Luis Pablo López-Ríos
Psicólogo
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Resumen
El presente artículo [1] analiza un caso de psicologización en la vida cotidiana a través del método althusseriano de lectura: una lectura sintomal que inquieta y perturba el texto manifiesto, que supone la existencia de dos textos en donde el segundo revela los lapsus del primero. Dicho método tiene su origen en Marx y en Freud, permitiéndonos sospechar y revelar la verdad de lo que se presenta como fetiche o síntoma. A partir de nuestra lectura, se argumenta que la psicología (y por ende, la psicologización), a través de su discurso extendido a lo cotidiano, forma un velo casi infranqueable del capitalismo y deviene, a su vez, en portavoz del sistema. No es la psicología la que habla, sino el capital que se expresa a través de lo psicologizado para asegurar su dominio y la extracción del plusvalor.
Palabras clave: Capitalismo, Freud, Lectura Sintomal, Marx, Psicologización, Psicoanálisis
Introducción
Los significantes de la psicología, compartidos ahora fuera de la academia, producen cierta cadena de la que parece imposible librarnos, una cadena que nos sujeta y no deja que nos apartemos de ella. La psicología y lo psicológico han desbordado su origen, su lugar en la universidad y en el consultorio. Si antes la preocupación de los psicólogos era que alguien ajeno a su círculo intentara apropiarse de sus contenidos, ahora la preocupación reside en que su contenido no sea lo suficientemente eficaz para alcanzar a todos y todas, de cualquier género, en todos los lugares, país o trabajo. La preocupación de hoy (¿exclusiva de la psicología?) es que no se esté hablando el lenguaje de la psicología: ¡todos y todas deberíamos estar hablando en términos psicológicos!
La psicología ha pasado a ser el representante del capitalismo en el nivel subjetivo, esto es, nuestra psicología se inscribe en lo “individual” como la que guía nuestras formas de ser, hacer y hablar, pero que mantiene oculto a quien representa, el capital y sus personificaciones en la finanza o la industria. En otras palabras, cuando hablamos de representante de alguien o algo más, esto quiere decir que no es el representante la verdad misma (ese “alguien o algo” representado): por eso es representante. Una representación no es lo mismo que lo que se representa, claro está, pero no por ello, lo representado desaparece en el momento de la representación: siempre permanece presente. La verdad de la psicología queda oculta, como ya lo hemos argumentado. Pensar la psicología al margen de la estructura, al margen del modo de producción, simplemente sería una tontería. Cuando la psicología habla, no es ella la que habla realmente. Lo dicho en sus teorías es pura abstracción.
En este sentido, propongo este texto tratando de abordar algunos ejemplos que son propios de lo que diversos autores han denominado psicologización, o como lo he concebido en otro espacio: fetichismo de lo psíquico (López-Ríos, 2020). El hecho de recurrir a ejemplos no quiere decir que vayamos a prescindir de la argumentación teórica, por eso será siempre necesario retornar a algunos autores que (considero) nos han dejado las armas de sospecha y la crítica: Marx, Freud, Althusser (entre otros que han seguido su legado en la actualidad y se han apoyado en alguno de los tres o en los tres en conjunto). Este último autor, Louis Althusser, nos ofrece una herramienta original que articula a los dos primeros y que nos servirá para el objetivo que nos compete en este momento: la lectura sintomal (que me atrevería a decir que es lo que hoy se llama análisis crítico del discurso, siguiendo a Pavón-Cuéllar, 2015), identificada en Marx por Althusser (1965).
