Gabriela Prieto Loureiro
Máster en Psicología y Educación. Profesora adjunta del Instituto de Psicología Clínica en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Uruguay)
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Cassidy (2004) señala que términos como Estilo de Aprendizaje, Estilo Cognitivo y Estrategias de Aprendizaje se manejan de manera intercambiable en algunas oportunidades y en otras se ofrecen con definiciones muy diferentes. En efecto, Ruiz Córdoba (2009) señala que Aprendizaje es un término amplio cuyos modelos y teorías se enfocan desde diferentes ángulos.
Con respecto a los Estilos de Aprendizaje, éstos se han entendido como rasgos estables de la personalidad; formas personales en las que son utilizadas las herramientas. Para Valadez Huizar (2009), existe además confusión entre estrategias de aprendizaje, actividades de aprendizaje y estilo de aprendizaje. Lo que ocurre, para esta autora, dado que la actividad de aprendizaje puede transformarse en una estrategia, cuando le resulta eficaz al individuo y de esa forma se relacionaría con el estilo del sujeto. En este sentido: “la elección de un estilo depende también del perfil académico de la carrera elegida, pues hay carreras que demandan más un estilo que otro” (Aguilar Rivera, 2010, p. 224).
Con respecto al Estilo Cognitivo, Sternberg (1999) ya hacía referencia al autogobierno mental, es decir, una manera de pensar y de emplear aptitudes por parte del individuo. Es por esto que distingue aptitud de estilo, siendo la aptitud lo bien que alguien sabe hacer algo y el estilo cómo le gusta hacerlo. El autor señala además que, al igual que se requieren de los gobiernos para regir un país, las personas necesitan gobernarse a sí mismas para la organización de su pensamiento cuando enfrentan problemas cotidianos o académicos, usando el tipo de pensamiento que le genere rentabilidad en el esfuerzo mental. Bajo este enfoque, el autor define pensamiento como “una forma preferida de emplear las actitudes que uno posee” (Sternberg, 1999, p. 24).
Se observa que la noción de estilos de pensamiento puede ser mencionada en forma indiscriminada con Estilos Cognitivos y Estilos de Aprendizaje (Valadez Huizar, 2009). Así, como puede inferirse y, como señala Curry (1983), las dificultades más importantes en las teorías y el desarrollo de los Estilos de Aprendizaje en la educación radican en la variedad de definiciones existentes y en la confusión entre las mismas. Además, Curry, reconoce que los Estilos de Aprendizaje intentan abarcar un número amplio de comportamientos.
Retomando los estilos y contrario a éstos, Beltrán (1996) sostiene que las estrategias se relacionan con las operaciones mentales que facilitan los procesos de aprendizaje. Para este autor, con las estrategias podemos procesar y organizar material informativo con el fin de aprender. En definitiva, éstas se vinculan al entrenamiento y son herramientas útiles para tareas específicas que van desarrollándose en referencia al entorno.
Además de la diferencia mencionada, existen los conceptos de Estilo de Aprendizaje, estilo educativo y enfoque de aprendizaje. El concepto de estilo educativo fue desarrollado por Leichter (1973) y obedece a la forma de evaluar e investigar las influencias educativas en un determinado contexto. Para Valadez Huizar (2009) el concepto anterior se engloba en el concepto de educación que es, para esta autora, mucho más amplio que el de enfoque del aprendizaje y estilo de aprendizaje, respectivamente, ya que no solo se relaciona con el aprendizaje sino que abarca la experiencia social.
Para Woolfolk (1996) usar el término preferencias de aprendizaje sería más correcto ya que se definen tanto los Estilos como las maneras preferidas de estudiar y aprender. Frente a la propuesta de Woolfolk, hay autores que prefieren hablar de preferencias de Estilos de Aprendizaje. Lo que, siguiendo al autor, no sería una garantía para el uso de determinado tipo de Estilo de Aprendizaje.
Con otro enfoque, autores como Sernberg (1997) y Dunn y Dunn (1978) hacen alusión a las preferencias o gustos; otros aluden a las inclinaciones y tendencias. Y autores como Lozano (2006) refieren a los Estilos de personalidad, de aprendizaje, de enseñanza, entre otros. Además, se encuentran jerarquizaciones vinculadas a estrategias de aprendizaje (Guild y Garger, 1985), así como a habilidades y fortalezas (Gardner, 1983).
