Población sobrante

Yago Franco
Psicoanalista y escritor de textos psicoanalíticos y ensayos. Miembro titular del Colegio de Psicoanalistas de Argentina y director de MAGMA, grupo inspirado en la obra de Cornelius Castoriadis (www.magma-net.com.ar) y dedicado a la obra de dicho autor
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¿A quién le interesan las noticias de ayer?

¿Quién quiere leer los diarios de ayer? “Who wants yesterday´s papers?” Cantaban/gritaban los Rolling Stones hace 50 años. En enero del año pasado leo una noticia en http://www.laizquierdadiario.com/Rolando-Nunez-En-el-Chaco-hay-un-genocidio-etnico-sobre-las-poblaciones-indigenas, y meses después, ante la proximidad de las elecciones presidenciales que terminarían con el gobierno kirchnerista y dejarían el gobierno de Argentina en manos del macrismo, escribí lo que sería la primera versión de este texto, que por alguna razón extraña nunca fue publicado y cayó en mi olvido. Me encontré con él casualmente, lo cual coincidió con la difusión del índice de pobreza de Argentina, que sobrepasa al 30% de la población, con una indigencia del 6%. Por otra parte la noticia y el encuentro con ese texto coincidieron con la elaboración del presente número de El Psicoanalítico, que trata sobre la exclusión, el desempleo, la precarización laboral… Demasiadas coincidencias. Esas noticias de ayer cobraban una presencia central en el presente.

De modo que retomé lo escrito en ese momento, desarrollé algunos puntos y agregué otros. Reproduzco en bastardillas lo escrito entonces, para diferenciarlo de lo agregado y desarrollado ahora.

Lo(s) que sobra(n)

Rolando Nuñez (quien dirige el Centro Mandela de Derechos Humanos con sede en la capital chaqueña), al referirse a la muerte de Oscar, niño de la comunidad Qom fallecido de desnutrición a los 14 años y pesando 10 kgr, ha sostenido que el niño pertenecía a una población sobrante.

Decidí agenciarme del término población sobrante, por las resonancias que tiene con el concepto de sobre-represión utilizado por Herbert Marcuse, retomado como represión sobrante por Silvia Bleichmar. Estos conceptos apuntan a la pérdida de libertad de los sujetos debido a ser privados de los elementos simbólicos y materiales esenciales para la vida tanto física como psíquica. Psiquesomas mortificados como el de Oscar. El contrato narcisista entre el sujeto y la sociedad se ha quebrado: no es posible suscribirlo para buena parte de la población, el Poder le niega el acceso a una vida vivible, vivible inclusive para poder alzar la voz y así luchar contra un régimen absolutamente inequitativo. Lo que está más allá del malestar en la cultura tiene en su extremo a estos sujetos, privados de lo mínimo para su subsistencia, reducidos a la supervivencia.

Ciertamente hay una población que sobra, que está de más, que es un estorbo. Eso que sobra es «lo otro», no llega a ser un otro, no se reconoce su alteridad. Y a «lo otro» se lo deja a un lado, o se lo extermina, el Poder (quienes se han apropiado del mismo) arroja toda la crueldad sobre él. Los Qom están en la avenida 9 de julio desde hace 7 meses –esa era la noticia en enero de 2015- esperando ser recibidos por alguien del poder político (recordemos que en ese entonces gobernaba el régimen kirchnerista). Ignoran que son transparentes para dicho poder, ese poder que encarna a un Otro para quien no tienen ningún lugar. También —lamentablemente— lo son para el común de las personas, ante quienes están o invisivilizados, o son también lo otro, fuente de peligro y por lo tanto de rechazo. Astucias del Poder (tanto del Estado como de a quienes representa) que consigue que buena parte de la población castigada por él adhiera al mismo, utilizando artilugios mediáticos y disposiciones del psiquismo humano: por algo serán pobres, por algo se quedan afuera, por vagos, por su raza, por no saber hacer las cosas, etc.

