Psicopatía y neoliberalismo

Psicopatía y política

La psicopatía es un trastorno psicológico caracterizado por una total escisión entre razón y emoción. En el plano emocional, el psicópata manifiesta una total insensibilidad, mientras que su pensamiento es racional y pragmático, único y excluyente, se centra en los propios intereses, es indiferente a las consecuencias de sus actos y a los sentimientos y pensamientos de los demás y no repara en los medios utilizados para alcanzar sus objetivos, por más reprobables, violentos o perjudiciales que sean estos medios.

El psicópata carece de empatía, omite y desprecia los sentimientos pensamientos, opiniones y actos de las otras personas. Es mentiroso y manipulador, muestra una “cara amable” y simula hallarse integrado en su medio social y establecer buenas relaciones con los demás. Incluso en los casos de mayor gravedad del trastorno, puede desarrollar con normalidad sus actividades en todos los ámbitos de la vida.

Esta descripción de la psicopatía coincide totalmente con el espíritu del capitalismo y el funcionamiento economicista moderno. De hecho, es el espíritu que impregna la modernidad y parece ser una patología consustancial a ella, profundamente ligada a los “valores” económicos, que va filtrándose en la cultura, convirtiéndose en el modelo de éxito y poder a imitar y socavando las estructuras sociales y políticas.

Todo ello hace que el trastorno sea difícil de detectar, sobre todo porque muchas características psicopáticas son frecuentemente bien valoradas por la sociedad. El psicópata sólo es identificado cuando sus actos son descubiertos debido a la notoria trascendencia que alcanzan y el grave daño que provocan.

Cuando individuos con personalidad psicopática ocupan puestos de responsabilidad, la notoriedad y gravedad de estos actos está en relación directa con la importancia del cargo ejercido. Los dirigentes de todo tipo y los líderes de gobierno que padecen trastornos psicopáticos son el ejemplo más notorio en este aspecto.

Algunas políticas sólo están orientadas para servir a intereses cuya única aspiración es la obtención del máximo beneficio sin reparar en los medios utilizados ni las consecuencias. Políticas de esta índole son concebidas y llevadas a la práctica por individuos con una personalidad psicopática, ya que éstos son idóneos para ejercer de forma efectiva algún tipo de mando o detentar el poder de forma inflexible y autoritaria.

La mayoría de las personas son conscientes de sus actos y sus consecuencias y son sensibles a las experiencias de los demás; sienten, piensan y organizan su vida y sus actividades de una manera que los psicópatas consideran con desprecio “ingenua” y “elemental”. Debido a estas características, en la sociedad actual la mayor parte de la población delega la responsabilidad de la toma de decisiones en aquellos individuos que consideran especialmente dotados para hacerlo. Entre estos individuos son frecuentes los psicópatas de distinto grado, quienes a partir de esa delegación de responsabilidades que le otorgan los ciudadanos se arrogan un derecho absoluto que creen legítimo e indiscutible.

Convencidos de este derecho, los dirigentes psicópatas se consideran en posesión de verdades absolutas, persisten de manera insistente y repetitiva en su discurso y propósitos, ignoran y desprecian las opiniones mayoritarias de los ciudadanos que le otorgaron el poder, mienten y manipulan para conservarlo, y son por completo insensibles a los sufrimientos que pueden derivarse de las acciones que promueven.

El neoliberalismo se nutre de los conflictos que provoca y se beneficia de ellos, y está en esencia abocado a la destrucción. Las políticas económicas neoliberales provocan el deterioro creciente de las condiciones de vida de millones de mujeres y hombres sobre el planeta, arrojándolos a la precariedad y la pobreza; atentan contra la convivencia; favorecen la intolerancia, el racismo y la xenofobia, y abren las puertas a peligrosos conflictos de alcance inimaginable. El neoliberalismo es una ideología emparentada con la psicopatía.

Los seres humanos sensatos debemos oponernos con énfasis al desarrollo e imposición de políticas neoliberales, pues han sido concebidas y están siendo ejecutadas por individuos que se oponen frontalmente al proceso civilizador, de progreso y justicia, que debería caracterizar a las sociedades del siglo XXI.

Las grandes mayorías populares democráticamente organizadas y movilizadas y en pleno ejercicio de sus derechos, son las únicas que tienen la posibilidad de neutralizar al neoliberalismo, rechazar a sus ejecutores y producir un cambio radical en la manera de entender el mundo y hacer las cosas. El bienestar y la felicidad del ser humano, y la supervivencia de la civilización, dependen de ello.