y de dar lugar a la dimensión deseante del Sujeto. Esto se patentiza a partir de intervenciones que Lacan nos legó como «escansiones» o cortes, que permiten que, ironía mediante, el analizante pase «de la miseria neurótica al infortunio de la vida», evitando por ende su mortificación.

Consecuentemente a las resistencias a vencer para llegar a tales convicciones, fue en la última etapa de la vida del autor donde más se trabajó esta dimensión, la de lo Real, el Sujeto y sus relaciones con el Goce, lo cual produjo, entre otras cosas, que el recorrido de un postrer investigador abocado a tales cuestiones se vea truncado si no admiten tales posibilidades lógicas, que implican incluso a otros marcos de estudio, incluso político-civiles.

En suma, así como en físico/química hay un principio fundamental según el cual todo cuerpo posee una estructura y toda estructura sus puntos, más allá de sus enlaces (2), quizá los desafíos de nuestra época sean dar cuenta de aquellos lados que a modo de sólido platónico esperan ser develados. Propongo que nuestro Norte sea el de la Ética del psicoanálisis, aquél legado de Jaques Lacan.

Notas

(1) La «lógica de las acciones», de un conocido cuento de Julio Cortázar.
(2) La «valencia y la estructura de átomos y moléculas», de Lewis.

Referencias bibliográficas

CORTÁZAR, J. (1993): ‘La noche boca arriba’. En Final del juego. Buenos Aires: Ed. Sudamericana.
FREUD, S. (1990): Totem y Tabú . Buenos Aires: Editorial Amorrortu. Tomo XIII.
GRAY, H. B.; HAIGHT, G. P. Jr. (1970): Principios Básicos de Química. Barcelona, Buenos Aires, México: Editorial Reverte.
LACAN, J. (2006): La angustia. Buenos Aires: Editorial Paidós..
LACAN, J. (1964/1965): ‘Problemas cruciales para el psicoanálisis’. Inédito. El Seminario, libro XII. Clase del 2 de Diciembre de 1964.