Verdad de la psicología y psicologización de la vida cotidiana
Fue a partir de Freud (1901) que nos pudimos percatar que hasta en los más sencillos actos de la vida diaria, se oculta el verdadero sentido de lo que se dice. Lo dicho no hace sino ocultar el decir. Confesamos involuntariamente (Freud, 1901, pp. 115-120) al equivocarnos en el discurso, o mejor dicho, para efectos de nuestro objetivo (aunque tengamos que diferir parcialmente del estudio freudiano), confesamos algo sin quererlo aun cuando pronunciamos el discurso de la psicología sin equivocaciones: da igual si decimos “tra-n-storno” o “trastorno” mental. Tomé este significante por ser el primero que se me ocurrió, pero no necesariamente tenemos que recurrir al lenguaje técnico de la psicología para lo que pretendemos hacer. Basta con analizar cómo algunas frases expresadas por “gurús de la mercadotecnia” hacen uso del discurso de la psicología para justificar la verdad tras lo dicho; tampoco es raro encontrar esto en grupos de redes sociales para personas que en su mayoría no son psicólogos, en los que se comparte un sinfín de contenido de la psicología. Veamos un ejemplo de este último y algo de su contenido, puesto que es prácticamente lo más cotidiano hoy en día: ¿Quién no ha utilizado alguna red social en los últimos treinta minutos?
Un grupo de Facebook con 259 mil miembros, llamado “Psicología”, está destinado a “aportar contenidos y materiales informativos acerca de la psicología y todo lo relacionado con ello” en el que “no solo el administrador” sino también los miembros “pueden ser partícipes de esto”. Su descripción informativa ya nos presenta, de entrada, un problema que nos debería de preocupar.
Si nos limitáramos a leer de manera literal lo escrito y hacer alguna inferencia, las cosas no son nada complicadas; diríamos entonces: un grupo de psicología que distribuye contenido psicológico, en la que puede participar todo mundo, aunque no sean psicólogos. En sí, no hay problema alguno. La cosa se torna complicada cuando leemos de manera sintomal, es decir, cuando “descubrimos lo no descubierto” (Althusser, 1965, p. 33) a través de una “mirada instruida” al “cambiar de terreno” (ibid. p. 32). Nuestra lectura, entonces, supone la existencia de “dos textos”, en la que el segundo texto “se articula con los lapsus del primero” (ibid. p. 33). Dejaríamos de lado, entonces, tanto el texto manifiesto como la inferencia banal que acabamos de hacer.
Si ponemos atención, es decir, si leemos el texto-síntoma como lo que es, como síntoma revelador de la verdad, podemos proceder de forma introductoria preguntándonos: ¿Qué tipo de aportes y materiales sobre psicología se distribuyen en el grupo? Es algo que no se dice. Para nada pienso que sea psicología crítica, está claro: basta con poner dicho término en la barra de “buscar” y los resultados serán nulos; de esto podemos afirmar que la psicología que se distribuye en tal grupo es la psicología normalizadora con semblante humanista (aunque no se diga; si hay dudas, lo veremos más adelante), pero ¿por qué ni un rastro de crítica alguna? Otra pregunta que podemos traer a flote: ¿de qué manera, independientemente del contenido psicológico, se está distribuyendo tal material? Veamos esto.
Si ingresamos al grupo (cada uno lo puede hacer dado que es público y no es necesario ser miembro) nos daremos cuenta de que los contenidos compartidos no son, en su mayoría, artículos académicos, sino que son contenidos psicológicos traducidos en memes, en frases motivacionales, o en cualquier otra forma (síntoma) que no sea académica. Lo que esto indica, es que el saber psicológico se traduce en sentido común, y es en el sentido común en el que se “sintoniza a las mentes” (Veraza, 2018).
Siguiendo esta línea, diríamos que 259 mil “mentes” se están “sintonizando” a través de lo psicológico. Pero aquí lo psicológico no es la verdad en sí, no es ni siquiera el problema real. El meme o la frase motivadora es una extensión de lo psicológico: el sentido común y la psicología se unen para formar un velo denso, casi infranqueable. La función del sentido común, en este caso, es permitirle a la psicología que se explique más, de forma que sea mejor entendida por sus interlocutores (los miembros del grupo). Pero, insisto, la psicología no es la verdad, es un velo formado por ella y su traducción en el sentido común.
