La red virtual

Yago Franco
Psicoanalista y escritor de textos psicoanalíticos y ensayos. Miembro titular del Colegio de Psicoanalistas de Argentina y director de MAGMA, grupo inspirado en la obra de Cornelius Castoriadis (www.magma-net.com.ar) y dedicado a la obra de dicho autor.


Sujetos a la red: en épocas de debilidad del mundo simbólico —con efectos observables en la evanescencia de las instituciones, los lazos, los saberes, los puntos de certeza— , la red de redes viene a ser un lugar de asimiento. Sujetos de la red: creación de una nueva subjetividad, que se conecta, desconecta, navega, surfea, googlea, se pierde y encuentra en recorridos rizomáticos, pierde consistencia junto con el mundo, y la vuelve a encontrar, fragmentaria y fugazmente, elusivamente. Lugar (¿?) de encuentros y pseudo encuentros; de realización de la omnipotencia de la psique: es decir, de un supuesto dominio de la realidad, de realización de lo ilimitado, de traslado mágico por países, paisajes, personas, saberes, goce sexual (¿pseudo goce, pseudo sexual?) garantizado.

Esto sucede como consecuencia de la presencia en la psique de los sujetos de una significación imaginaria que altera el lazo entre ellos, entre los ellos y la realidad, así como el funcionamiento de la psique misma.

Es oportuno recordar que previamente, durante el siglo XX, hubo otros inventos alrededor de significaciones hermanadas con la actual. Así ocurrió con el teléfono, la radio y la televisión, que ya generaban cierta virtualidad: se hablaba con alguien que no estaba allí, o se veía o escuchaba a sujetos que estaban en otro lugar, y se sentía como si allí estuvieran. Probablemente el correo postal, haya sido parte de esta cadena de virtualidades. Pero ninguna es igual a la otra. Si bien emergen muchas veces a partir de la anterior, implican una creación. Algo que no estaba previamente, está ahora. En el caso que nos ocupa se ha subrayado la existencia de una denominada realidad virtual ligada a lo digital, y la construcción de una red (social, se la adjetiva) en la que se intercambia (y esto es fundamental) información (bits) de un modo más abstracto que anteriormente: la red es virtual, podemos pensar entonces que es frágil, inasible, o asible de modo fragmentario. O no.

La realidad es virtual, lo virtual es la realidad

Porque esto nos acerca a la siguiente paradoja: nada hay nada más virtual que la realidad. La realidad es un producto del imaginario creador colectivo, es decir, que aquello que tomamos por realidad es socialmente instituido/creado: puede ser la realidad del mundo incaico, de las sociedades capitalistas, de la tribu de los watusi… Al mismo tiempo, y como consecuencia lógica, no hay nada que tenga más realidad que lo virtual porque la realidad humana es virtual. Es creación de sentido, no es algo que esté en la cosa en sí, no se desprende del mundo físico-químico. No hay mundo a secas que no sea sin sentido. El sentido —y para la psique humana nada existe si no tiene sentido— es creación, está impregnado, por lo tanto, de virtualidad. No hay realidad por más “objetiva” que sea, que no esté impregnada del mundo fantasmático del sujeto: es más, sin ese mundo sería casi algo no humano.

Podemos describir físicamente el cuarto de una casa, pero esa es la dimensión no humana de la misma, y en la que paradójicamente, coincidirían todos los sujetos. Sus dimensiones, la superficie, su volumen. Pero donde difícilmente coincidirían es en la creación fantasmática a partir de dicho cuarto. Da seguridad, o intranquilidad, es silencioso y por eso agradable, o su silencio es ominoso, en él se podrían vivir amores juveniles u otoñales…

Una aclaración: no se trata ni de denostar, ni de idealizar a esta tecnología, a la red, o a lo virtual. Entendamos que en tecnología no hay posibilidad de retroceso a una tecnología anterior.

Sociogénesis de lo virtual y las redes

Veamos ahora las condiciones sociales de creación de la realidad virtual y las redes, y también las características de la psique necesarias para que esto sea posible; es decir, la sociogénesis y la psicogénesis de lo virtual y las redes.

Para comenzar, la red excede a Internet: son los teléfonos celulares, la comunicación mediante sms, las diversas tarjetas con chips, la televisión y la radio, los gps, los ordenadores, laptops, tablets, etc., red en la que “el individuo es una terminal conectada”, según sostiene Daniel Cabrera [1]. También dice que las ideas de desarrollo y fin de las ideologías consolidaron el tecnologismo, postulando una nueva utopía: la comunicación. Así surge la sociedad de la información que pertenece a una matriz simbólica central de nuestra sociedad. “Que entrelaza comunicación, tecnología y futuro, y que tiene un origen conceptual en la cibernética y en la reorganización política de la mentalidad mercantil y gerencial” [2]. Entendamos lo siguiente: esta matriz simbólica es creada a partir de la significación capitalista que —al mismo tiempo— la refuerza transmitiéndola en actos, significaciones y afectos, abriendo múltiples sentidos que, como veremos, se apoyan en los más profundos estratos de la psique humana.

