Literatura y psicoterapia | algunas letras |

Diego González [1]
Psicólogo
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En psicoterapia podemos afirmar que el alma reescribe. Ilumina los recuerdos con nuevas imágenes y es como si una mirada inundada de extrañamiento, editara lo vivido. La psicoterapia aísla e integra ese yo pasado, lo integra y lo hace fantasma vivo; la cura está relacionada con la capacidad de convivencia que el sujeto con sus fantasmas históricos.

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La reescritura o la edición del pasado es un enfrentarse a brazo partido con lo que pareció ser de piedra: el pasado. Fue así como Scrooge [2], de la mano del ¨Primer Espíritu¨, logró ver a su amigo Dick, al Señor Fezziwing, y a aquel niño abandonado en una fría habitación, y empezar a hablarle con nuevas palabras a su pasado. Fue así como empezó a perdonar a sus miedos.

Es la ignorancia una ¨hija del hombre¨, que puede causar cruentos daños si se deja en libertad. Por eso la dirección en la terapia es una espiral infinita hacia adentro, hacia el espacio interior donde el ser debe encontrar la paz necesaria para convivir. Si no se encuentra en este lugar, no es necesario buscarla en ningún paraje lejano, puesto que no existe. En esa búsqueda se pierden muchas almas desenfrenadas, que al no encontrar rápidamente lo buscado se interesan por elixires, objetos humeantes y brebajes, pócimas y rezos, que terminan por volverse parte de su dolor.

Toda sustancia que altera la distancia entre el yo y su realidad, es una perfidia que debe ser evitada. Por ello la psicoterapia debe utilizar fármacos en estrictas proporciones. En casos extremos en donde los desequilibrios químicos alteren la vida más allá de toda voluntad posible.

El viaje al ¨corazón de las tinieblas¨ es el viaje al corazón de los hombres a ese lugar recóndito. Protegido por lianas y telas abigarradas. Un lugar muchas veces lejano a los recuerdos conscientes, cubierto por la niebla densa como la arena húmeda. Su búsqueda justifica la psicoterapia. La navegación lenta, tediosa y trémula del terapeuta que permite la indagación, es como un viaje a un lugar desconocido, a un lugar inhóspito que no permite las vibraciones de la voz ni los ecos, prefiere el silenció y lo circunspecto. Para un alma que ha pasado gran parte de su vida en silenció, el tenue sonido de una voz, parecería un estruendo vengativo. Por esta razón, Marlow [3] nunca imagino a su héroe Kurtz como un ¨hombre de acción¨, sino como ¨una voz¨; ya que es la voz una de las pocas cosas que puede dar cuenta el corazón.

Las personas esconden el corazón en parte porque el mundo es un lugar difícil, en palabras de J. Conrand (2004) ¨La tierra para nosotros es un lugar donde vivir, donde debemos respirar un aire viciado por la carne podrida de un hipopótamo, por decirlo así, y no contaminarnos¨ (p. 112).

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A veces el hablar no nos propone nada, se tornan susurros sin sentido que no llegan a ningún lugar. A veces las voces sobran como agua derramada ya que no produce eco de ninguna clase: ¨Hablar es el camino seguro para no comprender nada, para hacerlo todo superficial y aburrido¨ (Hesse, 1983, p. 111). A veces es necesario cambiar de lugar, encontrar la potencia del sí mismo en otra realidad, es otra forma de soledad, acompañada del deseo de nacer luego del silencio:

¨Abrió bruscamente los ojos y vio: árboles en una calle, copos plateados en otro, fabuloso y casi demasiado bonito, todo era como lo hubiesen arrebatado de la flamante caja de juguetes de Dios, todo para él solo, para Friedrich Klein. Y él mismo estaba allí sólo para sentir palpitar en él torrente de maravilla, dolor y alegría. Por doquier había belleza, incluso en cualquier montón de basura del camino¨ (Ibid, p. 114).

El alma angustiada es la encargada de crear los fardos, los ¨temores¨, las ¨futilidades¨, y el ¨deseo¨. Esta alma que atada al tiempo no puede ¨estar¨. Estar es caer en la madre Todo, representada en Hesse por el lago, el agua, el océano. Él dice ¨la caída es el fin del miedo a vivir. El fin de los contrarios y sus ansiedades¨¡Déjate caer! ¡No resistas! ¡Muere a gusto! ¡vive a gusto! (Hesse, 1983:148). Se cae esplendido y trémulo; caer es poder habitar la tranquilidad del yo. Es abandonar el pasado para continuar con el vicio de vivir.

