Neoliberalismo, Estado y campo de concentración democrático–neoliberal

Emilio Roger-Ciurana
Profesor de la Universidad de Valladolid  en la Facultad de Filosofía y Letras. Profesor en el Máster de Estudios Avanzados en Filosofía de las universidades de Valladolid y Salamanca.  Profesor en la Universidad Permanente Millán Santos de la Universidad de Valladolid. Profesor en el Programa Interuniversitario de la Experiencia de Castilla y León
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Gran error pensar que el neoliberalismo no quiere Estado. De hecho sin Estado no podría funcionar el neoliberalismo porque, para “legalizar” sus actos, hechos y atropellos, necesita las instituciones del Estado a su servicio. Dicho de otro modo: el neoliberalismo usa el Estado porque se apropia de él para su propio beneficio. El Estado es el Estado protector de las élites económicas y políticas que se favorecen en mutua relación clientelista. La ayuda del Estado (de los Estados) es fundamental para el mantenimiento del poder absoluto de la bancocracia (1) mundial.

A imagen del Siglo XIX cuando se desveló el simulacro ideológico que ocultaba la relación de intereses entre Estado / burguesía / poder legal y judicial, una relación favorecida por votantes que creyendo que votan en beneficio de lo general lo que hacen es confirmar el poder que los somete, hoy ocurre lo mismo: la ciudadanía mantiene en el poder a los intermediarios y facilitadores del robo global, de la desertificación de lo público y de la desaparición del ciudadano. Un ciudadano que sin pulso cívico, sin impulso cultural y sometido al miedo permite, de modo ignorante o acaso por educada ignorancia, su sumisión y utilización para el pago de los gastos (no solo a nivel económico, también moral) de un banquete al que no se le invitó pero consintió. De hecho la propaganda política a favor de las privatizaciones de lo público, contra la administración pública de lo público, calificada de “costosa económicamente e ineficiente” va de la mano de un discurso y unas decisiones políticas que encubren sus intenciones: al dejar de inyectar dinero público en la educación, la sanidad y los transportes, estos servicios dejan de funcionar correctamente y de modo eficiente y se hacen lentos por falta de medios (la sanidad), de baja calidad educativa (las universidades y los centros de investigación no tienen medios materiales, recortados hasta la asfixia) achacada a un mal profesorado, etc., lo cual es falso: el profesorado está cansado, decepcionado, pero eso no es índice de baja calidad intelectual e investigadora. Lo mismo ocurre con una sanidad ejemplar para toda Europa no hace mucho tiempo. En síntesis no es descabellado afirmar que es desde arriba desde donde se induce el desmantelamiento de lo público con intenciones privadas, con intereses económicos privados, con ayudas desde dentro de los gobiernos a empresas privadas, con idas y vueltas de políticos a la empresa privada y de ahí a la gestión de lo público…

Desde La Boètie, de modo explícito, pasando por los críticos de las ideologías hasta hoy, vale la afirmación: en el fondo los mayores aliados del poder son los que lo sufren. Los alienados de siempre. Como si estos tuviesen (tuviésemos) algo más que perder en lo material y en dignidad posicionándose contra la manipulación y la servidumbre.

La educación hoy no enseña a identificar la imagen en la sombra, por eso no vemos lo que hay dentro del huevo, la serpiente. Igual que si dentro de una habitación a oscuras enfocamos con la luz de una linterna el huevo y vemos la forma que incuba dentro, el embrión de la serpiente, podríamos, con la luz de la linterna educativa (una educación para la libertad y no para la obediencia) ver lo que se incuba en cada decisión de nuestros representantes políticos, en cada enajenación de nuestra responsabilidad cívica, en cada ejercicio de servidumbre voluntaria. Pero conviene no olvidar que una de las características del ignorante es que, precisamente por ser ignorante, cree que sabe. Y como cree que sabe y está en la razón se convierte en un fanático. Desgraciadamente no se trata de la ignorancia consciente del que quiere aprender y sabe que puede aprender con empeño, dedicación, esfuerzo. Que haya muchos fanáticos y sabios ignorantes es lo que mejor beneficia al poder neoliberal: un poder que no sería nada sin Estado y sin ignorancia general. Un poder que destila su verdad por medio de la construcción de un  discurso que no se puede deconstruir desde dentro de las reglas intelectuales que impone, desde dentro de la verdad que impone. ¿Qué pasaría si saliésemos del juego de la verdad? ¿Qué perderíamos? Quizás ganásemos mucho si aprendiésemos a leer el discurso bajo el que se asienta esa creación mágica, ilusoria, pero con consecuencias devastadoras que funciona como “verdad”. El discurso que está al servicio del mantenimiento de la gente en el campo de concentración democrático-neoliberal.

Notas

[1] Una viñeta de El Roto en el periódico español El país es muy ilustrativa sobre la manipulación del lenguaje y la creación de imágenes generales, esto es, sobre la pedagogía político-económica de la actual bancocracia. Se trata de un individuo fumando alegremente un cigarro puro, con una sonrisa sarcástica, burlona, que afirma: “si le haces un agujero a un banco desde fuera es un butrón, pero si se lo haces desde dentro, es una operación más”.

Por gentileza de Emilio Roger-Ciurana