La Qom es una comunidad diezmada por la tuberculosis y el mal de Chagas (el 40% de la población está enferma del mismo) entre otras enfermedades, sin agua potable, leche, alimentos… Un genocidio silencioso sostiene Nuñez: más de 2000 muertos en los últimos cuatro años (2010/2014), acerca de los cuales seguramente tanto el gobierno provincial como el nacional intentarán justificar   —como lo están haciendo ahora—, que esto sucede por otra causa que la de la desnutrición, la tuberculosis, etc.

La población sobrante es la que ha sufrido el gesto de exclusión (Foucault) del Estado —de los que han estado a cargo del mismo desde el retorno de la democracia burguesa, lo que los inculpa y responsabiliza a todos por igual— un gesto que al mismo tiempo de realizarse crea esa categoría. Están en un extremo de los excluidos, de los cuales también forman parte los cartoneros, los sin techo que viven en las calles de Buenos Aires y otras ciudades, aquellos que habitan las villas miseria, los jóvenes pobres desocupados, etc. La «racionalidad» del capitalismo ha creado esta nueva categoría, que incorpora en su interior a clases existentes previamente, pero ahora está claro que es para que no vuelvan, o, como en el caso de los cartoneros, para que permanezcan en ese status y no molesten. Y para el extremo de los excluidos, los radicalmente sobrantes, que vayan desapareciendo como efecto de enfermedades supuestamente erradicadas y, sobre todo, del hambre. Sí, que mueran de hambre. Son los Desaparecidos 2.0.

Desnutriciones: consecuencias clínicas

Desnutrición: es física, también lo es psíquica. Los estragos de la desnutrición —arraigada durante los últimos 14 años— son también neurológicos y psíquicos. De la desnutrición los niños suelen pasar a la adicción al paco —niños y jóvenes sin estudios, sin trabajo más que el menudeo de la venta de esa misma sustancia en muchos casos… para poder adquirirla— , terminando ahorcados en un número de entre 20 y 25 por mes en Tucumán. Veamos: en Tucumán hay chicos de 7 u 8 años que comienzan a drogarse y hasta hay familias completas que lo hacen. El barrio Antena es donde más fuerte se ve este problema. Ahí casi todos los fines de semana se mata un chico por sobredosis o se suicida ahorcándose. Esto se lee en http://lv12.com.ar/nota/14793/el-paco-mato-a-su-hermano. Donde también dice que hay chicas de 13, 14 años que se prostituyen por drogas o por dinero para comprarlas.

La desnutrición —que no está presente solamente en esa provincia— llegó para quedarse una vez que la población que la padece es considerada como sobrante. Una población que puede no comer o comer poco, puede no estudiar ni trabajar… María Cristina Oleaga en El pan te pertenece, recuerda lo sostenido por Freud en relación al trabajo: sobre él se desplazan —y sobre los lazos sociales que lo acompañan— “una considerable medida de componentes libidinosos, narcisistas, agresivos y hasta eróticos”. Esto es, el trabajo forma parte de las actividades (como el arte, la educación) que permiten un trabajo psíquico complejo, de ligazón pulsional —que si no corre el riesgo de quedar mortíferamente libre, como en el caso citado de estos niños—:  son alimento simbólico. Y hacen a la posibilidad de poner en juego a la sublimación: sin la cual no hay sociedad, sin la cual no hay lazos sociales, cultura… Estos sujetos han sido privados también de ese alimento.

Y así terminaba ese texto:

Asistimos también a la utilización lacrimosa y vacía que la llamada oposición al kirchnerismo hace de esta circunstancia. Debe quedar en claro que si el Pro o el Frente Renovador (Massa) tuvieran el poder político harían lo mismo, nada diferente, ya que también forman parte de este sistema y su alianza es con el mismo. Es bueno considerar esto ya que se aproximan las elecciones presidenciales.