En esta forma, luego de la descripción anterior, y de acuerdo con López, Hederich y Camargo (2011), puede demostrarse que lo investigado en relación a Estilos de Aprendizaje se ha desarrollado en dos líneas la psicológica y la pedagógica. “La noción general de estilo no tiene su origen en el entorno educativo. Esta proviene principalmente de las artes y se refiere al conjunto de características que definen una tendencia estética identificable y distintiva” (p. 32). En consecuencia, los psicólogos prefieren definir y hablar de Estilos Cognitivos mientras que los educadores prefieren hablar de Estilos de Aprendizaje.
En la Psicología, los Estilos tienen origen en la psicología diferencial y los Estilos de Aprendizaje derivan de Estilos Cognitivos. Mientras que en Pedagogía se prioriza una enseñanza cada vez más efectiva desde la cualificación docente, independientemente del Estilo de Aprendizaje. Frente a ello, para las conceptualizaciones sobre Estilos de Aprendizaje es necesario considerar qué aspecto está jerarquizando el autor que desarrolla el concepto.
Dentro de este marco, las teorías más actuales sobre Estilos de Aprendizaje concluyen que los estudiantes tienden a presentar un Estilo de acuerdo a sus características y habilidades individuales (Blumen, Rivero y Guerrero, 2011). En este sentido, los principales cuestionamientos sobre el concepto de Estilo de Aprendizaje se relacionan con la noción de individualidad dentro de los Estilos y su relación con la implementación didáctica.
Alonso y Gallego (1994), por su parte proponen la existencia de una posición intermedia que supone el análisis de las diferencias más sensibles y ofrecen un sistema de diagnóstico e identificación, así como su tratamiento. Es así que proponen aceptar cuestiones comunes y a su vez destacar las individualidades. En este sentido, la mayoría de las investigaciones concluye que la existencia de correspondencia entre los Estilos de Aprendizaje y los estilos de enseñanza es beneficiosa para la enseñanza y el aprendizaje (Esguerra Pérez y Guerrero Ospina, 2010).
A lo largo del recorrido por los diferentes autores puede identificarse que algunos hacen hincapié en el ajuste instructivo o no instructivo entre los Estilos de Aprendizaje y la enseñanza. En este sentido, Serrano Pastor (1994) considera que el ajuste instructivo sería el proceso interactivo entre el estilo de enseñanza del docente y el estilo de aprendizaje del estudiante. En esta misma línea, Clariana (2001), considera que el ajuste mencionado puede observarse entre las actividades y los materiales presentados por los docentes y las preferencias de Estilos que presentan los estudiantes.
Por su parte, Hoover (1991) considera que el conocimiento de los Estilos de Aprendizaje es un aporte al profesorado y a los estudiantes, ya que condiciona a ambos a conocerse a sí mismos. Considera que los profesores enseñan cómo les gustaría que les enseñaran. Mientas Grasha (1996) propone un modelo que se basa en la observación de patrones de conducta, relacionada con la preferencia de los estudiantes en su interacción con compañeros y docentes. Así, este autor señala que las preferencias dentro del salón de clase son variables de acuerdo a las exigencias didácticas que establezca un profesor.
Luego del recorrido anterior, se observa la importancia de ajustar los estilos de enseñanza a los Estilos de Aprendizaje. A su vez, se considera que si el Estilo del estudiante es tomado en cuenta para la enseñanza, el estudiante se ve favorecido en su rendimiento. Como señalan Sánchez y Andrade (2014) es necesario que el profesor conozca a sus estudiantes, que el estudiante conozca la forma en que aprende y que el profesor identifique su propia forma de enseñar y la potencie en su búsqueda de enseñar a diferentes Estilos de aprendizaje
Al respecto y para finalizar, Gutiérrez y García (2014) señalan que entender la forma en que aprenden los estudiantes colabora con el diseño y estrategias de los aprendizajes de los estudiantes, “ha cobrado relevancia al ser considerados no solo para estudios de diferente índole, sino para proponer alternativas pedagógicas que atiendan estas diversidades” (Gutiérrez y García, 2014, p. 4).
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