No es necesario detenernos detalladamente en la lógica de la psicologización, puesto que rebasaría los objetivos que aquí me propongo. Basta tan solo inferir que cuando la psicología habla y se transforma en sentido común (meme o frase) para “psicoeducarnos” (De Vos, 2019), es decir, para reconocernos en su saber, no es únicamente la psicología la que habla y se articula en el sentido común, y esto por algunas razones: 1. Cuando invocamos a la psicología tal como la conocemos, partimos del yo como ente autónomo que solo recibe estímulos (eso que se entiende por “social” en las clases de psicología social) que puede moldear a su gusto. Esto es problemático: al concebir al yo como centro de nuestra atención, caemos en un hoyo idealista del que difícilmente se puede salir si no “cambiamos de terreno” como nos dice Althusser (1965). Tal como nos recuerda Marx (1844, p. 184), la psicología no hace sino “orgullosamente abstracción” de nuestra vida real, del modo de producción en el que nos encontramos. Lo real desaparece ante nuestros ojos. La psicología habla, entonces, en nombre del idealismo; 2. Pero este idealismo, no viene de la nada. Es, por el contrario, la posición favorita de la clase burguesa, aquella dueña de los medios de producción, amo del saber-hacer del esclavo, esa clase a la que solo le basta su voluntad o su cerebro para dirigir la producción y disfrutar de la plusvalía. Esto último, la producción de la plusvalía, característica esencial del capital, es lo real que queda oculto en el idealismo, y posteriormente en el saber de la psicología.
Entonces, la psicología se convierte en “portavoz” (Pérez Soto, 2009) de quien(es) le confieren su lugar en la estructura, o como dijimos al principio: se convierte en representante cuando lo que se representa (el capital) no puede salir a la luz como tal. Así, además de estar sintonizadas las mentes de los 259 mil miembros del grupo, a su vez, gracias a la psicoeducación, ya son 259 mil psicólogos los que se encuentran en el grupo encubriendo una misma verdad.
Veamos un ejemplo más claro de esto en el mismo grupo en cuestión, es decir, cómo la psicología se traduce en el sentido común para reforzar el velo ideológico del capitalismo. Alguien en el grupo publica una imagen en la que versa lo siguiente:
“Paz mental. No puedes controlar las situaciones externas, pero sí puedes controlar cómo reaccionas a ellas”.
Nos encontramos primeramente con una estructura algo llamativa, como si fuera una definición unívoca que podemos encontrar en un diccionario físico o virtual: “Concepto. Definición”. No nos vamos a detener en el “concepto” (paz mental) por cuestiones de espacio y porque podemos hacer una inferencia de este a partir de la “definición” que se nos presenta. La frase “No puedes controlar las situaciones externas” nos presenta algo bastante preocupante y a la vez interesante. Esta oración se nos pone de frente como una orden, una regla, un imperativo en forma negativa, algo que “no podemos hacer” y que, seguramente si lo llegamos a hacer, habrá una sanción, ¿por quién? no se nos dice, así como tampoco se nos dice quién formula dicha regla. Además, el hecho de “no poder controlar” implica también, no poder cambiar algo, puesto que, si no hay control sobre ese “algo”, las cosas siguen su curso, siguen sin modificación alguna, sin cambio. El no-control implica un no-cambio.
Hay alguien o algo que se dirige a nosotros de manera imperativa, casi hasta de forma agresiva: “¡No puedes controlar (cambiar)!”. La clave para saber quién o qué nos impone tal orden, se encuentra en la segunda parte de dicha oración: “las situaciones externas”. Ese “alguien” o “algo” que nos dice ¡No puedes! está en esas “situaciones externas”, es decir, la orden, la regla, viene desde lo externo y no desde dentro del sujeto. Es de las “situaciones externas” de donde proviene la orden, puesto que se nos dice que no las podemos (ni debemos) controlar ni cambiar, tal vez porque si cambiamos tales situaciones algo malo nos podría ocurrir; esas “situaciones externas” no deben ser controladas (cambiadas) para que sigan su curso normal, para que sigan funcionando. Podemos sospechar dos cosas: 1. La orden proviene de aquello que teme ser perturbado o “controlado (cambiado)”, o 2. La orden la emite el guardián de aquello que no debe ser cambiado. Vayamos más adelante con la última parte.