Renegaciones

Por cierto que se cumplió lo sostenido en el último párrafo. No era necesario ser muy sagaz para saber lo que iba a ocurrir. Tampoco para saber que las cifras de pobreza e indigencia —¡un 6%!— que difundía el régimen kirchnerista eran falsas. Muy falsas, muy alejadas de una realidad que, para quien quisiera verla, era palpable en cualquier lugar del país, incluyendo a su Capital. Pero lo cierto es que sus adherentes creyeron (¿creen?) a pies juntillas en dichas cifras (¡Ah!, ¡la idealización del Líder, la ceguera que ese enamoramiento —como todos— produce! ¡la renegación que promueve!). La recuperación que hubo durante dicho gobierno —un 30% menos de pobres en relación a la catástrofe económica de 2001/2002— debe ser entendida como la recuperación producida luego de una catástrofe económica. Es decir, luego de una situación por entero atípica. Por lo cual su valor se relativiza a la luz de eso que suele decirse: una vez que se toca fondo todo lo que queda es ir subiendo. Eso es lo que ocurrió, acompañado de una agresiva política de subsidios que maquilla en algo la pobreza pero no la elimina. Se crean así pobres que penden de un hilo para no caer en la indigencia.

El actual gobierno macrista —tal como se esperaba, aunque tantos hayan también renegado de lo evidente: ¡una renegación anticipada!, renegar de lo que se sabía que iba a producirse— se encargó de empeorar las cosas, mientras cínicamente echa la culpa a la administración anterior.  200 mil nuevos desocupados en menos de seis meses.

Es fundamental hacer un poco de historia: el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) consigna que en 1968 la pobreza alcanzaba al 3% (¡!) de la población. Esto salta al 8% durante la dictadura militar (año 1980) y al 10% una vez recuperada la democracia (burguesa, siempre es necesario aclarar este punto). Luego va ascendiendo hasta el doble: 16% en 1986; y en 1988/1989 (momento de la hiperinflación) casi llegará al 40%, sobrepasado en el 90, para prácticamente no bajar del 30 durante toda la década del 90 llegando a un pico del 55 % en 2002. Luego irá retrocediendo durante los últimos 14 años, aunque este organismo del Estado deja de medirla en 2007. Otras mediciones acusaron alrededor del 30 % hasta ahora, que es de poco más del 32%. Estos números son ilustrativos de cómo las políticas neoliberales lograron, a partir de la dictadura de 1976, modificar la distribución de la riqueza, la conformación de clase de este país. Del 3% se pasó a diez (¡10!) veces más de pobres. Un tercio de la población está bajo el nivel de pobreza. Lo cual quiere decir que el movimiento de ascenso social que caracterizó a este país fue suplido por un movimiento descendente. Una espada de Damocles sobre la población.

Estar excluidos del Otro

Ha habido así una suerte de genocidio económico y simbólico. Sus perpetradores siguen libres, impunes, y continúan llevándolo a cabo. Y nadie los ha detenido.

El arrasamiento económico ha sido también cultural y simbólico. Una de las formas del avance de la insignificancia, de la depredación de sentido colectivo que permite labrar el individual. Sin que quienes habitan bajo la línea de pobreza tengan la posibilidad de establecer un proyecto identificatorio (Aulagnier) en una sociedad que además los ha diezmado simbólicamente: no tienen futuro.

Lo dicho sobre los Qom puede parecer un ejemplo extremo, pero cerca, muy cerca de la ciudad de Buenos Aires, y en la ciudad misma, una masa de excluidos deambula fantasmalmente, o yace tirada en las veredas, en las entradas de edificios o en los lugares más insólitos. El dolor del psiquesoma se corresponde con un estado de crueldad: el estar excluido debe ser entendido como un estado producido por quienes ejercen crueldad sobre una parte de la población encarnando la crueldad del Otro.

Hablamos así de quienes están excluidos del Otro: del trabajo, la salud, la educación, la justicia, de cualquier proyecto futuro: es vivir en un ahora eterno. Eso es quedar en las márgenes del registro simbólico, de aquello de lo que el Otro provee a través de los portavoces. Pero aquí los portavoces mismos van quedando afuera. Sólo podrán transmitir subsistencia, supervivencia… Sus hijos crecen en ese panorama.