Estas significaciones están presentes y son transmitidas por “un conjunto heterogéneo de aparatos, instituciones y discursos que constituyen el núcleo del imaginario tecnocomunicacional” [3].

Bien señala Cabrera que las tecnologías de la información y la comunicación, forman a su vez un conjunto con las tecnologías de los nuevos materiales, la biotecnología y la genética.

Medios masivos de comunicación y red

Para Daniel Cabrera “en los productos de las estrategias de promoción (de todos estos instituidos, Y. F.) se pueden encontrar las “respuestas” de las empresas a los miedos y las esperanzas sociales auscultados previamente por técnicas especiales. Las estrategias de promoción responden desde el imaginario empresarial al imaginario percibido de la sociedad. Esta comunicación asimétrica constituye un importante espacio de registro de lo imaginario social por lo que se dice y lo que se calla, lo que se muestra y lo que se esconde…” (…) “en los discursos de los medios de comunicación y el marketing se encuentran las representaciones que estructuran, explícita e implícitamente, las creencias en torno de las ‘nuevas tecnologías’. De manera que los medios son vistos como productores de la realidad social y, por lo tanto, como fuente de legitimación e identidad” [4].

Así —quiero resaltar— las corporaciones de los medios de información pasan a ocupar un lugar-amo: la realidad es lo que ellas dicen como nunca lo fue antes en la historia de la humanidad; se han transformado en una institución fundamental de transmisión de las significaciones que serán incorporadas por el psiquismo humano.

El capitalismo necesita tanto del progreso como del desarrollo, a los que adhiere. Y estos han quedado cada vez más ligados a la producción y desarrollo de las denominadas nuevas tecnologías, que tienen en lo comunicacional su expresión más radical. Y hay un afecto que ellas segregan y a la vez alimentan: el optimismo, el optimismo ligado a la promesa de felicidad, de completud, que realiza el Otro con su oferta de más y mejor tecnología, más, mejor y más rápida y efectiva “comunicación”. Pertenecer a la red es un nuevo modo de estar en el mundo. Casi es sinónimo de ello. Esta red, que sostiene tanto como que aprisiona, viene a ocupar el lugar de vacío de sentido producido por la aceleración de la temporalidad y la tecnología en la que se apoya: genera el problema y la solución al mismo tiempo. Tal vez la idea misma de red sea lo que interese en toda esta cuestión. Y se trate de considerar a la Red como a una nueva significación imaginaria social.

Psicogénesis. La realidad virtual y la psique

Las significaciones imaginarias sociales participan de la socialización de la psique, una socialización que se da a lo largo de toda la vida, orientan con un sentido que por lo tanto formatea la vida psíquica: si el sentido que en el origen el infans recibe de la madre es un sentido obligado —que debe incorporarse bajo amenaza de sinsentido y muerte psíquica— otros sentidos a lo largo de la vida van tomando su relevo. Y si bien la incorporación del mismo debe atravesar la transformación a la que lo somete la imaginación radical de la psique, de sujeto a sujeto se forma una red de sentido común que transciende las variaciones y les permite habitar en el mismo espacio simbólico.

En el caso en cuestión, tanto lo tecnológico como significación como la temporalidad instituida afectan de modo insidioso a la psique y producen consecuencias que fueron descritas en otros textos (como en El gran accidente: la destrucción del afecto). Por ese motivo, apenas reiteraré los puntos que me parecen más relevantes: se produce un daño en la psique por la aceleración de la temporalidad y el pasaje de lo analógico a lo digital que está asociado a esto, y que lo profundiza. La velocidad ataca la capacidad simbólica, la capacidad de procesamiento preconsciente, el anudamiento de representaciones y afectos y —en el límite— puede llevar a la imposibilidad tanto de representar como de crear el afecto, es decir, los que conocemos como representantes psíquicos de la pulsión. Así, la función fundamental de la psique, la de crear–figurar representaciones y afectos para así darle un destino a la pulsión, se ve afectada. Es lo mismo que decir que la función de la imaginación radical de la psique (que es la psique misma) se ve dificultada. Esto tiene consecuencias clínicas y afecta a la vez el lazo entre los sujetos y la vida social en general.

Realidad virtual y vida psíquica

Ahora bien: si esto es tan pernicioso para la vida psíquica, ¿cómo es que puede hallar tanto lugar en ella? Esto ocurre debido a que esta tecnología y la temporalidad asociada a la misma se apoyan y resuenan con el modo de ser del inconsciente, su rechazo de todo límite, su omnipotencia, la velocidad del desplazamiento, el rechazo de la castración y de la mortalidad. Este modo de ser del inconsciente halla una profunda asociación con todos los elementos mencionados para la tecnología, como podrá apreciarse a simple vista.

