Religión | Salud y neurosis

Diego González
Psicólogo
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El fenómeno religioso es generado por la dinámica psíquica en su función defensiva, es decir esta es creado como una barrera ante la impiadosa, magna y cruel naturaleza que nos ofrece la muerte como único desenlace. A esto se refería Freud (Freud. OC. V. XXI) cuando decía —con esa frialdad de los genios— que entre la misión de los dioses estaba: ¨desterrar los terrores de la naturaleza¨, y ¨conciliar con los terrores de destino, en particular la muerte¨ (p, 18). En pocas palabras, mediante los dioses ¨humanizamos la naturaleza¨ y nos defendemos de la angustia existencial.

Si bien las ¨representaciones religiosas¨ hacen parte de las ¨ilusiones¨ de una cultura, también hacen parte de su acerbo anímico, y es una especie de mecanismo por el cual la cultura ¨prohíbe¨ el desenfreno de las pulsiones del individuo; prohibición que premia mediante el acceso a la cultura, y el goce de los pactos colectivos (Ibíd.) Esta respuesta es una elaboración mediada por su repertorio simbólico, entre los que se encuentra la palabra, la imagen, el comportamiento, que suponen elaboraciones complejas de pensamiento, que luego forman sistemas de significado del que se desprende los rituales y las costumbres. Este mecanismo puede ser considerado como un mecanismo tan primitivo como esencial y adaptativo. Desde esta base partimos para darle contenido a nuestro acercamiento.

El primer objetivo de este articulo simple es indagar en que momento la religión colige al fenómeno neurótico; para luego darle paso a otras conclusiones de la mano de un psicoanálisis de tipo humanista.

La primera aproximación del sentimiento religioso lo tenemos en la justificación de su existencia, es decir, ¿por qué las religiones? Respuesta que parece adecuarse a un tratamiento ontológico de tipo temporal. El tiempo como categoría objetiva y medible remite a las ideas de ¨historicidad¨ e ¨irreversibilidad¨, y fue San Agustín quien formulo que el tiempo es una dimensión ¨constitutiva¨ del ser humano y su sentido profundo deviene de la vivencia de la temporalidad, que necesita cristalizar mediante el lenguaje. Por lo tanto, esta vivencia tiene un carácter de ¨Estructura Narrativa¨ en el hombre (Ibañez, E. 2003); o lo que sería equivalente a decir que el lenguaje ¨define¨ y ¨fija¨ al tiempo.

Es una característica humana ¨transformar¨ el tiempo de lineal a ¨cíclico¨, es decir, cambiar la irreversibilidad del tiempo por algo que termina y empieza nuevamente. Este es uno de los puntos esenciales de todas las religiones, ¨controlar el tiempo y volverlo un circulo¨; así, el fin de los tiempos será el principio en otro nivel. La mente humana hace esto quizá porque si pudiéramos percibir el tiempo como una ¨linealidad¨ que corre hacia el ¨infinito¨ de manera irreversible sería probablemente una emoción desestabilizadora y perturbadora (Guiando, 2001)

La fugacidad de la vida, la angustia por su paso, y el insoportable temor que produce la irreversibilidad del tiempo, nos llevaría a una respuesta pre-lógica adaptativa: la de crear figuras simbólicas mediante el lenguaje que permitan paliar la angustia existencial o el miedo a la muerte ingrata. La opacidad lógica de la explicación carece de importancia, puesto que la creación de dioses le daría a la experiencia humana una estabilidad y un sentido con un correlato emocional positivo. Así, la impotencia del hombre es diezmada por una de sus creaciones, que en el primero momento de las religiones son ¨mito¨, y ofrecen una funcionalidad psicológica. Rollo May (1992) lo dice así:

¨Un mito es una forma de dar sentido a un mundo que no lo tiene. Los mitos son patrones narrativos que dan significado a nuestra existencia Tanto si el sentido de la existencia es sólo aquello a lo que damos vida merced a nuestra propia fortaleza, tal y como mantendría Sartre, como si es un significado que hemos de descubrir, como afirma Kierkegaard, el resultado es el mismo: los mitos son nuestra forma de encontrar este sentido¨.