Sujetos, familias, que sobran: la sociedad capitalista no los necesita, no califican como consumidores, y encima hay que ocuparse de ellos. Sujetos que no ocupan un lugar en el Otro, en su deseo. La exclusión comenzó en los 90, y llegó para quedarse. No se sale de ser cartonero, de recibir subsidios, de haber quedado —literalmente— en la calle, o de formar parte de una población originaria desaparecida.

El fantasma de la exclusión recorre los consultorios cuando se trata de sujetos que trabajan en empresas estatales —que esperan la próxima lista de “desvinculados”— o privadas en proceso de “racionalización”. También en quienes trabajan por su propia cuenta y se ven afectados por la caída de la producción del sector para el cual ofrecen sus servicios. Debe entenderse lo siguiente: no hay ejército de reserva: el que queda afuera, no vuelve a ingresar. Y lo sabe. Este es al mismo tiempo un elemento disciplinario que obliga a muchos sujetos a aceptar condiciones laborales denigrantes, lo cual también se aprecia en la consulta, sea en hospitales o a nivel privado, y obliga a un trabajo sobre la violencia secundaria que se ejerce sobre ellos. La cual favorece —al obligar a aceptar lo inaceptable— aún más la precarización laboral.

Exclusión y pulsión de muerte

Finalmente: el desocupado de hoy puede ser el excluido de mañana. Que no es estar desempleado: es lo que se conoce como indigencia, eufemismo que denomina a quienes no tienen con qué subsistir. Pero por supuesto que pobreza, desempleo e indigencia tienen profundas conexiones. Resulta difícil asimilar que —como consigné previamente— hace 50 años la población que estaba debajo de la línea de pobreza alcanzaba al 3%: ahora es el 32.2, siendo el año pasado del 30 %. Aunque —decíamos— según las cifras oficiales era ridículamente inferior: el 6%. Otro gesto de crueldad, ya que quienes estaban bajo esa línea se habrán sentido como formando parte de un pequeño grupo que seguramente “algo habría hecho mal” para estar en esas condiciones. Ya lo sabemos: cuando la realidad golpea duramente se incrementa la severidad superyoica (Freud).

Al haberse iniciado en los 90, son ya varias las generaciones que han crecido sin conocer lo que es tener un trabajo. Esto agrega complejidad a la cuestión de la exclusión: se puede pasar a ese grupo, o se puede haber nacido en el mismo. Y en relación a la severidad superyoica diremos que desata lo más mortífero de esa instancia, lo cual se aprecia en la predominancia de los actos autodestructivos descritos previamente. Gozar en la muerte, tal vez ser alguien por única vez en ese preciso y fugaz momento de autoproducirla; ser alguien en ese acto delictivo suicida o en el cuerpo colgado: ser alguien para el Otro; o inmolarse y quitarse de encima de una vez el peso de su crueldad. Destruirse en defensa propia: excluirse de la vida para, por fin, hallar sosiego. O —por qué no— hacer un radical rechazo del Otro, “triunfar” sobre él…


Las noticias de ayer son, por lo tanto, las de hoy. Las páginas podrán darse vuelta, pero para volver a encontrar la misma noticia —que será cada vez peor— en la próxima. Pero entre página y página la desnutrición, el consumo de drogas, la prostitución, el suicidio, la delincuencia suicida, etc.,  dejarán un tendal de vidas jóvenes en el camino. El gesto de exclusión del Otro echará sombras sobre la mayor parte de la población, como decía: un gesto de disciplinamiento.
Entre la orden de gozar ilimitadamente en el consumo —y la angustia por estar en falta que produce— y el terror a la exclusión podemos hallar las pesadillas de la vida diurna de los que aún están incluidos.

Who wants yesterday´s papers?

Who wants yesterdays papers
Who wants yesterdays girl
Who wants yesterdays papers
Nobody in the world

After this time I finally learned
After the pain and hurt
After all this what have I achieved
I’ve realized it’s time to leave

Cause
Who wants yesterdays papers
Who wants yesterdays girl
Who wants yesterdays papers
Nobody in the world

Living a life of constant change
Every day means the turn of a page
Yesterdays papers are such bad news
Same thing applies to me and you

Songwriters
Jagger, Mick / Richards, Keith

Por gentileza de El psicoanalítico