La segunda oración “Pero sí puedes controlar cómo reaccionas a ellas” mantiene la misma estructura imperativa pero ahora en forma permisiva: “sí puedes” hacer esto, pero no lo otro. Lo que sí está permitido es reaccionar a la situación externa, no perturbarlo ni controlarlo o cambiarlo, solo reaccionar, una acción que se queda en el plano individual, puesto que “reaccionar” es una acción propia, intransitiva, que no recae en nadie sino tan solo en uno mismo: solo podemos reaccionar en nosotros, dejando que “la situación externa” nos haga reaccionar quedando esta intacta en su totalidad. Se vuelve a presentar la misma cuestión: ¿Quién(es) o qué está emitiendo tanto la prohibición como el permiso?
Quizá “paz mental” nos dé una parte de la respuesta. La noción de “paz mental” nos lleva a pensar en la psicología, en el psicólogo, en lo psicológico. Es la psicología la que realiza la “definición” (recordemos nuestra llamativa estructura: Concepto. Definición) de lo que es tener “paz mental”. La psicología se dirige a nosotros para decirnos que nuestra “paz mental”, es decir, nuestro estado psíquico sin perturbación alguna, la no-locura, es un mero estado que se adapta y solo reacciona a la situación externa, mas no la intenta controlar, cambiar o confrontar, porque le está prohibido: quien intente controlarla o cambiarla, no tiene “paz mental”, es un loco que a su vez, perturba la situación externa, “ajena” a él o a ella. Es entonces la psicología, el psicólogo, lo psicológico, lo que está emitiendo las órdenes, el permiso y la prohibición, lo que establece nuestro modo de ser-hacer frente a la situación externa. Pero aquí la psicología funciona como sujeto subordinado, como un peón que cumple una orden que no está explícita ni en el sujeto escondido (psicología), y mucho menos en la frase analizada. La “paz mental” es definida en función de la situación externa que le exige a la psicología establecer que solo se permita reaccionar a ella, mas no cambiarla. No le vamos a dar un rodeo más: nuestra “situación externa” es el modo de producción capitalista.
Es el capitalismo el que necesita una “paz mental” en los sujetos para que estos únicamente reaccionen y se adapten a lo que aquel demande: una “paz mental” que no permita el control ni el cambio de sistema, y por el contrario, permitirle que siga su curso normal, incontrolado e incansable de ganar (Marx, 1867). A modo de hipótesis general y para poder ejemplificarlo con Freud, diremos que “situación externa” fue el desplazamiento perfecto efectuado por su emisor (la psicología) para que quedara oculto quien teme por ser perturbado o sacado a la luz: el capitalismo. Así, en este ejemplo, podemos decir que existió un doble ocultamiento: la psicología que emite de manera (in)directa la orden, explicitada en la frase protegiendo la “situación externa”, y por otro lado, el capitalismo en forma de “situación externa” dando la orden oculta a la psicología. Es como si esta última fuera una pieza prefijada en el ajedrez, con ciertas funciones que no están explicitadas ni escritas en el tablero.
Nadie, ningún psicólogo, se va a presentar diciendo “No puedes controlar ni cambiar al capitalismo, solo puedes reaccionar a él y adaptarte, así que, estás jodido(a), confórmate con esto”. Nadie nos dirá a quién sirve la psicología realmente. El capital “no lleva escrito en la frente lo que es” (Marx, 1867, p. 74), de ahí que tenga que recurrir, en este caso, a su psicología y quedar, a su vez, inconsciente para esta.