Otra explicación que existe corresponde a Fromm (1947) quien propone que las religiones son el producto de una necesidad de equilibrio —entendido como armonía— debido al profundo estado de desequilibrio del hombre; y al sentimiento de ¨dicotomía insoluble¨ creada por la experiencia de la muerte. La respuesta mística haría parte de ese impulso innato a llenar los vacíos de su conocimiento para crear ¨puntos de referencia¨ en la totalidad del proceso de la vida. La religión hace parte del mundo de las ideas, de lo atemporal y la necesidad de lo infinito, y es necesario decir que ¨el hombre no es libre de elegir entre tener o no ideales¨ (p. 43). En ese sentido las religiones ofrecen al hombre una colección de ¨objetos¨ de sentido, a quien mira turbado la majestuosidad de la naturaleza.

Las religiones moldean las pautas colectivas o culturales. Son un elemento funcional de la sociedad que funde con un molde diversos comportamientos de tipo moral de grandes colectivos; incluso los a-religiosos, son modelados en sus prácticas sociales por la moral religiosa. Para Durkheim la religión es un hecho social por excelencia, puesto que es un ¨sistema solidario de creencias¨ compartidas por una comunidad, lo que hace que estas pautas solidarias sean ¨eminentemente colectivas¨ y coercitivas. En consecuencia, lo compartido es altamente gregario y restrictivo, y también un factor de alienación porque alejan al hombre de su realidad de acuerdo a la lectura de Marx.

En las religiones las practicas devienen de un conocimiento o una concepción de lo sagrado, en esta línea podemos decir que las creencias colectivas son anteriores a los ritos, y estas creencias fundamentan las prácticas culturales. Por ejemplo, el respeto y miedo al dios padre, creador, atemporal, mágico y poderoso—bajo cualquiera de sus formas—, genera un vector utilizado por la ley, la moral, y los principios que ordenan una sociedad. Genera una verticalidad que ordena jerárquicamente nuestras prácticas de respeto a nuestros congéneres.

Esta línea vertical de poder la creamos para poder ordenar nuestras prácticas sociales. En un ejemplo simple, el juez invoca el poder divino para castigar, tal como lo hizo Menelao en su disputa con Antíloco con ocasión a la muerte de Patroclo [1] cuando dijo:

«Pon tu mano derecha sobre la cabeza de tu caballo; sujeta con la mano izquierda tu fusta y jura ante Zeus que no cometiste irregularidad.»

Tenemos que el acto de juzgar es análogo al principio religioso de buscar un principio de moral superior. Acto que se replica en todo el conjunto social. Pues todos juzgamos motivados quizá por nuestro egoísmo innato en el camino de la supervivencia. Bajo el riesgo de equivocarnos podríamos plantear que el amor y el respeto por lo sagrado es análogo del respeto por la norma; y el odio y la necesidad de juzgar deviene del odio a lo profano. En suma, cada quien juzga lo que considera profano es su escala de valores.

Pasando a nuestro tema central, las neurosis, estas no son consideradas ¨enfermedades¨ en términos médicos. Su curso puede ser ¨crónico¨ con ¨fluctuaciones¨ de naturaleza dimensional ¨ya que el neuroticismo es un factor de personalidad que se desplaza cuantitativamente de ¨menos a más a lo largo de un continuo¨. Lo que ocurre es que un individuo con un ¨alto nivel de neuroticismo¨ se ¨descompensa¨ con facilidad en situaciones que apenas entrañan conflicto; mientras que uno ¨poco neurótico¨ sólo puede llegar a desarrollar síntomas en situaciones altamente ¨traumatizantes o estresantes¨ (Cortese, 2004. p, 115).

K. Horney (1963) expone en los neuróticos una serie de rasgos que pueden ser observados con facilidad en estos individuos. Primero ¨actitudes frente al dar y recibir cariño¨ en donde predomina a la aprobación y el cariño del prójimo ¨la aprobación resulta desmesurada si se coteja con la importancia real que los demás conceden a su existencia¨; segundo ¨actitudes frente a la valoración de sí mismo¨ por lo cual jamás faltan ¨sentimientos de inferioridad, inadecuación, incompetencia, estupidez, fealdad y minusvalía¨; tercero ¨actitudes frente al problema de la autoafirmación¨ y es donde aparecen una serie de ¨inhibiciones¨ en relación a sus afectos e intereses propios, y pueden verse arrastrados por ¨temores neuróticos¨ o fantásticos en su mayoría que no les permiten afirmar su deseo; cuarto ¨la agresividad¨, que son actos de conducta, actitud, voluntad que denotan ataque y hostilidad hacia alguien generalmente bajo la forma de exigencia, critica, dominio u opinión ofensiva. Para terminar ¨la sexualidad¨ pueden aparecer problemas de tipo ¨compulsivo¨ o ¨desarrollar inhibiciones¨ (pp. 24-27).

