Gabriela Prieto Loureiro
Máster en Psicología y Educación. Profesora adjunta del Instituto de Psicología Clínica en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Uruguay)
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Para González y Sánchez (2003) la competencia se resume en conocimientos, actitudes y aprendizajes que conllevan a un desempeño adecuado en diferentes contextos. En este sentido, la capacidad de adaptación y la flexibilidad son indispensables para el éxito dentro del trabajo y la educación.
En este sentido, Larios Mendoza (2006), señala que las competencias incluyen el saber y el hacer, en otras palabras, los procesos cognitivos.
Originariamente el término “competencia” procede del griego ser ikanos (ser capaz, tener la habilidad, la destreza) (Mulder, M., Weigel L, y Collings, K. ,2008).
Sin embargo, no existe una concepción única sobre la competencia como tal. La concepción más divulgada asocia la competencia con la capacidad. Las competencias incluyen el saber y el hacer (procesos cognitivos) (Larios Mendoza, 2006).
Por otra parte, para Tait y Godfrey (1999), todos los estudiantes deberían presentar un nivel de competencias genéricas y habilidades con posibilidad de transferencia, que les permitan un aprendizaje eficaz dentro de la educación superior.
Con el objeto de conceptualizar el aspecto singular y diferente de otros aprendizajes del aprendizaje de la clínica, es importante señalar que existen competencias necesarias y de indispensable desarrollo en los estudiantes al momento del aprendizaje. Estas competencias deben ser propuestas en el momento de plantear la estrategia de enseñanza y aprendizaje con contenidos clínicos.
En función de estos aspectos, se presentan a continuación los principales desarrollos conceptuales sobre la noción de competencias y se delimitan los principales aspectos y cualidades necesarios para el docente vinculado a la clínica.
En este sentido, para González y Sánchez (2003) la competencia clínica tiene que ver con una combinación de conocimientos actitudes y aprendizajes que conducen a un desempeño adecuado en diferentes contextos. Para este autor la capacidad de adaptación y la flexibilidad son claves para el éxito dentro del trabajo y la educación.
A su vez, se puede discriminar, como lo realizan varios autores la competencia profesional y la competencia clínica. En virtud de esta discriminación, Le Boterf (2001) define la competencia profesional como la capacidad de hacer un uso correcto dentro de un entorno laboral de los recursos propios (habilidades, actitudes y otros) y recursos del entorno para generar resultados definidos. Así este autor señala que “la persona competente es la que sabe construir saberes” (p. 6).
Igualmente, Echevarría (2001) señala que la competencia profesional está compuesta de cuatro formas de competencias básicas: una técnica (saber), una metodológica (saber hacer), una participativa (saber estar) y por último una personal (ser).
Por otra parte, para Tait y Godfrey (1999), todos los estudiantes deberían presentar un nivel de competencias genéricas y habilidades con posibilidad de transferencia, que les permitan un aprendizaje eficaz dentro de la educación superior.
En efecto, estos autores señalan la necesidad de cuatro tipos diferentes de competencias:
- Competencias cognitivas a efectos de solucionar problemas. Que permitan emitir juicios y analizar datos.
- Competencias metacognitivas: autorreflexión y autoevaluación;
- Competencias sociales: guiar discusiones y conversaciones, cooperar, trabajar en equipo entre otros.
- Disposición afectiva: perseverancia, motivación, iniciativa, flexibilidad entre otros.
Irigoin y Vargas (2002) a través de los documentos de la OMS y la OPS consideran que las competencias constituyen el conjunto de habilidades, capacidades, conocimientos, patrones de comportamiento y clases de actitudes que determinan un desempeño profesional. Para estos autores competencia es “el conjunto articulado de conocimientos, habilidades, destrezas” (p.4).
A su vez, se señala por parte de algunos autores que las habilidades clínicas se integran al concepto de competencia clínica. La clínica se adquiere con la práctica, y es necesaria la presencia de la competencia clínica para un desempeño profesional apropiado. (Lifshitz-Guinzberg, 2012).
En este sentido, la competencia clínica según Kané (1992) sería el grado en que un individuo usa sus conocimientos y sus habilidades, relacionadas con su profesión a efectos de desarrollar eficientemente los problemas de la práctica.
En la misma línea para Hull et al. (1995), la competencia clínica sería la habilidad para aplicar y obtener nuevo conocimiento e información, la capacidad para sintetizar la información clínica (formular hipótesis y resolver problemas) y la habilidad para implementar planes de manejo.
Por su parte, para Hull y otros (1995), la competencia clínica seria la habilidad para aplicar y obtener nuevo conocimiento e información, la capacidad para sintetizar la información clínica (formular hipótesis y resolver problemas) y la habilidad para implementar planes de manejo.
En referencia a las competencias, Ribes y Varela (2002) consideran fundamental el papel del docente ya que éste incentiva el ejercicio variado del aprendiz con relación a la disciplina de conocimiento. Este ejercicio en sus diversas formas, y retroalimentado por el docente, permite la identificación y descripción de los útiles para la materia. Y, finalmente, el docente junto con el estudiante, realiza acciones a partir de las cuales los aprendices observan. A su vez, el docente evalúa los resultados con los criterios evaluativos de la asignatura en su contexto.
En este sentido, estos autores consideran las siguientes afirmaciones en relación con el papel del docente:
- El docente incentiva el ejercicio variado del aprendiz con relación a la disciplina de conocimiento.
- Este ejercicio en sus diversas formas (retroalimentado por el docente) permite la identificación y descripción de los útiles para la materia.
- El docente junto con el estudiante, especifica acciones y a partir de éstas, los aprendices observan. A su vez, el docente evalúa los resultados con los criterios evaluativos de la materia.
Finalmente, Harden y Crosby 2000, han desarrollado capacidades y destrezas del docente clínico. Señalan que el docente clínico debería ser:
- Planificador: en relación a cursos y currículos.
- Evaluador: evaluador del aprendizaje.
- Facilitador: facilitador del aprendizaje y tutor.
- Modelo: en relación a la ética, valores y conocimiento.
- Proveedor de información: expositor en clases teóricas y prácticas.
- Desarrollador de recursos: diseñar materiales educativos.
En síntesis, con la enseñanza por competencias se favorece en los estudiantes la integración del ser, el saber y el saber hacer. A su vez, se desarrollan en los estudiantes las habilidades, los conocimientos teóricos, las actitudes y las aptitudes.
Referencias Bibliográficas
ECHEVERRÍA, B. (2001): “Configuración actual de la profesionalidad”. Letras de Deusto, 31, 35-55.
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HARDEN, R. M., y CROSBY, J. R. (2000): “The good teacher is more than a lecturer-The twelve roles of the teacher”. Medical Teacher, 22, 334- 347.
HULL, A. L. et al (1995): “Validity of three clinical performance assessments of internal medicine clerks”. Acad Med, 70 (6). 517-22.
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LIFSHITZ, A. (2001): «La modernización de la clínica en las escuelas de medicina». Ponencia en Seminario actual de la medicina. UNAM. Recuperado de http://www.facmed.unam.mx/eventos/seam2k1/2001/ponencia_ago_2k1.htm
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