El meollo del asunto (y esto es lo que nos debería de preocupar), es que a pesar de que el capital no se presente ni en el discurso cotidiano ni en el de la psicología como tal, es decir, su permanencia inconsciente, no deja de tener efectos (Freud, 1915) sobre aquello enunciado, esto es, el discurso consciente psicologizado que se distribuye en lo cotidiano. La frase, como traducción al sentido común de lo psicológico, no deja de ser psicología en sí. Pero la verdad de la psicología permanece oculta en su saber, un saber enajenado (Pérez Soto, 2009). Un saber que se sostiene y se produce en y por el capital.
Comentarios finales
Como los dos ejemplos anteriores, hay bastantes en ese grupo. Para mala suerte de nosotros, existen más grupos de estos, y por lo tanto, son más de 259 mil “mentes sintonizadas” por las lógicas de la psicologización que contribuyen a la perpetuación del capitalismo. Por razones de espacio, no podemos detenernos en más ejemplos, sin embargo, invito a mis lectores(as) que hagan su propio análisis.
Antes de continuar mis últimos comentarios, quiero recordar un trabajo cuya enseñanza rebasa ampliamente cualquier intento de plasmarla en un corto espacio. Néstor Braunstein, althusseriano y crítico de la psicología, analizó de manera sintomal el discurso de la psicología académica hace casi medio siglo (Braunstein, 1975). Este análisis original, nos permite ver cómo desde entonces la psicología ya operaba como sirviente del poder, como una extensión más de la ideología burguesa. Sin embargo, lo analizado fue la psicología académica, es decir, lo que docentes y estudiantes consumimos en las aulas universitarias. Hoy en día la psicología desborda los límites universitarios, llegando entonces a formar parte de la sociedad del espectáculo (Debord, 1967), distribuyendo su contenido, sus imágenes, su lenguaje a diestra y siniestra, de tal forma que se logren sintonizar todos y todas a través de lo psicológico al servicio del capital. Ya no es una cuestión de psicologización exclusivamente académica, de consumo interno en la universidad, sino una psicologización al exterior, de nuestra vida cotidiana, y eso es lo problemático: las subjetividades quedan presas por la psicología y por el capitalismo.
Lo psicológico no solamente existe y se reproduce en 259 mil personas, y esto es lo preocupante. El meme, la frase, los grupos y el mensaje en WhatsApp, quedan atrapados en estas lógicas que no hacen sino permitir la explotación. Nuestro consumo de estas plataformas plagadas de psicología (y por ende, de capitalismo encubierto por aquella) permite una extracción de plusvalía en la vida real prácticamente sin poner ninguna resistencia.
¿Qué hacer entonces? Para esto, como comunistas, si queremos controlar el curso de las cosas y no queremos que nos controlen, si queremos cambiarlas y no solo reaccionar ante ellas, podemos comenzar con romper la mistificación producida en nuestra vida cotidiana, tal como nos lo mostraron Marx y Freud. Cuando Marx y Freud analizaron esto, es decir, lo que encubre la verdad, no había smartphones, mucho menos Facebook o cualquier otra red social. Una tarea de nosotros los comunistas en teoría es, por lo menos, luchar contra las concepciones burguesas del mundo (Althusser, 1968), y esto lo podemos hacer al leer el síntoma expresado en las nuevas plataformas. Al realizar una lectura sintomal, y no literal, impugnamos lo escrito (Pavón-Cuéllar, 2015) y evitamos la reproducción de aquello que el texto mantiene oculto, su proliferación en el sentido común, un sentido común que deviene mercantil-capitalista (Veraza, 2018). Tenemos que (y sí, es casi un deber puesto que las “situaciones externas” lo exigen) impugnar lo que se presenta en la vida cotidiana: nuestra vida cotidiana que, al menos desde el 2020 y principios del presente, se ha desarrollado completamente en lo digital. Nuestra vida cotidiana ya no es solo un contenedor de funciones biológicas, de rutinas y de lugares, sino de saberes, de producción mercantil y de plusvalor.
Referencias
1. El presente artículo es una corrección a partir del original publicado en el blog personal Versus la Psicología: https://versuslapsicologia.mx/2021/03/22/psicologizacion-de-la-vida-cotidiana/
Referencias bibliográficas
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