Pero esto, al mismo tiempo, nos podría llevar a diferenciar finamente los mecanismos del proceso primario, la condensación y el desplazamiento. Probablemente haya sido el desplazamiento el primer modo de circulación de afectos y de encadenamiento representacional en el inconsciente. Y esto porque es el principio del placer el que reina en el mismo. La condensación ya implica un nivel de postergación de la descarga, de aplazamiento de la misma, por lo tanto, del placer.

Así se produce, por ejemplo, en los estadios originarios de la vida psíquica, con lo que conocemos como experiencia de satisfacción, que implica un circuito representacional que, con el tiempo, dará lugar a los basamentos del yo. A nivel del preconsciente/consciente, o sea, a nivel de las representaciones-palabra, encontramos como derivados de la condensación y el desplazamiento, a la metáfora y la metonimia.

La asociación libre solicitada en el análisis es una convocatoria a lo metonímico —que implica finalmente ruptura de figuras instituidas en la psique a nivel del sentido— y obliga a la emergencia de otros sentidos cuando se hace presente la metáfora. Vemos que son dos mecanismos absolutamente solidarios. Pero la metonimia pura, llevaría a una deriva incesante generadora de desestructuración permanente y creciente.

Por lo visto hasta aquí, este modo de ser de la significación, presente en la actualidad, reclama la presencia de este modo de ser del inconsciente y —a nivel del yo de los sujetos— llama a una deriva metonímica ilimitada. Esto puede ser tanto fuente de apertura, como de cierre porque —como señalé previamente— el desplazamiento metonímico implica emergencia de figuras en el psiquismo así como cuestionamiento de lo instituido en el mismo. Pero, librada a sí misma, la metonimia hace que la psique se mantenga en la superficie, que el sujeto se desplace de representación en representación y —sin la actividad metafórica— conduce o bien a una deriva superficial o, en el límite, a una profunda desestructuración de la psique, ya que la imaginación radical vería su accionar o impedido o exacerbado, provocando así dicha desestructuración. Se podría pensar en una suerte de contienda entre la condensación (que frena la circulación) y el desplazamiento (que favorece la libre circulación).

Entonces, este modo de ser de la psique, incentivado por la cultura actual, es potencial fuente de creación, al abrir nuevos circuitos. Para esto sería necesario dar el salto que va de la información, al saber. La información, en estas condiciones, puede conducir peligrosamente a la certeza, en el sentido otorgado a la misma por Piera Aulagnier [5]. La certeza se diferencia del saber; se trata de dos posiciones diferentes para el sujeto: el saber, que reconoce la precariedad del sentido, es la marca de la castración a nivel del pensamiento, tomado entonces como una interrogación ilimitada (Castoriadis). Mientras que la certeza aparece encarnada en la creencia religiosa, el mito, la ideología, el delirio y puede llegar a estar presente, también, en la relación establecida por Yo con el pensamiento: es la ilusión de haber encontrado un sentido perfecto, incuestionable, total, final. Esto sería posible al cercenarse —a causa de la velocidad— la capacidad de reflexión, indispensable para el ejercicio del pensamiento y el saber, y ligada a la producción de la metáfora.

“La idea de que entender y saber signifique penetrar a fondo en lo que estudiamos, hasta alcanzar su esencia, es una hermosa idea que está muriendo: la sustituye la instintiva convicción de que la esencia de las cosas no es un punto, sino una trayectoria, de que no está escondida en el fondo, sino dispersa en la superficie, de que no reside en las cosas, sino que se disuelve por fuera de ellas, es decir, por todas partes… En el mundo de la red a este gesto le han dado el nombre de surfing… Superficie en vez de profundidad, viajes en vez de inmersiones, juego en vez de sufrimiento” [6].

Finalmente, una breve reflexión sobre el lazo virtual entre los sujetos, producido en los intercambios en la red: la clínica señala que puede ser eficaz en algunos casos —sobre todo donde hay inhibiciones, retracciones, fobias— al producirse una suerte de espacio transicional posible de ser transitado por esos sujetos. Pero en otros casos no pasa de ser un simulacro, un como-sí que se agota en sí mismo. Lazos que cuestionan muchas veces la idea de intimidad —ese núcleo central del yo, y no sólo del yo—, pero que también pueden generar otro tipo de intimidad, tal vez la única posible para algunos sujetos.

Por ahora, entonces, las conclusiones debieran quedar prudentemente postergadas, mientras inventariamos efectos tanto positivos como negativos de la realidad virtual y de las redes.

Referencias bibliográficas

[1] CABRERA, D. (2006):  Lo tecnológico y lo imaginario. Las nuevas tecnologías como creencias y esperanzas colectivas, p. 143. Buenos Aires: Biblos.
[2] CABRERA, D.:  Ob. Cit., p. 140.
[3] CABRERA, D.:  Ob. Cit., p. 161.
[4] CABRERA, D.:  Ob. Cit., p. 163 . El resaltado es del autor.
[5] AULAGNIER, P. (1980): “Saber o certeza”, en El sentido perdido.Argentina: Ed. Trieb, Argentina.
[6] BARICCO, A. (2010): Los bárbaros, selección, p. 103-104. Anagrama.

Por gentileza de El psicoanalítico