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La vida ha estado habitada desde siempre por millones y millones de seres, los vestigios de los poetas, los reyes insólitos, los dioses primigenios y los hombres del pasado. Estos pasos sobre la tierra no han hecho más que llenar con capas negras el humus de la tierra, de llenarla con capas de compromiso y deber. Con esos pedazos de cobre y heraldo los estudiosos reconstruyen las civilizaciones perdidas, e intentan buscar ese secreto escondido en los tiempos remotos. Al parecer desde siempre nos hemos preguntado: ¿Qué es vivir?, ¿Estamos condenados a la tierra desde el momento en que nacemos a la vida adulta?, ¿vivir siempre fue un vicio? Balzac (1981) lo pregunta bellamente:

¨Nos preguntamos, aplastados como estamos bajo tanto universo en ruinas, a qué conducen nuestra glorias, odios y amores; y si para convertirnos luego en un punto intangible en lo futuro, debemos aceptar el trabajo de vivir¨ (p. 36).

Proponemos que ¨SI¨. Vivir es un trabajo y una condena que debemos aceptar con responsabilidad. Esa la debemos a todo lo vivo que comparta con nosotros rasgos de humanidad. Siendo así, la vida no es más que una forma de la responsabilidad compartida. Y quien ha perdido ese compromiso, no debe habitar el mundo de los vivos.

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La vida es un vicio que debe ser vivido en las reglas de la convivencia. La vida envuelta en sus temores y felicidades, sus fealdades y virtudes, sus miserias y caídas, es la única que tenemos, y existe un instrumento de escritura casi alquímico: la imaginación. ¨La imaginación es la llave de todos los tesoros; procura las satisfacciones del avaro sin proporcionar las preocupaciones de la fortuna¨ dijo Balzac. Los desamores, los reveses, las tristezas pueden, o bien, devorar la vida; o ser puestas en una cintilla de imágenes, que van a dramatizar otra escena más en la curiosa existencia.

Siguiendo al autor de Eugenia, a veces los sueños y las ilusiones y las esperanzas, son grandes mentiras que todos necesitamos para vivir; ¨quien más, quien menos¨, para no morir de inanición; para no rodar por el barro de los días como asolados por la enfermedad mortal de la realidad vacía de sentido. Muchos llenan su vida de hijos y necesidades; otros de planes y tareas; otros menos de estudio abnegado, aquel que provee placer [4], y así, todos ejecutan algún plan en la vida para no morir de tedio, en la vida que se gasta día a día.

Cuando el niño es niño la vida es inconmensurable, desconocida, imposible, la palabra infinito no existe, y lo lejano es muy lejano. Con el paso de los años viene la perspectiva, las expectativas de futuro los ideales y las luchas. Cuando ya pasan muchos años la vida empieza a cerrar el horizonte y sólo se puede ver un objeto como punto fijo: la muerte. Cada etapa necesita de cierto grado de mentiras, de una falsedad que nos llene de coherencia la existencia, y de sentido de si-mismo. ¨Cada operación de conciencia de mí mismo es siempre una operación de autoengaño¨, dice Guidano (2001). Y enfatiza: ¨no existe conciencia de uno mismo sin autoengaño. Cada vez que logro articular de manera más coherente la imagen de mí mismo con toda la continuidad de mi vida, estoy haciendo una operación de mantenimiento de la coherencia interna¨ (p. 243).

Las mentiras no son añoranzas, las añoranzas causan el hastió y el odio por la vida misma. Séneca (2010) dejo en claro que a vivir se aprende toda la vida, pero también ¨toda la vida hay que estar aprendiendo a morir¨ (p. 22). Es decir, aprender a dejar de lado esas mentiras que son realmente añoranzas. Las mentiras que dan vida son las pasiones, aquello que cancela el tiempo y el espacio, aquello que sonríe y danza; aquello que simplemente es sin necesidad de un superlativo innecesario. Es por ello que el filósofo Cordobés propone que el viaje por la vida lo podemos hacer ¨despiertos¨ o ¨dormidos¨; atentos al tiempo ¨presente¨, o al tiempo ¨futuro¨, igual, de manera inflexible la muerte se arrastra lentamente, y lo único que queda es ser responsables con cada fragmento de vida presente, con cada mentira necesaria.