Si revisamos el anterior listado, y la religión es una renuncia a las preocupaciones del alma, o un mecanismo para olvidar nuestras inquietudes de tipo existencial, y la religión es la renuncia a lo ¨intolerable¨ para optar por la idolatría y la renuncia, seguramente es un fuerte narcótico cuyos efectos producen el carácter neurótico. Renunciar bajo un precepto externo genera un pensamiento desligado del afecto, que produce seres escindidos de sí. Viviendo una realidad casi esquizofrénica.

Pero si entendemos como lo demostró Freud que ¨la enfermedad mental no puede ser entendida al margen de los problemas morales¨ (Fromm, 1963) que existen exigencias del alma en el terreno espiritual sin respuesta por la racionalidad fría e instrumental que desliga al hombre de su naturaleza, estaremos llegando a una nueva valoración, ya no de la religión, pero sí de la fe, como un medio de desarrollo de potencialidades humanas (Amor, valores, razón). Desarrollos que no están relacionado con la aceptación de dogmas religiosos, pero si con la indagación de los problemas del alma.

Uno de los ¨mecanismos psicológicos¨ que funciona en la experiencia religiosas es la ¨Proyección¨, porque hay que partir que Dios es hecho a imagen y semejanza del hombre; ya que es parte de su proyección —la del hombre—, y no de la de Dios.

El problema con las religiones autoritarias es el siguiente: ¨cuanto más poderoso es Dios, menos poderoso es el hombre¨ y este se vacía de sus potencialidades para ofrendarlas a un dios … ¨después de haber dado a Dios todo cuanto tiene, le ruega a Dios le devuelva parte de lo que fue originalmente suyo¨…¨cuando más alaba a Dios, queda más vacío. Cuando más vacío queda, más pecador se siente. Cuanto más pecador se siente, más alaba a Dios y es menos capaz de recobrarse¨ (Ibíd. pp, 73-74). Por lo tanto, el camino del rebaño, la aceptación la autoridad, la idolatría de Lideres, Dioses, Cosas, la aceptación de dogmas parece ser una extensión del problema en temas religiosos.

En consecuencia, proponemos un desarrollo religioso en el sentido espiritual. Proponemos lo religioso como el desarrollo de las ¨potencialidades humanas¨, tal como denomino Fromm (1963) a las experiencias religiosas de tipo ¨humanista¨. Valores como ¨amor, verdad y justicia¨ son el tronco común compartido por Buda, Isaías, Cristo o Sócrates, ya que tienen como centro la búsqueda de la ¨autonomía personal¨(p, 88).

Cuando los pensamientos son las expresiones de los sentimientos profundos y expresan la genuina motivación de trascender: durante la vida; en la tierra; en medio de la naturaleza; y con el Otro, se habrá llegado a una concepción de la religión como una realidad humana más allá de los sistemas de pensamiento que promueven; donde todo desarrollo espiritual abogue por la ¨libertad y la independencia¨ cómo atalayas de la condición humana.

Para finalizar diremos que la angustia de vivir es inherente a la vida misma. El ser viene al mundo con ella, y será su esencia hasta el último día. La libertad produce vértigo y temblor. Tal vez miedo. Por ello es necesario desarrollar un fundamento del espíritu, que le de honor a la existencia misma.

Notas

1. Testimonio de investigación de la verdad utilizado por los griegos, que aparece en La Ilíada. Citado por Foucault, M. La verdad y las formas jurídicas.

Referencias bibliográficas

CORTESE, E. (2004). Psicológica Medica Salud Mental. Compiladora Elisa Cortese. Argentina. Ed. Nobuko.
FREUD, S. (1927–1931). El porvenir de una Ilusión. Vol. XXI. OC. Ed. Amorrortu.
F
ROMM, E. (1963). Psicoanálisis y religión. Buenos Aires. Ed. Psique.
G
UIDANO, V. (2001) Victorio Guidano en Chile. Ed. Susana Aronsohn F. Versión Electrónica. Disponible en http://www.psicoterapia.name/VGUIDANO.PDF
HORNEY, H (1993). La personalidad neurótica de nuestro tiempo. Versión Electrónica.
I
BÁÑEZ, E. (2003). Historicidad e irreversibilidad en la concepción prigoginiana y agustiniana del tiempoTópicos [online]. 2003, n.11, pp. 107-124. ISSN 1666-485X
R
OLLO, M. (1992). La necesidad del mito. Ed. Paidóibérica.