En añorar y lamer el orgullo se esconden las pulsiones nefastas. Es el orgullo el que lleva a la indefectible desaparición de la chispa que nos da vida, ya que en la altura es sabido que la respiración es dificultosa. Rafael, o el personaje de La piel de Zapa (Balzac, 1981), nos informa con exactitud cómo puede aparecer enmarañado el placer cínico por la gloria y lo brillante:

Una mujer aristocrática, su delicada sonrisa, la distinción de sus modales y su respeto a sí misma, me encantan; cuando pone una barrera entre ella y el mundo, halaga en mí todas las vanidades, que son la mitad del amor. Envidiada por todos, mi felicidad me parece más sabrosa. No haciendo nada de lo que hacen las demás mujeres, no andando, no viviendo como ellas, envolviéndose en un manto que las otras no pueden tener, respirando perfumes propios, mi amada me parece mucho más mía.

Es el pensamiento del adicto, el ejemplo más claro de cómo estos amores por los excesos dificultan la construcción del mundo real. Crea una mentira que es imposible de sostener y por ello acude a los sedantes que modorran su dolor en la espera de algo mejor: por ello Alexei Ivanovich [5], termina su novela diciendo ¨!Mañana, mañana todo habrá terminado!¨.

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Todo inicio de terapia es difuso, todo fin es claro. Lo da el encuentro del yo -quizá su renacimiento, quizá su muerte- con su única realidad esencial: su verdadero yo. Se ha curado un alma cuando puede estar sola, cuando puede alejarse, cuando puede desprender su mirada de esa habitación cercana en la que ha vivido un encuentro con los fantasmas de su pasado; normalmente ocurre que … todos los enfermos concentran su atención en el ámbito que abarcan sus miradas¨ (Balzac, 1981), por ello, sólo se ha curado el enfermo moral si puede salir de ese lugar y no volver en mucho tiempo. Toda terapia que asfixia a sus clientes, es una terapia que tiene como fin la servidumbre eterna; y no hace más que instalar un poco de culpa donde debe haber un poco de vida.

Notas

1. Psicólogo IUE. Colombia. E-mail: dag227@hotmail.com

2. Canción de Navidad. Charles Dickens.

3. El corazón de las tinieblas. Joseph Conrand.

4. Uno de sus personajes de la Piel de Zapa, Rafael, que es al parecer una novela autobiográfica, dirá: ¨Cerca de tres años he vivido en aquel sepulcro aéreo, trabajando sin descanso, de día y de noche, con tanto gusto, que el estudio llegó a parecerme la mejor ocupación, la solución más venturosa de la vida humana. La calma y el silencio necesarios al sabio, tienen algo de dulce, de embriagador, como el amor. El ejercicio del pensamiento, la investigación de ideas, las tranquilas contemplaciones de la ciencia nos prodigan inefables delicias, indescriptibles como todo lo que participa de la inteligencia, cuyos fenómenos son invisibles a nuestros sentidos, exteriores.¨

5. Personaje de novela El jugador. Fiodor Dostoyesvski, 2002, Ed. El tiempo.

Referencias bibliográficas

CONRAND, J. (2004) El corazón de las tinieblas. Bogotá: El tiempo.
BALZAC, H. (1981). La piel de zapa.
GUIDANO, V. (2001) Victorio Guidano en Chile. Ed. Susana Aronsohn, F. Universidad Academia de humanismo cristiano.
HESSE, H. (1983) ¨Klein y Wagner¨ en El último verano en último verano en Klinsgsor. Barcelona: Planeta.
MAY, R. (2000). El dilema del hombre. Barcelona: Gedisa.
SÉNECA (2010). Sobre la brevedad de la vida. Junta de Andalucia.
DICKENS, C. (1985). Canción de Navidad. Madrid: Sarpe.
DOSTOYEVSKI, F. (2002). El jugador. Bogotá: El tiempo.